A pesar de que han pasado poco más de 20 años desde la última vez que tomé clases, el inicio de un nuevo periodo escolar me genera nostalgia. El poder oler mis libros nuevos, mis libretas recién forradas, los lápices de colores y el maravilloso juego de geometría era algo indescriptible y me llenaba de expectativas y al mismo tiempo me retaba a tener un mejor aprovechamiento académico.
No obstante, aunque el sentimiento que tenía al principio por tener útiles nuevos y su gratificante olor; se volvía en algo completamente desagradable al ver que no podía alcanzar buenas calificaciones.
Mis notas en álgebra y matemáticas eran suficientes para lograr pasar de grado, aún recuerdo como batallaba por aprender de memoria las tablas de multiplicar y las incontables lágrimas para lograrlo. Mi promedio en esta área fue apenas, suficiente para pasar de año.
Tiempo después, durante mi formación media superior; por fin pude obtener el anhelado diez en trigonometría y me sentí muy satisfecho por mi aprovechamiento, esto hizo que me relajara en mi tiempo de estudio y prestara atención a otras cosas no provechosas. Poco tiempo después, en mi época universitaria, casi pierdo la beca de excelencia por un horroroso seis en estadística.
¿A qué se debió si ya había dominado esta materia? ¿Será que confié mucho en mis habilidades y olvidé ejercitarlas o aprender nuevas técnicas?
Durante nuestro ejercicio ministerial, cada día estamos expuestos al mundo, las ideologías “nuevas” y viejas, las cuales hay que afrontar con una perspectiva bíblica, renovada y adecuada con un lenguaje actual, totalmente entendible a la iglesia.
Pese a esto, confiamos en el conocimiento ya adquirido, en los manuales que leímos en el seminario o en los diplomados cursados anteriormente. El apóstol Pablo, aún teniendo mucho de qué confiar en la carne– (Fil. 3:3-6) dijo que todo esto lo tenía como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, (v8) – sabiendo que – yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante…
Este es un claro ejemplo de una formación continua, con una perspectiva sincera de la vastedad del conocimiento que aún nos falta por adquirir en las Escrituras y la profunda necesidad que tiene la iglesia por conocer a Dios.
¿Cómo podemos continuar nuestra formación diaria como ministros a fin de “asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús”?
Te invito a descubrir una nueva perspectiva ministerial a través de la mano de los maestros y decanos de los mejores seminarios teológicos en el mundo para el desarrollo integral de tu ministerio y la edificación del cuerpo de Cristo. En Logos Español hemos preparado herramientas que han sido seleccionadas, con el objeto de reavivar tu anhelo por el estudio profundo y eficaz de las Escrituras y la expansión de tu perspectiva teológica en temas relevantes.