La iglesia contemporánea constantemente se enfrenta a uno de los más grandes retos. Esto es, la manera en que involucramos a los jóvenes dentro de la iglesia. Líderes y ministros se encuentran en la constante batalla de entender cómo hacer esto y la realidad es que no es tarea sencilla.
No existen fórmulas que resulten en un éxito rotundo siempre y cada vez. La realidad es que cada iglesia local es distinta, todos los casos son especiales y muy particulares. Por eso, quiero compartir puntos dignos de considerar como líderes al momento de pensar en cómo involucrar a los jóvenes dentro de la dinámica de nuestra congregación, he notado la existencia de muchas opiniones divididas y poco entendimiento no sólo del tema sino de la generación misma.
Ciertamente, no todas las generaciones son iguales, no obstante, la manera de acercarnos a cada generación emergente no es tan diferente. Aquellas cuyas mentes vienen inmersas en el mundo de la tecnología carecen de ciertas habilidades sociales y con ello, falta de conexión.
Cuando llegan a nuestra iglesia, en ocasiones cometemos el error de colocar sobre ellos nuestras propias expectativas, por ejemplo, esperamos se adapten a nosotros, a nuestra cultura, nuestra forma de comunicación e incluso nuestra manera de entender las cosas.
Este punto ha adquirido una esencia tremendamente peligrosa, precisamente es el punto débil de muchas iglesias aunque la fortaleza de aquellas que hacen todo lo posible por atraerlos, cueste lo que cueste aún si es necesario diluir u omitir la verdad con tal de llamar la atención de dicha generación.
Observar, aprender, escuchar y dialogar
Los jóvenes y adolescentes son un grupo muy especial. A través de la Búsqueda inteligente, y en conjunto con la herramienta Resumen de Logos, pude descubrir el curso de Educación Móvil “ED281 Comunicar a la juventud” (McGever, 2023) donde se habla de que los jóvenes se encuentran en el punto más alto de una cantidad inmensa de cambios tanto biológicos como neurológicos e intelectuales.
Su capacidad de razonamiento abstracto comienza a desarrollarse y a formarse, lo cual significa que se encuentran en un proceso de definirse a sí mismos y descubrir su identidad.
Es una etapa muy importante, ya que dicha formación de identidad es moldeada para bien o para mal a partir de las ideas de quienes les rodean sobre ellos mismos, en especial las personas que son más importantes y que pertenecen a su núcleo más cercano.
Esto es un arma de doble filo. Puede ser la oportunidad perfecta para ayudarles en dicha formación con verdades bíblicas y así cimentar una identidad robusta en la verdad, Cristo mismo; o una desventaja que puede resultar en un éxodo de adolescentes con una opinión muy dura sobre la iglesia.
¿Qué pasa? Como líderes o ministros nos esforzamos por que los jóvenes aprendan la manera en que nosotros entendemos la iglesia, enseñamos verdades bíblicas, lanzamos información a diestra y siniestra, y esperamos que alguna semilla caiga en tierra fértil. Pero ninguna lo hará si, más bien, no buscamos nosotros entenderlos ni aprender de ellos.
He escuchado a líderes sostener que lo único realmente necesario saber de los jóvenes es que son pecadores y con eso se trabaja, pero esa realidad no es la única a considerar cuando tratamos con ellos, necesitamos aprender de ellos. Para esto, es importante dejar de escudarse en la comodidad del monólogo de un sermón y aperturarse a la aventura de involucrarnos así como de dialogar.
El diálogo nos ayudará a comprender sus luchas, su manera de procesar y entender la realidad de la iglesia, el papel de esta en sus vidas, de Dios y de Cristo como Salvador. En este ejercicio descubriremos que las razones por las cuales asisten a la iglesia o a la reunión de jóvenes no necesariamente es por querer aprender de la Palabra de Dios.
Muchos al saber esto probablemente sientan angustia, pero deben saber que eso está bien. Es normal. Los jóvenes, naturalmente no buscarán la Palabra de Dios así como tú y como yo en algún momento de nuestra vida.
Existen casos muy raros en los cuales su motivación sí será esto, y aún con esos chicos es necesario ser todavía más cuidadosos para ayudarles a asimilar las enseñanzas de la Escritura con madurez y a vivirla con Gracia y Verdad.
Comunidad
Lo que los jóvenes buscan con mucha más frecuencia y, de hecho, resulta en una necesidad de la formación de su identidad es pertenecer a una comunidad donde se sientan seguros.
Este es el mayor reto cuando nuestra iglesia decide comenzar su ministerio juvenil. Puede llegar a ser desesperante al inicio porque los líderes sentirán que el grupo no coopera, y probablemente sea así.
La realidad es que un ministerio juvenil, en sus inicios no será atractivo para muchos, en especial porque existen otros grupos que ofrecen un espectáculo y requieren nada o poco compromiso.
He escuchado a pastores señalar categóricamente que los ministerios juveniles no son para entretener a los chicos, sino para que conozcan la Palabra de Dios, por lo tanto se deberían eliminar o reducir el tiempo de las actividades de integración e incrementar el tiempo de enseñanza. Entiendo el punto y la preocupación, pero eso únicamente evidencia el desconocimiento de sus jóvenes.
La radicalidad de estas opiniones puede provocar que los chicos no quieran volver, seguramente se dirá que rechazaron la Palabra de Dios, pero la realidad es que rechazaron la actitud inflexible y un espacio donde no se sintieron comprendidos ni escuchados.
Si el líder se desespera y se vuelve inflexible, perderá la confianza de ellos y preferirán el espectáculo sin compromiso, lo cual no es sano. De nuevo, el grupo se comprometerá cuando haya una comunidad que puede formarse en libertad y en la cual se sienten comprendidos, identificados, escuchados y considerados.
Esto no significa dejarles hacer lo que quieran, sino brindarles una comunidad en la cual puedan identificarse. Estas relaciones son cruciales para ellos como parte de su desarrollo bio-psico-social, ya sea para bien o para mal; pero si no les brindamos la oportunidad de formar una comunidad en un espacio seguro como lo debería ser la iglesia, entonces nos arriesgamos a que esa comunidad la encuentren en otros espacios que quizás los lleven a rechazar a Cristo.
Francis Chan comentó acertadamente que aquello que usemos para atraer a la gente a la iglesia, es lo mismo que tendremos que usar para que se queden (Chan, 2018).1 A esto, muchos teólogos diremos que lo que debería atraer a las personas a la iglesia es el Evangelio, sin embargo, en la práctica, muy pocas personas se acercaron a la iglesia por el Evangelio mismo.
El comentario de Chan está más inclinado hacia aquellas iglesias que buscan atraer a las personas con grandes campañas de marketing, luces, y espectáculos que se asemejan a conciertos.
Cosas muy atractivas que llaman la atención de grandes multitudes. Pero ¿qué pasaría si un día todo eso desapareciera? Si ya no se pudieran tener ese tipo de reuniones y sólo tuviéramos unas sillas, café y nuestra Biblia, ¿esas mismas personas se sentirían atraídas por tal sencillez? Definitivamente esto nos pone a pensar.
Si somos observadores, podremos notar aquello que constantemente atrae a las personas aparte de los grandes espectáculos es la conexión con la comunidad. Muchos son capaces de renunciar a los grandes espectáculos cuando encuentran una comunidad en la cual se sienten cobijados.
Si esto sucede con los adultos, con mucho mayor razón sucede con los jóvenes. Qué mejor estrategia para la iglesia, que sea ésta la que haga que la gente desee quedarse en una congregación.
Como ministros y líderes nos ha costado trabajo entender que la comunidad es una puerta de entrada al Evangelio o la patada que empuja a la gente fuera de la iglesia. En los ministerios juveniles, esto no es la excepción. Por ello, debemos ser sumamente intencionales en impulsar los elementos que nos ayuden a hacer una comunidad para ellos.
Liderar con Verdad y Gracia
Cuando nuestros jóvenes han encontrado una comunidad con la que se identifican, se sienten seguros y confiados, estarán dispuestos a emprender proyectos juntos.
Sé que esto puede sonar a una sugerencia de, en el proceso, dejar a un lado el Evangelio, sin embargo, lo que quiero transmitir es la importancia de la existencia de una comunidad a la cual puedan pertenecer, cuando la encuentran hallan el impulso y la inspiración para hacer cosas juntos.
En la sinergia existente dentro de esa comunidad, el papel de los líderes influye mucho, no sólo para la sinergia sino para darle a esa comunidad un propósito: el Evangelio.
Como líderes, debemos entender y mantener el equilibrio entre nuestra forma de relacionarnos e involucrarnos en sus vidas, así como la habilidad para liderar e influir en ellos con el Evangelio mismo.
Muchos cometen el error de convertirse en una especie de policía moral, y les reparten a los chicos una lista de qué sí se puede hacer y qué no. Esto provoca una sensación de sometimiento y control que con cada generación que llega, el rechazo es más fuerte e incluso violento. Además, esa actitud no refleja en absoluto la de un líder de principios bíblicos. Necesitamos reflejar el liderazgo de Jesús.
Un pasaje revelador sobre cómo es el liderazgo de Jesús es Juan 1:17 donde habla sobre Moisés como aquel que recibió y comunicó la ley, y Jesús como aquel en quien la gracia y la verdad fueron hechas realidad.
Estos dos conceptos, en este contexto, nos muestran lo que Jesús mismo dijo sobre que no venía a abolir la ley sino a cumplirla. La ley que conocemos como “Ley de Dios”, no es una invención de la religión o algo que Dios mismo se sacó de la manga, sino una expresión objetiva de las leyes que nos rigen y reflejan la naturaleza de nosotros como creación de Dios.
Jesús no ignora esto, si debiera emitir juicio sobre nosotros, vería que todos hemos quebrantado esa ley, no sólo por pecar delante de un Dios santo, sino al romper el diseño que hay en nosotros.
No obstante, Juan 3:17 dice que el papel de Jesús no es juicio sino salvación, por lo tanto, en Cristo vemos la verdad (la ley) y la gracia (justificación) operando perfectamente en Sí mismo.
Al escuchar las enseñanzas de Jesús y observar cada uno de sus pasos, podemos ver que Jesús jamás diluyó la ley, lo cual es bueno delante de los ojos del Padre, pero nunca significó una excusa para no ser amable, amoroso, manso con quienes necesitaban esa caricia cálida Suya, y piadosamente firme con aquellos que se le oponían o le tendían trampas.
Respondía con amor, sabiduría, humildad y nunca visceralmente, da la impresión de que a pesar de la mala actitud de ciertas personas, Jesús siempre buscaba genuinamente enseñar o plantar semillas que en algún momento germinarían en el corazón de quienes las recibían; no se desentendió de sus opositores, al contrario, mostraba un verdadero interés en tocar sus corazones con la Palabra de Dios, de otro modo no se detendría a debatir conceptos, o la ley misma con ellos. Algo fascinante de estudiar.
De esa manera, si nosotros deseamos ser líderes de jóvenes conformados a la imagen de Jesús, la gracia y la verdad deben estar presente en nuestro estilo de liderazgo. Esto es, sin dejar de lado aquello que pertenece a la Verdad, es decir, las implicaciones de una vida profundamente arraigada en Cristo, presentamos dicha Verdad, su importancia en nuestra vida y nuestra relación con Dios, pero no como un yugo que exige perfección y destruye la personalidad e identidad de los jóvenes, sino como Jesús mismo lo hizo: con amor y ejemplo.
Jesús vivió una vida ejemplar y lideró de la misma manera, aún siendo Él la Verdad, dió ejemplo de cómo eso se ve manifestado en la experiencia humana. Habló de esto, pero no como una exigencia descalificativa, sino como una verdad objetiva con el fin de que aquellos quienes escuchan se dieran cuenta de su necesidad espiritual y lo lejos que estaban de una verdadera relación con el Padre.
Al abrir sus ojos, Jesús, con Su amor tan característico, los guía de vuelta a Dios y les enseña a vivir bajo la Verdad pero lo hace con Gracia.
Los jóvenes necesitan ser enseñados de esta misma manera. Aún cuando atraviesan por una crisis de fe, donde emergen dudas genuinas que pueden ayudar a afianzar su fe o definitivamente abandonarla.
Como líderes necesitamos perder el miedo a esas preguntas y ser lo más honestos posible con ellos, de nuevo, con Gracia y Verdad. Influimos en ellos con el ejemplo, enseñamos toda sabiduría que proviene de la Verdad revelada en Cristo y lo hacemos con la Gracia con que Jesús enseñó a Sus discípulos y a nosotros.
No exigiendo perfección sino en el presupuesto que en nuestra imperfección nos equivocamos, nos caeremos, pecaremos, y a pesar de eso Jesús extiende Su mano, nos ofrece perdón, gracia y Salvación; del mismo modo nosotros hemos de hacerlo con nuestro grupo de jóvenes, no descuidar la Verdad, sino presentarla con Gracia.
- Chan, F. (2018). Cartas a la iglesia. David C. Cook ↩︎