Reivindicando a María, no a Guadalupe

Reivindicando a María, no a Guadalupe

Para el mexicano promedio diciembre no es solo sinónimo de Navidad, comida, subir de peso y reuniones familiares, sino también de un festejo con un alcance religioso y social como pocos en América Latina: El Día de la Guadalupana.

Celebrado el 12 de diciembre en alusión a la última presunta aparición de la Virgen de Guadalupe en el cerro del Tepeyac ocurrida en 1531, este festejo ha moldeado en gran manera la identidad mexicana. El principal registro histórico que se tiene de estas apariciones se llama Nican Mopohua, palabras en náhuatl que significa “Aquí se refiere”.

En este texto, implicado en debates históricos sobre su autoría1, se narran las apariciones de la Virgen María al indio Juan Diego, revelaciones donde ella se muestra con rasgos indígenas. Este hecho uniría al Catolicismo Romano con la sociedad mexicana de una manera profunda, teniendo a la larga un efecto similar al de la España Católica al enfrentar la Reforma Protestante: Establecer que ser mexicano era, sí o sí, ser católico. 

Tomando el nombre de Tonantzin, que significa “nuestra Madre” y que era el mismo que recibía una divinidad prehispánica, ahora María de Guadalupe tomaba la apariencia de los indígenas mexicanos, uniendo de esta forma al Catolicismo Romano, las raíces indígenas del país, y la identidad mexicana, hecho de forma tangible durante los grandes eventos socio-políticos de su historia. Como explica León-Portilla, autor católico:

Este impacto histórico tiene ya, un efecto a nivel popular. Es común que desde finales de noviembre cientos, quizá miles de hombres y mujeres, viajen a ciudades con iglesias dedicadas a esta Virgen para cumplir promesas tras haber recibido presuntos milagros o para pedir uno. Sorprendentemente en algunas ocasiones dichos viajes de varios kilómetros son hechos de rodillas, causando muchas veces daños físicos crónicos. 

Independientemente de lo que la doctrina católica diga de forma oficial, la festividad mexicana implica también una serie de novenas, o sea, reuniones caseras donde hay cantos, rezos, reflexiones y si, comida (como todo festejo mexicano decembrino).

Todo esto sin contar el amplio despliegue de los medios de comunicación al cubrir el canto que artistas dedican en la Basílica de Guadalupe, lugar que según autoridades municipales recibió a 12 millones de peregrinos entre el 1 y el 12 de diciembre de 2023.3 El diciembre mexicano está, en parte, dedicado a la veneración guadalupana. 

Con este grado de influencia, no es de extrañar que México viva en una suerte de paradoja socio-religiosa en la cual el machismo ha estado presente, pero que a la vez es fuertemente matriarcal, en parte debido a la figura de María. Algunas académicas como Nora Lozano-Diaz, profesora del Hispanic Baptist Theological School han llegado a argumentar que la Virgen de Guadalupe como símbolo religioso ha causado daño a la visión de feminidad que se tiene en país y al desenvolvimiento social de las mexicanas.4

Pero, ¿quién fue María según la Biblia?

Con todo esto en mente, y a pesar de toda la carga cultural, es necesario detenerse y recordar que el personaje tenía en sus orígenes más lejanos a una mujer real cuya vida quedó plasmada en la Biblia en los términos y detalles que Dios quiso que llegaran a nosotros.

Como tal, es de enorme importancia situar a María en la intersección de dos tipos de personas: Una descendiente de Eva en su humanidad, y una mujer que participaba de las bendiciones de ser parte de la comunidad del Antiguo Pacto. 

Usar categorías bíblicas es vital para poder ver a la María bíblica y no a alguna distorsión cultural. María era, según su humanidad, una hija de Eva, y por ende afectada por la “muerte que se extendió a todos, porque todos pecaron” (Rom. 5.12, NBLA. Ver también Rom 3.9). En ese sentido, María era parte de la humanidad caída, de todos aquellos que habían nacido bajo la maldición del Edén. 

Sin embargo María participaba también de la bendición del Antiguo Pacto. Como judía era parte de aquellos que Dios había elegido por puro amor, no por ser los más poderosos, sino los más pequeños (Deuteronomio 7.6-7). De ella eran, según la carne, “la gloria, los pactos, la promulgación de la ley, el culto y las promesas” (Rom. 9.4). 

María era entonces, antes que nada, una mujer caída con la bendición de haber sido formada en medio del pueblo escogido por Dios. Más aún, en Lucas nos topamos con la realidad de que no solo había sido bendecida externamente por el Pacto Mosaico, sino que da muestras de un corazón para Dios. 

Leemos en Lucas 1 que ella tuvo una fe obediente a pesar de dudar al principio. Cuando el ángel le dijo que ella tendría un hijo dada su descendencia con David, que se le daría su trono y su reino no tendría fin (v.32-33), muy posiblemente le vinieron a la mente pasajes como Isaías 9.7, Salmos 89.36-37 y 2 Samuel 7.13, sin embargo, su mente no sabía cómo todo eso sería viable en su realidad biológica, o sea, su virginidad.

Fue la explicación del ángel y el hecho de que “ninguna cosa será imposible para Dios” (v. 37) la que terminó de darle la seguridad y claridad para afirmar que “Aquí tienes a la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (v.38).

María entonces no solo había experimentado todo lo que implica ser un ser humano fuera del Edén, sino que también era objeto de la bendición pactual de Dios y además tenía un corazón dispuesto para el plan del Señor. Esa claridad del plan de Dios no siempre sería tan nítida, y de hecho iría creciendo con el tiempo. Tendría que guardar algunas cosas en su corazón (Lc. 2.19), y Jesús mismo tendría que aclararle otras más adelante no solo a ella, sino a otras personas también (Mt 12.46-49; Lc. 11.27).

En ese sentido, es importante notar que así como lo fueron mujeres del Antiguo Testamento como Sara, Ester o Rut, también María fue un instrumento en manos de un Dios sabio y poderoso, pero su papel debe ser concebido en esos límites, de un instrumento.

Sabía bien que quien hacía las proezas, esparcía a los soberbios, exaltaba a los humildes y colmaba de bienes a los hambrientos era Dios y solo Él (Lc. 1.51-53). Con esa mentalidad de sierva fue que aún después de la resurrección la encontramos haciendo lo que sabía que debía hacer: ser útil a la causa de Dios y al plan redentor del Señor (Hechos 1.14).

¿Cuál es la diferencia entre María y la Virgen de Guadalupe?

Y a todo esto, entonces, ¿cuál sería la diferencia entre la María que presenta la Biblia y la Virgen de Guadalupe adorada (y no “venerada”, pues la práctica casi siempre revela más que una simple admiración) por millones de mexicanos católicos romanos?

En primera, la humildad de un corazón cristocéntrico. Después de los primeros capítulos de los evangelios el personaje de María permanece en silencio. El impacto de su ejemplo piadoso va perdiendo su eco al paso del Nuevo Testamento. Para el momento de la crucifixión, Jesús no la llama “madre”, sino “mujer” (Jn 19.26), dejándola bajo el cuidado de Juan, pero igual integrándola a la comunidad de creyentes. Para cuando los apóstoles plasman su legado epistolar Pablo se limita a decir que “Dios envió a Su Hijo, nacido de mujer” (Gálatas 4.4).

Esto contrasta ampliamente con la idea guadalupana. La doctrina católica señala:

Además de esto, Guadalupe pide un templo, dice la Arquidiócesis Primada de México. 6Aunque intentan matizarlo con que es para mostrar su amor y cuidado, esto dista mucho de la María de la Biblia, que se pierde ante la sombra de la cruz de Cristo.

Lo otro es que María no recibió ni esperaba ningún tipo de reconocimiento especial por ser madre de Jesús. Los sabios y los pastores llevaron presentes para Jesús y le adoraron (Mt. 2.8-11; Lc. 2.15-21), pero María sólo era testigo de la gloria de Dios en medio de los hombres. Por su parte, Guadalupe recibe honores por sus cualidades morales, su vínculo con Jesús, su presunta intercesión y por, según el Catolicismo Romano, ser madre de los creyentes. 7

Y finalmente, la María de la Biblia, al ser testigo de la obra redentora de Dios lo atesoraba en su corazón (Lc.2.19, 51) sabiéndose indigna. Sin embargo, la Virgen del Tepeyac se dice reina de todos los santos y del Universo, idea totalmente ajena a lo que habría en el corazón de la María que se sabía sierva, recordando que Dios no comparte su gloria con nadie (Isaías 42.8).

Los cristianos, María y las razones para hablar más de ella

Con todo esto dicho, es también necesario ver que aunque el extremo del Catolicismo Romano de elevar a María a niveles malsanos, muchas veces bizarros en su expresión cultural, la María de la Biblia sí representa un modelo de entrega a la causa de Dios, de humildad y de una mujer enfocada en su familia y la Iglesia. Sobre esto, Scot McKnight (co-autor del Nuevo Comentario Internacional) hace una buena explicación al señalar que:

Es por eso que María debe salir de la lista de personajes poco estudiados o incluso valorados debido solamente a las malas interpretaciones católicas romanas. El hecho de que María fuera elegida, junto a José, para cuidar al Salvador del mundo durante toda su niñez y juventud deja ver el tipo de persona piadosa que era por la gracia de Dios. 

Los cristianos evangélicos necesitamos a más jóvenes mujeres que acepten con gozo la voluntad de Dios hasta sus últimas consecuencias, justo como lo hizo María. Mujeres que ven más allá de lo que es lógico o incluso a veces lo que es tradicionalmente visto como prudente por el mundo, y dejarse sostener en fe por el Dios del pacto, aquel que prometió a Abraham, cumplió a su descendencia y que ahora veía cumplidas las promesas (Lc. 1.55).

Este tipo de confianza en el Dios Vivo es lo que se necesitan en los hogares evangélicos, en el corazón de cada discípula de Jesús. Después de todo, qué grado de fortaleza y entrega a la voluntad de Dios se requiere para enfrentar hechos sobrenaturales vinculados con tu primer hijo, ver la forma en la que será honrado a niveles que no tenías imaginados, pero que un día un anciano te diga de la nada que “una espada traspasará aún tu propia alma” (Lc. 2.35), teniendo años después un incidente en el que pierdes a tu hijo mayor en una ciudad, solo para encontrarlo teniendo discusiones elevadas, dando muestra de algo más allá de lo que alcanzas a entender.

Conclusión

La festividad mexicana de la Guadalupana ha permeado profundamente a la sociedad de nuestro país. Ha moldeado a cómo las mujeres conciben parte de su feminidad, pero a la vez ha entablado una dinámica paradójica tanto con el machismo como con el matriarcado de la sociedad mexicana. Todo este caos en la identidad nacional dista de lo que María como personaje de las Escrituras buscaba retratar.

Ella, como mujer entregada a la causa del reino de Dios, no debería ser ignorada por los evangélicos, sino tomada como el modelo virtuoso en los límites de lo que Dios ha revelado, aprovechando su vida para guiar a las mexicanas que desean seguir fielmente a Jesús.

  1. Para un análisis detallado ver León-Portilla, M. “Tonantzin Guadalupe. Pensamiento náhuatl y mensaje cristiano en el “Nican mopohua”. (Fondo de Cultura Económica, Edición Kindle, 2012). ↩︎
  2. Ibid. página 95. ↩︎
  3. Recibió la Basílica de Guadalupe a 12 millones 16 mil peregrinos”. La Jornada, 12 de diciembre 2023. https://www.lajornadamaya.mx/nacional/224393/virgen-de-guadalupe-12-de-diciembre-peregrinos-nuestra-senora-de-guadalupe-misa-basilica-de-guadalupe-cdmx-tepeyac-nuestra-senora-de-guadalupe-maria-rosario-# ↩︎
  4. Lozano-Díaz, N. “Ignored Virgin or Unaware Women: A Mexican-American Protestant Reflection on the Virgin of Guadalupe”. En Blessed Mary: Protestant Perspectives on Mary, 85–96. (Louisville: Westminster John Knox Press, 2002) Páginas 85-96. ↩︎
  5. “María, portadora de Jesús”. Ed. Herminio Otero. (Arquidiócesis Primada de México, 2016) Everand, página 141. ↩︎
  6.  ibid. página 126. ↩︎
  7. Ibid. pág.142. ↩︎
  8. McKnight, S. “The Real Mary: Why Evangelical Christian Can Embrace the Mother of Jesus” ↩︎

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