Recuerdo de pequeño crecer con aquellos cantos de antaño que enseñaron teología a muchas personas, que, en mi contexto pentecostal, no eran las más intelectuales ni con mucho conocimiento teológico. Sin embargo, al leer la Escritura, palpaban la buena voluntad de Dios en su propia vida lo que producía cantos como ese: “Al meditar, Dios mío, en las cosas que me has dado, mi corazón se inflama y lleno de emoción, que no encuentro palabras, con que expresar mi Cristo, el agradecimiento de mi alma para ti”.
Esta actitud ante la mano poderosa de Dios y sus hazañas es algo completamente común en las Escrituras. Después del gran Éxodo Moisés hizo un cántico que decía: “Cantaré al Señor, que se ha coronado de triunfo, arrojando al mar caballos y jinetes” (Ex. 15:1). David incita a su ser interior a bendecir a Jehová, por todo lo que ha hecho, tanto sanidad divina y perdón de pecados (una acción a veces casi paralela en el actuar de Jesús con los enfermos). El rey de Israel proclama: “Él es… el que te corona de favores y misericordias” (Sal. 10:3:1-5). Dios espera que seamos agradecidos por lo que él ha hecho.
Colocando la pregunta en el Buscador Inteligente de Logos: ¿qué significa ser agradecidos con Dios? obtuve la siguiente respuesta:
“Ser agradecido con Dios implica reconocer y apreciar Su bondad, soberanía y misericordia en nuestras vidas…esto se manifiesta de varias maneras: adorando a Dios con respeto, reverencia y temor1 reconociendo su control total sobre todos los acontecimientos, y mostrando gratitud a través de nuestras palabras, actitudes y acciones.”2
Como vemos, es una definición completa, la cual desglosamos en el siguiente artículo sobre la gratitud y el contentamiento.
El agradecimiento del cristiano se fundamenta en la promesa de Dios
Nuestro Dios es aquel que se revela a favor de su pueblo con promesas y actos de justicia. La actitud cristiana debe ser de alegría y contentamiento por las bendiciones que el Señor le da. No espera que sus hijos sean ascetas, que se priven del placer y la gracia con una falsa humildad o se castiguen a sí mismos para agradarle. No debemos desentendernos de su actuar en la historia y su redención. Como dice Jürgen Moltmann sobre Jesús: “Los fariseos y Zelotes lo insultaban como comilón y bebedor (Lc. 7:4), porque en medio de la miseria de Israel, no ayuda con sus discípulos, sino que disfruta de banquetes… A pesar de la penuria económica, esclavitud política y opresión religiosa el señorío de Dios era para Jesús ya alegría de bodas”.3
El erudito del Nuevo Testamento, E.P. Sanders han notado como la alegría escatológica de Jesús del adviento del reino de gracia viene hacia los marginados de Israel y no dignos a la luz de la Torah. 4La salvación llegada a ellos, a parte de las abluciones, lavados y la tradición de los ancianos (Mt 15:1-39; Mc. 7:3-13), sino por el simple arrepentimiento a través de su nombre, causaba disgusto ante la élite religiosa y provocaba una oposición al ministerio del Mesías. Pero esa es la base del agradecimiento de nosotros los cristiano, ser recibido a los brazos del Padre cuando éramos los más indignos de tal dicha.
Esto no quiere decir que no debamos vivir con arrepentimiento reverente y temor al Señor, desde luego, es una práctica continua (1 Jn. 1:9; 2:1) y existe una lucha contra el pecado que causa una frustración escatológica por hacer lo que no queremos, tanto por la carne como por el Espíritu (Ro. 7:19-20; Ga. 5:17). Sin embargo, a la par se anima a vivir alegre por todo, con regocijo porque al final, seremos librados del pecado como enemigo cósmico (Fi. 4:4). La alegría cristiana no viene por un simple optimismo psicológico en el florecimiento humano, sino por el Dios que llama y hace tangible su propósito en la vida de sus hijos.
La gracia y el agradecimiento en el Nuevo Testamento
Pablo dice en 1 de Tesalonicenses 5:18: “den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús”. Esta actitud de gratitud se ve reflejada con acciones como el estar gozoso, contento y además, en la súplica de oración de todo creyente que es sustentado por la buena voluntad de Dios debe tener (v.v. 16-17).
Dice Charles A. Wanamaker: “En opinión de Pablo, la oración, la intercesión y la acción de gracias no eran opcionales para el cristiano, sino exigencias que estaban al mismo nivel del comportamiento ético correcto.5 En gran medida esto se debe a que la gratitud es la respuesta a la gracia. Dios toma la iniciativa y pone el querer como el hacer en el hijo de Dios sin anular su responsabilidad (Fil. 2:13).
Es interesante además observar que la palabra que utiliza aquí el apóstol para dar gracias, a saber, eujaristéo, tiene sus raíces en un concepto que Pablo enfatiza una y otra vez en sus cartas, a saber, gracia, del griego jaris. James Dunn sintetiza bien toda esta imaginería superabundante y que permite que el plan de redención sea develado a través del evangelio: “para Pablo, la totalidad de la vida es una expresión de la gracia: la gracia es todo y todo es gracia”.6 Así, las salutaciones de Pablo dejan de tener la típica connotación formal epistolar y en su lugar, son reemplazadas por jaris como expresión de toda una vida envuelta en ella.
Pablo dejan de tener la típica connotación formal epistolar y en su lugar, son reemplazadas por jaris como expresión de toda una vida envuelta en ella.
Sin embargo, surge la necesidad de la superación del pensamiento moderno altruista y romántico que impera en las filas evangélicas que dice que la gracia es una acción de Dios incondicional que no espera absolutamente nada a cambio, y es aquí, donde el agradecimiento como sabiduría ética judía pierde su función en la vida del creyente. John M. G. Barclay, historiador y erudito del Nuevo Testamento, ha escrito acerca de la “circularidad de la gracia” en el contexto greco romano y del judaísmo del segundo templo.
La gracia puede tener diferentes perfecciones en las distintas tradiciones cristianas : 1) Superabundancia; 2) singularidad; 3) prioridad, 4) incongruencia; 5) eficacia; 6) no circularidad.7 Esta última es la que impera en occidente. Sin embargo, también Barclay dice que la prioridad e incongruencia son parte importantes de la perspectiva paulina de jaris. Una perfección habla de la iniciativa de Dios que se acerca a los impíos, y la otra, de que estos a los que se acerca son indignos de tal regalo, debido a su condición pecadora. Hasta aquí, la imagen evangélica es correcta; no obstante, no es verdad que no se esperara algo a cambio. Dice Barclay:
“En la antigüedad, los filósofos insistían en que Dios/los dioses no necesitaban nada a cambio de sus regalos… Sin embargo, generalmente se sostenía que esperaban el retorno de la gratitud, o la alabanza”.8
Es imposible pagar con la misma moneda a Dios, ya que nuestro Salvador nos compró a precio de sangre y nos lavó, no por obras de justicia que nosotros pudiéramos hacer (Ef. 2:8; Ti. 3:5). Sin embargo, sí espera que nuestra vida refleje gratitud, alabanza y una comunión con él. Deberíamos recordar que jaris no puede reducirse al regalo de perdón de pecados en una ficción legal y solamente una absolución forense.
Es necesario ver que la gracia transforma, nos lleva a cada día ser conformados a la imagen del hijo de Dios (Ro. 8:29), aquel que oraba a su Padre agradeciendo por sus proezas (Mt. 11:25). La gracia es justificadora, pero también transformadora. Una vida sin gratitud a Dios no puede ser una vida auténticamente cristiana ¿y cómo? Si los hombres ingratos que conocieron a Dios, pero no le dieron gracias son los que nublan su entendimiento (Ro. 1:21) y se convierten en adoradores de ídolos culturales, como el sexo, el dinero y el placer.
En cambio, los hijos de Dios, son los que reciben el imperativo paulino a que “sean agradecidos, en paz con el cuerpo de Cristo” (Col. 3:15). Los cristianos son aquellos que han sido redimidos en una comunidad de agradecimiento; en ellos mora las palabras de Cristo en abundancia, y cantan salmos e himnos con gracia (jaris) en sus corazones al Señor que con gracia les redimió (Col 3:19). Así, los actos benevolentes hacia su prójimo, como el perdón, la exhortación y la misericordia reflejan la gratitud por la iniciativa misericordiosa de Dios, como decía Jesús: “de gracia recibieron, den gracia” (Mt. 10:8).
El contentamiento: Sé vivir en abundancia y en escasez
Si la gracia es todo, y todo es la gracia, como decía Dunn, es obvio que el creyente al contemplar la gloria de Dios en la faz de Jesucristo ha encontrado el “Shalom” definitivo. Para el judío, Shalom no es, como colocialmente se nos enseña, solamente “paz” como un sentimiento de tranquilidad y a fin a la relajación, sino estar “completos”. La gratitud es un reflejo del contentamiento, el saber que en Cristo estamos plenos, y las glorias de este mundo no pueden comprar esta nueva vida: “Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto” (1 Ti. 6:8).
¿Cuánta gente no se encuentra frustrada, deprimida y ansiosa por no tener las posesiones materiales que le gustaría y no son primordiales para sobrevivir? Vivimos en una época de la apariencia, donde sin un auto del año y una foto en instagram con él, sentimos no alcanzar la “plenitud” y por ende, para el mundo, no sentirnos “completos”. Sin embargo la Biblia presenta un panorama muy diferente de nuestro caminar. Israel debía decir que su padre era un “arameo errante” (Dt. 26:5), que al final fue el padre de la fe de los judíos y gentiles. Ese mismo arameo errante sabía que tenía una ciudadanía en los cielos inmarcesible (Hb. 11:10) por lo que era un extranjero y peregrino.
Si alguien sabía de contentamiento y agradecimiento era el apóstol Pablo:
“No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” (Fil. 4:11-14).
Este es uno de los pasajes más mal interpretados, se ha usado para los post de la ida al gym de miles de jóvenes, o en algún comentario chusco en un buffet de comida china. “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” realmente se trata del contentamiento. El apóstol ha sabido (fue enseñado) a vivir en cualquier tiempo por su entendimiento de la superabundancia de la gracia de Dios, que sea cual sea el panorama (en ese momento que escribía la carta estaba encarcelado), está actuando para el propósito de Dios aunque eso implique que su cuerpo se desgaste (2 Co. 4:16) por los azotes, persecuciones, fríos y dolores, así como dicha, por la abundancia y la bendición financiera.
Todo eso es posible por la gracia de Dios y la unión con Cristo. El cristiano debe vivir contento con lo que tiene, porque aunque no parezca a los ojos del presente siglo malo, está sentado en lugares celestiales con Cristo Jesús (Ef. 2:6), esperando su redención (Ro. 8:23), y puede superar cualquier obstáculo que impida su crecimiento espiritual con contentamiento y amor a Dios. Como dice Grant R. Osborn: Solo Cristo estaba capacitando a Pablo para superar sus circunstancias, dándole paz y satisfacción, ya fuera en tiempos difíciles o abundantes.9
Conclusión
La gracia nos capacita, no para resistir como un estoico indiferente a los embates de la vida. Sino, como seres humanos redimidos gimiendo en el Espíritu esperando su salvación final (Ro. 8:25-26) y que a la vez, tienen agradecimiento y contentamiento en medio de la prueba que caracterizará a todos los que vivan de forma piadosa en Cristo Jesús (2 Ti. 3:12). La imagen perfecta de este caminar es la de Pablo y Silas en la cárcel de Filipo (Hch. 16:25-40).
Ellos cantaban alabanzas a Dios sabiendo que las cárceles y los calabozos más oscuros, no podían quitarle su libertad, pues la Palabra de Dios no está presa (2 Ti. 2:9). No debemos evitarnos sentir tristeza y angustias, pero sí poner la mirada en alto sabiendo que nuestra salvación está más cerca de lo que inicialmente creímos (Ro. 13:11-12). Hoy es un buen día para agradecer al Señor por todo, porque su gracia nos salvó y debemos corresponder a su amor. Así decía otro corito de mi infancia pentecostal: “Demos gracias al Señor, demos gracias… demos gracias al Creador, demos gracias a su amor… por las mañanas las aves cantan las alabanzas a Cristo el Salvador, y tú mi hermano, ¿por qué no cantas las alabanzas a Cristo el Salvador?” Anímate, todo es seguro en su mano.
- Richard Cary y Quentin McGhee, Hebreos (Manual estudiante), ed. Quentin McGhee, Segunda edición., Serie fe y acción (Springfield, MO: Faith & Action, 2011), 174. ↩︎
- John MacArthur, Hechos, trad. Ricardo Acosta, Comentario MacArthur del Nuevo Testamento (Grand Rapids, MI: Editorial Portavoz, 2014), 141. ↩︎
- Jürgen Moltmann, El Dios crucificado (Salamanca, España: Ediciones Sígueme, 1975) ↩︎
- Véase, E.P. Sanders, Jesús y el judaísmo (Madrid, España: Editorial Trotta, 2003). ↩︎
- Charles A. Wanamaker, Las Epístolas a los Tesalonicenses: Un comentario sobre el texto griego, ed. Guillermo D. Powell, I. Howard Marshall, y W. Ward Gasque, trans. Reynaldo G. Medina, El Nuevo Comentario Internacional al Testamento Griego (Fairfax, VA: Fundación Hurtado Fundation, 2018), 201. ↩︎
- James D. G. Dunn, Jesús y el Espíritu, (Barcelona, España: Editorial Clie, 2014), 45 ↩︎
- John M. G. Barclay, Paul & the power of grace (Grand Rapids, Michigan: William B. Eerdmans Publishing Company, 2020), 35-41. ↩︎
- John M. G. Barclay, Paul & the power of grace (Grand Rapids, Michigan: William B. Eerdmans Publishing Company, 2020), 39. ↩︎
- Grant R. Osborne, ed., Filipenses: Versículo a versículo, Comentario Osborne del Nuevo Testamento (Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico, 2020) ↩︎