Los reformadores que trastornan el mundo

El Cristianismo siempre ha tenido un efecto transformador en este mundo. La llegada del rey Jesús, que vino juntamente con Su reino, comenzó un proceso en el que la fe cristiana no solo impactó el corazón de millones de hombres y mujeres, sino que dió forma a la civilización Occidental. 

El testimonio histórico de tal proeza que tuvo a Dios por autor inició su trayecto en el libro de los Hechos. En el capítulo 17 nos encontramos la historia de la llegada del evangelio a Tesalónica, cuando un grupo de judios generó un disturbio para atentar contra Pablo y su equipo misionero; clamaron a las autoridades de la ciudad señalando que “estos que trastornan el mundo entero también han venido acá” (v.6). 

Como señala Hendricksen al explicar esta porción:

El impacto inicial que la fe cristiana generó, y sigue generando, es debido a que sus postulados calan profundo en el corazón humano, provocando molestia en algunos, a tal grado de rechazarlo abierta y groseramente, mientras que traen esperanza y gozo en otros. 

Este tipo de reacción ha sido un patrón a lo largo de la Historia de la Iglesia, y podemos verlo también en dos de los periodos que mayor impacto han tenido en nuestro mundo posmoderno a pesar del rechazo de un mundo hostil a Dios, uno en el ministerio del pre-reformador Juan Huss, y otro durante la Reforma con Martín Lutero y Juan Calvino.

El destello de la Reforma

Hus no fue el primero en buscar reformar a la Iglesia, sin embargo, algunos académicos consideran que si no hubiera terminado en la hoguera, hubiera sido el primer reformador en lugar de Lutero.

Hus nació en la actual República Checa en 1369, justo en los últimos años de la Baja Edad Media. Fue criado por su madre en medio de una tensión social y política entre los alemanes y los checos. Sin demostrar al principio alguna gran habilidad en los estudios, fue desarrollándose hasta destacar en sus estudios superiores de Filosofía y Teología en la Universidad de Praga, donde logró ser rector cerca de 1402. En dicha posición destacó su liderazgo y se dio a conocer en la región por sus dones como predicador, a tal grado que la realeza iba a escucharlo. Sin embargo, el camino de Hus fue trazado desde antes por ciertas influencias. 

Hubieron tres factores que dieron paso e influenciaron la tarea que Hus inició. El primero, que desde hace varios años existía una conexión política y académica entre Inglaterra y Bohemia, lugar en que se desarrolló el ministerio de Hus, esto debido al matrimonio entre Ricardo II de Inglaterra y Anna de Luxemburgo. Este vínculo facilitó que jóvenes egresados de la Universidad de Praga siguieran sus estudios en la Isla británica, sobre todo en Oxford. 

Relacionado directamente con esto, las ideas del pre-reformador inglés John Wycliffe se abrieron paso hasta Praga, esto es, a las manos de Huss y de muchos otros más. Y por último, la labor de otros predicadores antes de él en su región: Conrad de Waldhausen, Jan Milíc y Mateo de Janow. Sobre este último Kuhns y Dickie señalan:

Con todo este impulso, Hus tomó mayor fuerza con su movimiento tras ser constituido como sacerdote en 1403. Lanzó fuertes críticas contra Roma, llevando el mensaje de la Palabra de Dios en el idioma común de su pueblo, o sea, el checo. Sobre esto, Latourette señala:

A pesar del apoyo popular, y de convertirse en un símbolo nacional, cosa que Hus demeritaba, sus fuertes críticas al Papa y al alto clero se fueron ganando el rechazo de su facultad universitaria. Finalmente, luego de que el Papa condenó las enseñanzas de Wycliffe, quemó copias de sus escritos, y que el predicador checo se negó a aceptar tales acciones, dado que abrazaba muchas de las doctrinas de Wycliffe, Hus fue excomulgado en 1412.

Sin el apoyo de sus colegas, Huss abandonó su ciudad y predicó en varias áreas rurales. Su caso entonces llegó al Concilio de Constanza, ante el cual decidió presentarse para explicar sus convicciones. El emperador Segismundo le prometió un salvoconducto para que a pesar de los edictos contra él pudiera exponer su causa. Lamentablemente los poderes de este mundo abandonaron Hus, aunque el Buen Pastor lo sostendría en su hora más oscura. 

El Concilio de Constanza enjuició al pre-reformador, leyéndole cargos en su contra. Hus titubeó, pero se mantuvo firme. Latourette explica:

Portando un sombrero con dibujos de demonios, las autoridades quemaron a Hus en la hoguera. El hombre de Dios soportó con gozo y esperanza ese último tramo de su peregrinar, dejando su alma en manos del Señor.

El profeta de la Reforma

Cien años después de que Hus fuera quemado en la hoguera, un joven monje alemán inició un movimiento que transformaría el mundo para siempre. Martín Lutero nació en 1483, hijo de agricultores que lograron abrirse paso en el negocio de la minería. Hans Lutero, su padre, nunca imaginó que el hijo que lo desilusionó al dejar la prometedora carrera de Derecho, traería tanta gloria y polémica al apellido al convertirse en el hombre que trastornó el mundo a tal nivel que para muchos pondría los cimientos de uno nuevo. 

Se cuenta que un día cuando Lutero viajaba a su casa desde la Universidad quedó atrapado en una tormenta eléctrica en campo abierto. Desesperado ante el torrencial, experimentó un terror que lo hizo pensar en cosas eternas. Un rayo cayó cerca de él, dando pie a que, al clamar a Santa Marta, rogase que si salía de aquella tormenta, se volvería monje. Lutero salió vivo. 

Al poco tiempo, cumpliendo sus votos, ingresó en un monasterio de una de las órdenes agustinas más estrictas. Para el joven alemán comenzaría un periodo de profunda tensión y desesperación, buscando ganarse el favor de Dios 

Luego de una desgarradora decepción al visitar Roma y ver la corrupción de la Iglesia Católica Romana, y tras ser azotado (metafórica y literalmente) por la carga de querer pagar sus pecados con sus propios méritos, finalmente logró experimentar la gracia y ser justificado por la fe. Lutero escribió que “cuando descubrí esto, nací de nuevo del Espíritu Santo, las puertas del paraíso se abrieron de golpe y yo entré por ellas”.

Una vez con el alma saturada de la verdad del evangelio, Lutero emprendió una serie de críticas al sistema de indulgencias, esto es, a la venta del perdón o absolución de pecados, en esta vida y en el purgatorio. Aunque se ha vuelto casi una leyenda y los detalles quizá no puedan ser rastreados con total precisión, se cree que el 31 de octubre de 1517 Lutero clavó 95 tesis en la puerta de la iglesia de Wittenberg, en cuya universidad se había vuelto profesor de Teología. El entusiasmo de sus alumnos y la imprenta hicieron el resto. 

En poco tiempo Lutero se volvió en una celebridad. Los millares de conciencias golpeadas por el Catolicismo Romano finalmente veían la paz del evangelio en los sermones y libros de Lutero. Sin embargo, al clero no le pareció tan bien la actitud y los textos del monje agustino. 

Lutero intensificó sus ataques contra las enseñanzas de la Iglesia Católica Romana y todo el sistema religioso que habían armado, minando incluso las relaciones políticas que implicaba, razón por la que príncipes comenzaron a apoyarlo, en parte por razones políticas, pero otros más también espirituales. 

Llamado a dar razón de la esperanza que predicaba, Lutero acudió a la Dieta de Worms ante autoridades religiosas y políticas, lugar donde pronunció en su defensa una de las frases más trascendentales durante la Reforma:

A pesar de su posterior huida para evitar el mismo destino que Hus, culminó en este tiempo uno de sus proyectos más ambiciosos: la traducción de la Biblia al alemán, con lo cual sacaba al texto bíblico de las limitantes que la Iglesia le había impuesto al estar solo disponible al pueblo en latín.

El exegeta de la Reforma

Para cuando el movimiento iniciado en Wittemberg llegó a otras partes de Europa fue tomando diferentes formas. En Ginebra, Suiza, llegó a nuevos niveles con Juan Calvino. 

Nacido en julio de 1509, Calvino tuvo un trasfondo más académico que Lutero, careciendo de una experiencia tan vívida relacionada al evangelio, sin embargo, dedicó su mente y corazón a la enseñanza y la predicación. Su formación en Leyes, tras la cual experimentó una súbita conversión, dio paso a un alejamiento del escolasticismo medieval, y un acercamiento al espíritu humanista de su época. Con todo, pronto Calvino fue inclinándose a una profunda espiritualidad que lo llevó a escribir un manual para formar teológicamente a nuevos pastores y maestros, así como a creyentes con deseos de tener una fe más sólida, proyecto que se convirtió en la Institución de la Religión Cristiana. 

Su establecimiento en Ginebra, aunque polémica hasta le fecha, fortaleció la ya existente autonomía política que había. En ese contexto, es importante decir que una de las iniciativas más trascendentales de Calvino fue la Academia de Ginebra. Rápidamente el ginebrino se dio cuenta de la urgencia necesidad de tener pastores y predicadores capaces. Al hablar del liderazgo de Calvino, Manetsch comenta: 

El esmero por enseñar la Palabra de Dios no quedó solo en exposición cuidadosa de la Biblia, sino en la formación de otros que siguieran esa labor sagrada.

De la Reforma a nuestro ministerio

La vida de estos tres hombres, pese a los defectos y singularidades; representa una buena oportunidad para tomar ejemplo y fortalecerse en por lo menos tres áreas:

  1. La centralidad de la Palabra para el ministerio: Fácilmente podemos eclipsar el poder de la Palabra si solo vemos al personaje. Se le atribuye a Lutero la frase “Yo no hice nada, la Palabra lo hizo todo”, y es justo lo que debemos de ver en la vida de éstos hombres. Su entereza ante la presión y el temor vino de la Escritura, de amarla, aprender, enseñarla y vivirla. Si alguien desea tener un ministerio respaldado por Dios y que cumpla la misión que éste le ha dado, aférrese a la Palabra a pesar de todo y de todos (2 Timoteo 4.1-5)
  2. Entrena a otros para enseñar y predicar: Parte de la misión de todo ministerio, y en realidad de todo aquel que tiene el deseo de enseñar a otros, es capacitar a los creyentes para la obra del ministerio (Efesios 4.10-16), de manera que otros puedan a su vez replicar el mismo modelo (2 Timoteo 2.2).
  3. Soporta el sufrimiento que puede venir de vivir la Palabra: Enseñar la verdad tiene un peligro, ya sea por las pruebas que debemos recibir con gozo, de manera que podamos creerla más profundamente, o por la oposición dentro y fuera de la Iglesia cuando la Palabra sea expuesta. Hus, Lutero y Calvino vivieron en carne propia tal oprobio, pero así como ellos, nuestro llamado es sufrir junto a Cristo (Filipenses 1.29)