¿Cómo cultivar una cultura de estudio bíblico en la iglesia?

Como fomentar una cultura de estudio bíblico en la iglesia

El mandato de Jesús en Mateo 28:19-20 nos llama a un desafío y a un compromiso:

El mandato es claro, “haced discípulos”. Logos, con su fascinante herramienta de Sinopsis generada con IA, nos dice:

Como podemos ver, esta gran comisión no solo implica evangelizar, sino también enseñar y formar a otros, ayudándoles a crecer en su fe y entendimiento de la Palabra de Dios. Pero, no es sólo impartir el conocimiento de las Escrituras, sino mostrar al discípulo cómo obedecer los mandatos del Señor. Bien dice Pérez Millos: “La Biblia no es un libro de información, sino de formación. El cristiano no estudia la Palabra y es instruido en ella para saber más de ella, sino para vivir conforme a ella”.1

En este sentido John MacArthur también comenta: La misión de la Iglesia no es tan solo convertir sino enseñar. Los convertidos están llamados a una vida de obediencia al Señor, y a fin de obedecerle obviamente es necesario saber lo que Él requiere. Según se ha señalado, un discípulo es por definición aprendiz y seguidor. Por tanto, estudiar, entender y obedecer “todo el consejo de Dios” (Hch. 20:27) es la tarea de por vida de todo discípulo verdadero.2

Vemos entonces, claramente, la importancia de fomentar en la iglesia del Señor una cultura de estudio bíblico que nos permita conocer al Señor y Su voluntad, para entonces obedecer y vivir conforme a ella. Ésta es la voluntad del Señor para Su Iglesia y la gran comisión que nos ha dejado. Para cumplir con esta tarea de manera efectiva, es esencial cultivar una cultura firme y sólida de estudio bíblico en nuestra propia iglesia. Pero, ¿cómo logramos esto de manera práctica y con resultados duraderos?

En este blog exploraremos métodos sencillos pero efectivos que pueden implementarse en cualquier iglesia para desarrollar un amor profundo por el estudio de la Escritura y un compromiso con la vida discipular.

Tenga un método aplicable y práctico para su iglesia

Un error común en muchas iglesias es la implementación de programas de estudio bíblico que resultan, con el tiempo, complejos o difíciles de aplicar a la vida diaria de los creyentes. La simplicidad y relevancia son puntos claves para establecer una cultura de estudio bíblico. Para desarrollar un amor profundo por el estudio de las Escrituras en cualquier iglesia, es esencial adoptar métodos simples pero efectivos que puedan involucrar a la congregación y fomentar un hábito de participación bíblica regular. He aquí tres métodos prácticos:

Memorización de las Escrituras

Memorizar versículos de la Biblia ayuda a interiorizar la Palabra de Dios, lo que hace que sea más fácil recordarla en momentos de necesidad y meditar en ella a lo largo del día. El Salmo 119:11 dice: “En mi corazón he guardado tus dichos, Para no pecar contra ti” (RVR60). Fomentar un desafío de memorización en toda la iglesia puede motivar a los miembros a comprometerse activamente con las Escrituras, proporcionándoles herramientas para navegar los desafíos de la vida a través de las verdades bíblicas.

Tiempo Devocional Diario

Animar a los miembros de la iglesia a reservar un tiempo específico cada día para la lectura personal de la Biblia puede crear un fuerte hábito para involucrarse con las Escrituras. Jesús mismo enfatizó la importancia de permanecer en Su Palabra (Jn. 8:31-32). Esta práctica de estudio bíblico diario se puede mejorar al proporcionar guías devocionales o planes de lectura sugeridos que los miembros puedan seguir individualmente o en familia.

Estudios Bíblicos Inductivos

Stott nos explica qué es el método inductivo de una forma muy simple:

Implementar el método inductivo motiva a los miembros de la iglesia a leer detenidamente un pasaje, anotar y escribir observaciones o preguntas al texto bíblico, interpretar el texto, reflexionar sobre la aplicación a su propia vida y orar al Señor con respecto a la enseñanza obtenida. 

Un estudio bíblico regular puede transformarse en el núcleo de la vida en comunidad de la iglesia. Considere programar reuniones semanales o quincenales en las que toda la congregación, o diferentes grupos, puedan reunirse para estudiar la Biblia activa e inductivamente.

Por ejemplo, un modelo simple podría ser:

  • Lectura: Comience con una lectura en grupo del texto bíblico, alentando a los participantes a leer en voz alta y permitiendo al texto “hablar por sí mismo”.
  • Observación: Invite a los participantes a observar los detalles en el texto. Esta etapa implica identificar claramente lo que el texto dice. La observación es fundamental para una comprensión precisa, ya que se enfoca en el contenido literal del pasaje, ayudando a responder la pregunta: ¿Qué dice exactamente el texto?
  • Interpretación: Aquí se busca entender el significado del pasaje. La interpretación responde a las preguntas: ¿Qué quería decir el autor original?, ¿Cómo fue entendido por los primeros oyentes? y ¿Qué contexto histórico y cultural rodeaba este mensaje? Este análisis es esencial para capturar el sentido correcto del texto.
  • Aplicación: Este es el momento para animar a los participantes a reflexionar sobre cómo llevar las enseñanzas del pasaje a la práctica personal. La aplicación responde a preguntas como: ¿Qué implica este mensaje para mí?, ¿Qué principios puedo aplicar a mi vida? y ¿Qué cambios necesito hacer según las verdades reveladas en este texto?·       Oración: Finalice con un tiempo de oración, pidiendo al Espíritu Santo que guíe y transforme a los creyentes mediante la Palabra. Vale la pena citar aquí a Whitney, quien dice: “Cuando ores, ora a través de un pasaje de las Escrituras”.4

Entrene a unos cuantos, Jesús comenzó con doce

La Gran Comisión en Mateo 28:19-20 llegó después de que Jesús había pasado unos tres años entrenando a un pequeño grupo de discípulos, preparándolos para llevar a cabo su misión. Al enfocarse en unos pocos, se aseguró de que Sus enseñanzas se transmitieran de manera efectiva, creando un efecto dominó que impactaría al mundo entero.

La decisión de Jesús de empezar con doce no fue arbitraria. En Lucas 6:12-13, leemos que Jesús pasó una noche entera en oración antes de elegir a sus doce discípulos. Esto indica la intencionalidad e importancia de esta selección. Invertir profundamente en unas pocas personas permite el crecimiento y la transformación personal.

Marcos 3:14 dice que Jesús designó a los doce “para que estuvieran con él y enviarlos a predicar”. El primer aspecto del discipulado era simplemente estar con Jesús. Esta estrecha relación fue crucial, ya que los discípulos aprendieron no solo a través de sus enseñanzas, sino también al observar su vida, sus interacciones y sus respuestas a diversas situaciones.

Este principio también se refleja en la instrucción de Pablo a Timoteo en 2 Timoteo 2:2, donde dice: ” Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles” (RVR60). Pablo comprendió la importancia de capacitar a unos pocos fieles que luego pudieran enseñar a otros.

El método que Jesús usó fue altamente relacional. Caminó con sus discípulos, comió con ellos, oró con ellos y compartió sus alegrías y tristezas. Este modelo de discipulado no se basaba únicamente en la instrucción formal, sino en experiencias de vida compartidas. Los discípulos tuvieron acceso directo a Jesús y pudieron hacer preguntas, buscar aclaraciones y ser testigos de su ejemplo de primera mano. 

En los contextos de la iglesia moderna, este principio se puede aplicar mediante la formación de grupos pequeños o relaciones de mentoría, donde los mentores pueden proporcionar orientación personalizada, responsabilidades y aliento. Como Jesús demostró, la profundidad de la relación es a menudo más impactante que el número de personas a las que se les enseña a la vez.

Una razón clave por la que Jesús decidió invertir en un grupo pequeño fue el principio de la multiplicación. En Hechos 2:41-42, vemos que la iglesia primitiva creció rápidamente a medida que los apóstoles, llenos del Espíritu Santo, predicaban el Evangelio y enseñaban a los nuevos creyentes. Este crecimiento fue el resultado directo del entrenamiento y la preparación que los discípulos recibieron de Jesús.

Conclusión

Cultivar una cultura de estudio bíblico en la iglesia requiere paciencia, dedicación y un enfoque centrado en las personas. Como Jesús lo hizo con sus discípulos, nosotros también estamos llamados a caminar junto a otros, invertir en ellos y equiparlos con el conocimiento de la Palabra de Dios. Si seguimos el ejemplo de Jesús y aplicamos principios claros y efectivos, veremos cómo nuestra iglesia crece en amor, conocimiento y acción basados en la Palabra de Dios. Así, se formará una iglesia vibrante y comprometida que refleje el corazón y la misión de Cristo.

  1. Pérez Millos, S. (2009). Comentario Exegético al Texto Griego del Nuevo Testamento: Mateo (pp. 2126-2127). Editorial CLIE. ↩︎
  2. MacArthur, J. (2017). Mateo (R. Acosta, Trad.; pp. 1559-1560). Editorial Portavoz. ↩︎
  3. Stott, J., Atiencia, J., & Escobar, S. (1999). Así leo la Biblia: Cómo se forman maestros de la Palabra (A. Powell, Ed.; 1a edición). Certeza Unida. ↩︎
  4. Whitney, D. S. (2016). Orando la Biblia (J. Mendoza, Trad.; p. 26). B&H Español. ↩︎