“Por tanto, el mismo Señor les dará la señal: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel.” Isaías 7:14 (RVA-2015).
No hay profeta en el Antiguo Testamento que evoque de forma tan precisa, brillante y de manera más hermosa el advenimiento del Mesías que Isaías. Los primeros cristianos se basaron en sus textos para entender el ministerio de Cristo, su muerte y su exaltación. Pasajes como los cánticos del siervo, en especial, Isaías 53, funcionan para articular toda una teología de la expiación sustitutiva, y la vocación de la Iglesia como el remanente escatológico del final de los tiempos. Isaías es citado de forma directa al menos unas 66 veces en el Nuevo Testamento.
El mismo Jesús entiende su papel como el profeta isaítico restaurador y ungido por el Espíritu (Lc. 4; Cf. Is. 61) y Pablo se circunscribe a su legado fundamentándose en él en su “opus magnum”, la carta a los Romanos, para hablar de las promesas de Dios cumplidas a través del ministerio del Mesías. No es para menos entonces, que el evangelio de Isaías es catalogado como el “evangelio del Antiguo Testamento”, y que la retórica del autor, es comparada, o incluso supera, para muchos, con y al mismo Shakespeare.
En una parte de su oráculo, ante la incredulidad de un rey y su corte, surge una promesa que tendría repercusiones eternas y gloriosas. Según nuestro autor, una mujer misteriosa daría a luz a un pequeño que portará un nombre que manifestará la plena revelación de Dios y, por lo tanto, el gran deseo divino y el cumplimiento del pacto: “Caminaré entre ustedes. Yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo” (Lv. 26:12, NVI).
Isaías 7:14 nos dice que nacerá un niño llamado Emmanuel, que a la luz del Nuevo Testamento, entendemos que se trata de Jesús. ¿Pero qué significa este nombre? עִמָּנוּ אֵל
viene del hebreo y se conforma de tres palabras: im ma nu y el. עִמָּ (im) es una preposición “con”, נוּ (nu) es un sufijo pronominal de primera persona del plural, “nosotros”. אֵל (el) es una forma común para referirse a Dios. La traducción es “con nosotros, Dios”, o más refinado: “Dios con nosotros”.
Emmanuel en el contexto del Antiguo Testamento
Mucho se ha dicho acerca de la identidad del pequeño y la mujer en Isaías 7:14. La sección del capítulo 1 al 39 del corpus profético es identificado, incluso por los postulantes de la hipótesis documentaria, como perteneciente al profeta histórico y preexílico (siglo VIII), por lo que su autenticidad de boca de Isaías, al menos para la mayoría de académicos no está en duda, incluso por los estudiosos de las ciencias bíblicas y la crítica textual. La incertidumbre que yace como telón de fondo ante la lectura tradicional de su inmediata identificación con el Jesús histórico se da por el contexto inmediato.
El rey del reino del sur o de Judá, Acaz (735-715 a.C), ante la amenaza de la alianza Sirio-Efraimita, conformada por el reino del Norte de Israel y Siria con los reyes Peka Y Rezín (Is. 7:1-9; 2 R. 15:37-38; 16:1-9; 2 Cr. 28:5-21), se alarma y opta por pedir ayuda a Asiria, una potencia mundial bien organizada, aunque bárbara y cruel, con el fin de colaborar para detener la inminente invasión militar.
Acaz fue conocido por no seguir los buenos pasos del rey que le antecedió, en su lugar, pasó por el fuego a su hijo como sacrificio a Moloc (2 R. 16:3; 2 Cr. 28:3), además de modificar la estructura del templo de Dios y su culto para agradar al rey de Asiria, Tiglat Pileser II (2 R.16:10-18). Sin embargo, Isaías muestra su desaprobación de la decisión real, y relata el rechazo del rey al mandato de Dios: simplemente mantenerse quietos y esperar su intervención, en lugar de conformar alianzas prohibidas que serían luego piedras de tropiezo para Judá.
Mientras Dios prometía con gracia y amor a su pueblo que estas dos naciones confabuladas no prevalecerían, Acaz rechazó su ayuda. Incluso, Isaías le insiste diciendo que se pidiera cualquier señal divina para que el corazón de la nación esté confiado en su Rey en los cielos. En su lugar, el rey desprecia esta petición y la tiene por poco: “No pediré ni tentaré a Jehová” (Is. 7:12).
De allí surge la notable promesa, que representa tanto bendición para los que creen en YHWH, y tanto las consecuencias de la desobediencia y la incredulidad: Una virgen dará a luz y será llamado Emmanuel, “Comerá mantequilla y miel, hasta que sepa desechar lo malo y escoger lo bueno. Porque antes que el niño sepa desechar lo malo y escoger lo bueno, la tierra de los dos reyes que tú temes será abandonada”. (7:15-16, RV60).
La mayoría de comentaristas críticos interpretan que este niño podría tratarse de alguien nacido en el contexto inmediato. Podría ser el hijo de Acaz que le sería señal para ver la destrucción de las dos naciones enemigas. Sin embargo, esto parte del silencio. Más plausible aún, es la propuesta de que podría tratarse del hijo del propio Isaías, “Maher-Salal-Hasbaz” (Is. 8:13) cuyo nombre significa “el despojo se apresura” reiterando la promesa de Emmanuel de la inminencia de la caída de ambos reinos.
Sin embargo, es difícil sostener esta conexión dado que el mismo profeta no llama a su hijo “Emmanuel” lo cual parece complicado si el mensajero de Dios quisiera reflejar una conexión tan trascendental. Como dice J. A. Motyer: “En aquel momento, la esposa de Isaías no era ninguna ʿalmâ, [virgen] ¡ni llamó a su hijo Emmanuel! De hecho, en contraste con la madre de 7:14, que ocupa el centro del escenario, la «profetisa» de 8:1 y ss. es casi marginal”. 1
Si bien es cierto que existe tensión entre lo inmediato y el futuro, otras partes que conforman la sección de 7-11 parecen reflejar que la visión futura de Emmanuel no está descartada. La alusión al alimento del bebé como “mantequilla y miel” muy posiblemente tenga que ver con la escasez nacional por lo crítico de la situación política que el reino de Judá afrontaba en ese momento.
Sin embargo, antes de que el niño pudiera discernir entre lo malo y lo bueno, la tierra que estos dos reyes gobernaban serían saqueadas y perderían su identidad nacional, lo que encaja de manera parecida con la vida de Jesús, quien creció en dificultad y falta de abundancia en la región norte de Palestina. Por ello, tan revelación trascendente de Emmanuel, no puede dejarse solo al contexto inmediato mirando el futuro escatológico del profeta en 9:1-7.
Neftalí y la tierra de Zabulón, por donde se encontraba Galilea de los gentiles en el tiempo del Señor, sufrieron el saqueo y la destrucción, pero tendrían luz de nuevo “porque un niño nos es nacido: Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz con un reino sin fin” (9:6-7).
Difícilmente un ser humano común sería llamado Dios y Padre eterno. Además de que Acaz con su decisión había dejado el contexto mesiánico en una condición precaria, “estaba poniendo en peligro la esperanza mesiánica residente en la casa de David. Debido a su incredulidad, el Mesías venidero nacería en la pobreza, heredero de un trono sin valor en una tierra conquistada”. Todos los demás reyes de la casa davídica serían títeres en manos de extranjeros por la decisión de Acaz, pero Emmanuel sería diferente, a pesar de la opresión, su reinado sería eterno y sin final.
Emmanuel en el Evangelio de Mateo
Mateo el evangelista ve en el nacimiento de Jesús el cumplimiento de la profecía de Isaías (Mt. 1:23) . A través de la narración del anunciamiento angelical a la jóven María no duda en entrelazar el acontecimiento con lo predicho por el profeta. Algunos intérpretes judíos no han estado cómodos con esta interpretación, dado que Mateo enfatiza la virginidad de María como muestra de la realización del oráculo divino.
Retratan al evangelista como deshonesto al usar la palabra “virgen” (παρθένος, parténos) cuando el texto hebreo se refiere a una simple “mujer jóven” (עַלְמָה , almáh). Argumentan además que hay otro término en el idioma que puede referirse a una fémina que no ha conocido varón con exactitud: beṯûlâ. 2
Sin embargo esto no es del todo cierto, en el corpus vetereotestamentario se pueden encontrar referencias a almáh como una mujer jóven no casada siendo “doncella” (Gn. 24:43; Ex. 2:8), incluso, como dice Motyer: En Cantares 6:8 las ʿalāmôṯ, contrastadas con las reinas y las concubinas, son solteras y vírgenes. Así, siempre que el contexto permite un juicio, ʿalmâ no es un término general que significa «mujer joven», sino uno más concreto que significa «virgen».3
Por si fuera poco, la LXX, el Antiguo Testamento traducido al griego usa la misma palabra para “virgén” (παρθένος, parténos) que Mateo en Isaías, lo que refleja el uso común de almah en la cultura judía para referirse a una mujer que no había experimentado relaciones sexuales.
“Traducido es: Dios con nosotros” (v.23). Mateo aprovecha para explicar el acontecimiento de nuevo y el significado de Emmanuel, aunque la mayoría de judíos que iban a la sinagoga tenían en claro a que profeta se estaba refiriendo y el contexto del pasaje, es enfático con intencionalidad para que Jesús sea visto no sólo como el Mesías davídico, sino como YHWH presente.
Leon Morris dice sobre esto: “La cita y la traducción del nombre hebreo subrayan el hecho de que en Jesús nada menos que Dios vino justo donde estamos nosotros. Y al final de este Evangelio está la promesa de que Jesús estará con su pueblo hasta el fin del mundo (28,20)”.4
Dios con nosotros en un mundo sufriente
El nacimiento mesiánico precede al trágico caso de los niños muertos e inocentes a manos de Herodes (Mt. 2:13-23). Esta triste historia refleja la tradición del Éxodo donde los pequeños hebreos eran asesinados para que Israel no conspirara contra el Faraón. Así Mateo vuelve a citar a otro profeta que en su momento se refería a un Israel oprimido que sale de las garras de la esclavitud: “De Egipto llamé a mi hijo” (Mt. 2:15; Cf. Os. 11:1). Jesús es identificado como el Israel de Dios, que como fugitivo y pobre, sale en brazos de sus padres para no ser presa de un poderoso arrogante.
Así en su huída a Nazaret, crecería en Galilea de los gentiles y sería llamado “nazareno” (2:23) aunque su lugar de origen era Bélen de David. En ninguna parte de la Biblia encontramos esta afirmación, ni siquiera en los profetas, como Mateo dice. Sin embargo, el concepto sí que está. Jesús es un fugitivo pobre, crecido en una ciudad no importante para sus compatriotas (¿De Nazaret puede venir algo bueno? exclamaba Natanael; Jn. 1:46). Las Escrituras nos muestran que el rey mesiánico no sería atractivo a la vista de los hombres (Is. 53:2) y cargaría el pecado de su pueblo y la humanidad como abatido y desechado (Is 53).
El Dios de Israel se compadece de los necesitados. Se encarnó para traer justicia a aquellos que en el pasado y hoy, su integridad fue destruida a causa de matanzas, reyes malvados y la tiranía del mundo diabólico. Cuando el mal crece en situaciones que parece que lo recto ha desaparecido, como niños entregados a Moloc en el pasado, o matanzas de los inocentes, aparece un pequeño nacido en un pesebre de una casa común para traer salvación y decirnos a todos que Dios está interesado en su mundo y en las personas que creo. Se identificó con nosotros y fue sometido a las penurias que la humanidad caída e irredenta atravesaba.
Esta navidad, tal mensaje de amor por los menos afortunados debería seguir proclamándose. Dios está del lado del género humano, y ha logrado reconciliar todo consigo mismo a través de Cristo (2 Co. 5:19). En el presente adviento tenemos la oportunidad de ser manos de Dios abiertas para los pobres, cansados y necesitados. Desde luego Dios está, y se ha encarnado y humanado para demostrarnos ello, pero también nos ha indicado el papel de la misión a su Iglesia.
¿Cuántas navidades hemos pasado sin predicar de la futura esperanza que el niño Dios logró para nosotros? ¿hemos considerado a los que perdieron a familiares por una enfermedad terminal, accidente o en una guerra? o aquellos que no tuvieron oportunidad de aprovechar sus días de vida pero se nos han adelantado.
La Navidad suele ser una festividad oscura para muchas personas con cargas que no pueden llevar a causa de la maldad de este mundo. En estos tiempos, podemos seguir predicando al niño Dios, que entre el homicidio, la incredulidad de un rey, y el anhelo de poder de otro, nos reflejó quien era YHWH y su intención de redimirnos de la esclavitud del pecado y de la injusticia.
¡Al final, Dios está de nuestro lado y promete poner en orden todo, cuando su Hijo se manifieste para salvarnos!
- J. A. Motyer, Isaías: Admirable, Padre Eterno, Príncipe de Paz, trans. Daniel Menezo, 2a Edición., Comentario Antiguo Testamento Andamio (Barcelona: Andamio, 2009), 118. ↩︎
- Ibid ↩︎
- Ibid ↩︎
- Leon Morris, The Gospel according to Matthew, The Pillar New Testament Commentary (Grand Rapids, MI; Leicester, England: W.B. Eerdmans; Inter-Varsity Press, 1992), 31. ↩︎