Cualquier persona que conozca la Biblia sabe que en ella se habla de ángeles y de demonios. Pero la mayoría se sorprendería al saber que no existe un versículo en la Biblia que explique de dónde provienen los demonios.
Los cristianos generalmente asumen que los demonios son ángeles caídos, desterrados del cielo junto con Satanás (el diablo), justo antes de la tentación de Adán y de Eva. Pero ¿adivinen qué? No existe tal historia en la Biblia. La única descripción de algo similar se encuentra en Apocalipsis 12:9, pero el motivo de ese episodio es el nacimiento del Mesías, un evento muy posterior a Adán y a Eva. La idea de una primigenia caída de los ángeles en realidad proviene de la tradición de la iglesia y del gran poeta inglés John Milton y de su poema épico, El Paraíso perdido.
De hecho, existe una respuesta muy sencilla a esa pregunta, pero probablemente usted nunca la había escuchado. En antiguos textos judíos, como los Manuscritos del Mar Muerto, los demonios son descritos como los espíritus desencarnados de los gigantes nefilitas que murieron en el tiempo del gran diluvio.
Me imagino lo que está pensando: “Mike, estás tratando de asustarme porque es época de Halloween”. Admito que esto es gran material para Halloween, pero estoy hablando muy en serio. Lo voy a explicar a grandes rasgos, pero si le interesa toda la información bibliográfica y el academicismo de altura, tendrá que leer mi libro, El Mundo Invisible: Recuperando la cosmovisión sobrenatural de la Biblia.
Aunque mencioné los Manuscritos del Mar Muerto, no quiero confundirlo. Esa explicación del origen de los demonios tiene un sólido fundamento en el texto bíblico, aunque no es algo obvio –al menos, no para nosotros. Para un lector de la antigüedad, alguien que vivió en los tiempos bíblicos, esa explicación habría sido muy evidente. Pero para que nosotros entendamos lo que ellos entendieron, debemos regresar al relato bíblico del gran diluvio.
Los hijos de Dios, los nefilim, y los apkallu de Mesopotamia
Los primeros cuatro versículos del relato bíblico del gran diluvio se leen así:
Luego los seres humanos comenzaron a multiplicarse sobre la tierra, y les nacieron hijas. Los hijos de Dios vieron a las hermosas mujeres y tomaron como esposas a todas las que quisieron. Entonces el Señor dijo: «Mi Espíritu no tolerará a los humanos durante mucho tiempo, porque sólo son carne mortal. En el futuro, la duración de la vida no pasará de ciento veinte años». En esos días y durante algún tiempo después, vivían en la tierra gigantes nefilitas, pues siempre que los hijos de Dios tenían relaciones sexuales con las mujeres, ellas daban a luz hijos que luego se convirtieron en los héroes y en los famosos guerreros de la antigüedad. (Génesis 6:1-4, NTV)
Los hijos de Dios –los ángeles, en un lenguaje más común–, transgredieron el límite divino establecido entre el cielo y la tierra al concebir hijos con las mujeres humanas. Esos hijos son conocidos como los nefilim. El término nefilim no significa “ángeles caídos”; significa “gigantes”. Aquellos que deseen leer la investigación académica detrás de esa aseveración pueden leer El Mundo Invisible. Por ahora, debemos enfocarnos en el hecho de que los académicos estudiosos del sistema cuneiforme antiguo –la escritura cuneiforme en tabletas de arcilla encontradas en la antigua Mesopotamia– han descubierto recientemente en esas tabletas relatos explícitos y claros que son paralelos a Génesis 6:1-4, que validan lo que estoy argumentando, y que explican por qué ese curioso detalle se menciona en el relato del diluvio.
Estos apkallu de segunda generación no solo eran híbridos divinos y humanos, sino que también eran descritos como gigantes en las épicas de Mesopotamia. Gilgamesh es quizás el ejemplo más conocido.
En la religión mesopotámica, los seres divinos conocidos como apkallu son un punto central de la versión mesopotámica del relato del diluvio. Los apkallu brindaban el conocimiento divino a la humanidad. Se les atribuía el haber enseñado a la gente de Mesopotamia lo que necesitaban saber para poder establecer una civilización humana. Cuando los grandes dioses decidieron que los humanos eran una molestia muy grande e irritante que debía ser exterminada, a los apkallu se les ocurrió un plan para preservar el conocimiento divino que la humanidad necesitaba: concebirían hijos con las mujeres humanas. Desde luego, su plan funcionó, pues los humanos cuasi dioses que sobrevivieron al diluvio –también conocidos como apkallu– reconstruyeron la civilización humana. Ellos fueron los famosos guerreros cuya astucia y grandes hazañas dieron lugar a la grandeza de ciudades como Babilonia. Estos apkallu de segunda generación no solo eran híbridos divinos y humanos, sino que también eran descritos como gigantes en las épicas de Mesopotamia. Gilgamesh es quizás el ejemplo más conocido. Es descrito como “el señor de los apkallu” en una inscripción cuneiforme en un pequeño sello de arcilla.
Pero ese no es el punto. Cada elemento del relato bíblico –los seres divinos que cohabitan con las mujeres humanas y conciben una descendencia de gigantes– también son representados en el relato mesopotámico. Tanto los padres divinos como sus descendientes gigantes son identificados como apkallu en las fuentes de escritura cuneiforme. A propósito, algunos arqueólogos han descubierto estatuas de los apkallu incrustadas en los cimientos de las murallas que se usaban como protección contra espíritus malignos. Dichas estatuas incrustadas son descritas mediante el término mesopotámico mats-tsarey, que significa “vigilante”.
Aunque eso es interesante –y extraño–, se preguntará qué relación tiene con los demonios. La respuesta está en la teología.
“Los anaceos, que eran considerados refaítas” (Deuteronomio 2:11)
Génesis 6:1-4 fue escrito por israelitas que querían dejar algo muy claro: los apkallu anteriores al diluvio no eran seres buenos. Lo que habían hecho era perverso, y la descendencia de gigantes apkallu producto de su transgresión era enemiga del verdadero Dios del cielo. De hecho, esa misma descendencia de gigantes estaba decidida a exterminar a Israel muchos años después.
En la historia bíblica posterior, durante los días de Moisés y de Josué, los israelitas se encontraron con varios grupos de enormes guerreros conocidos como anaceos. Números 13:32-33 nos dice específicamente que los anaceos provenían de los nefilim. Esos clanes de gigantes eran conocidos por otros nombres: emineos, zamzumitas y refaítas (Deuteronomio 2-3). Las batallas por el control del territorio requerían la destrucción de los gigantes anaceos, razón por la cual Josué relató la conquista del territorio de esta manera: “Ninguno de los anaceos fue dejado entre los hijos de Israel, sino algunos en Gaza, Gat y Asdod”. Aquellas eran tres ciudades filisteas. Goliath provenía de una de ellas –Gat– en los días de David (1 Samuel 17:4).
La clave para entender por qué estos gigantes eran percibidos como demonios en las fuentes bíblicas –una idea que recibió mucha atención en los textos judíos escritos después del Antiguo Testamento–, es el término refaim –los refaítas–. En el Antiguo Testamento, los refaim son descritos como guerreros gigantes (Deuteronomio 2:8-11; 3:1-11; Josué 13:12), pero también son descritos como temibles y siniestros espíritus desencarnados –las sombras– del inframundo, conocido como el Seol en hebreo (Isaías 14:9; 26:14; Job 26:5). Por esa razón, los espíritus desencarnados de estos gigantes eran asociados con la morada de los muertos, algo a lo que todos temían, puesto que todos temían a la muerte.
Pero los refaim tenían otra desagradable asociación. Existen aproximadamente 10 referencias en el Antiguo Testamento sobre un lugar conocido como el “valle de Refaim” (por ejemplo, 2 Samuel 5:18, 22; 23:13). Josué 15:8 y 18:16 menciona que el valle de Refaim colindaba con otro valle –el valle de Hinom, también conocido como el “valle del hijo de Hinom”. En hebreo, “valle de Hinom” se escribe “Gehinnom”, un término del que se deriva el nombre “Gehena”, que es conceptualmente asociado con el Hades y el infierno en el Nuevo Testamento.
Reuniendo las evidencias
Aunque este trasfondo supernatural ha sido ignorado por la mayoría de los pensadores cristianos en la historia del cristianismo hasta nuestros días, era un hecho bien conocido para la generación de los judíos que vivieron justo después del periodo del Antiguo Testamento –que los académicos identifican como el periodo del “Segundo Templo”, mejor conocido como el “periodo inter-testamentario”. Fue en este periodo que libros como 1 Enoc fueron escritos, como también lo fueron los Manuscritos del Mar Muerto.En el libro de 1 Enoc los infames hijos de Dios mencionados en Génesis 6:1-4 no solo son identificados como ángeles, sino que son nombrados “vigilantes”. Su vínculo con los apkallu de Mesopotamia es evidente e inconfundible. 1 Enoc describe el modo en que los “vigilantes” y sus descendientes fueron el origen de los demonios:
Y sucedió que, después de que los hijos de los hombres habían crecido en aquellos días, les nacieron hermosas y atractivas hijas. Y los ángeles, los hijos de los cielos, las vieron y las codiciaron, y se dijeron unos a otros: “He aquí, elegiremos para nosotros esposas de entre los hijos de los hombres, y engendraremos hijos para nosotros” (6:1-2).
Y tomaron esposas para sí, y cada una eligió una para sí, y comenzaron a acercarse a ellas, y se mezclaron con ellas (7:1).
Entonces Miguel, Gabriel, Surjân y Urjân miraron hacia abajo desde el cielo y vieron la gran cantidad de sangre que se había derramado sobre la tierra, y toda la maldad que se había cometido sobre ella (9:1).
Y las mujeres dieron a luz gigantes, y por ello toda la tierra se llenó con sangre y maldad. Y ahora, he aquí, las almas que han muerto lloran y lamentan a las puertas del cielo, y sus gemidos ascienden, y no pueden escapar de la maldad que se comete en la tierra (9:9-10).
Y Dios le dijo a Gabriel: “Ve contra los bastardos y aquellos desechados y contra los hijos de fornicación, y destruye a los hijos de fornicación y a los hijos de los vigilantes de entre los hombres; sácalos y déjalos sueltos para que puedan destruirse unos a otros asesinándose; porque sus días no serán largos (10:9).
Cuando todos sus hijos se hayan matado unos a otros, y hayan visto la destrucción de sus seres queridos, átenlos bajo las colinas de la tierra durante setenta generaciones, hasta el día de su juicio y de su fin, hasta que el juicio final haya pasado por toda la eternidad (10:12).
Y ahora los gigantes, que han sido engendrados de cuerpo y carne, serán llamados espíritus malignos en la tierra, y sus moradas estarán sobre la tierra. Los espíritus malignos proceden de sus cuerpos; porque fueron creados desde arriba, su principio y primer fundamento era de los santos vigilantes, serán espíritus malignos sobre la tierra y serán llamados espíritus malignos (15:8-9).
1 Enoc describe a los gigantes como “espíritus bastardos”, una frase usada para referirse a los demonios en distintas porciones de los Manuscritos del Mar Muerto.
Un salmo no canónico encontrado entre los Manuscritos del Mar Muerto se refiere a los demonios como “la descendencia del hombre y la semilla de los santos”, una evidente referencia a los espíritus desencarnados de los descendientes divinos y humanos mencionados en Génesis 6:1-4.
Acerca del libro “Demonios: Lo que la Biblia realmente dice sobre los poderes de las tinieblas”
La verdad sobre los demonios es mucho más extraña, e incluso más fascinante, de lo que se cree comúnmente.
¿Son los demonios reales? ¿Son criaturas rojas con perillas sosteniendo horquillas y sentadas en los hombros de la gente mientras susurran cosas malas? ¿Se rebeló realmente un tercio de los ángeles con Satanás? ¿Son demonios y “principados y potestades” sólo diferentes términos para las mismas entidades, o son miembros diferentes del reino de las tinieblas? ¿Es el mundo un caos debido a lo que sucedió en Edén, o hay algo más en la historia del mal?
Lo que la gente creía sobre las fuerzas espirituales malignas en los tiempos bíblicos antiguos es muy diferente de lo que se ha hecho creer a la gente sobre ellas hoy. Y esta cosmovisión antigua falta en la mayoría de los intentos de tratar el tema.
En su libro “Demonios: Lo que la Biblia realmente dice sobre los poderes de las tinieblas”, Michael Heiser desacredita las presuposiciones populares sobre los poderes reales de la oscuridad. Más que tradiciones, historias, especulaciones o mitos, esta obra se basa en lo que la gente de la antigüedad tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento creía sobre las fuerzas espirituales malignas y en lo que la Biblia realmente dice. Saldrá con una sólida comprensión bíblica de los demonios, la rebelión sobrenatural, los espíritus malignos y la guerra espiritual.
El Dr. Michael S. Heiser es el editor académico de Logos Bible Software. Su variada formación académica le permite operar en el ámbito de la erudición crítica y la comunidad cristiana en general. Su experiencia en la enseñanza a nivel de pregrado y la escritura para el laico contribuyen directamente al objetivo de Logos de adaptar las herramientas académicas para todos, no solo los especialistas.