El pastor exitoso

¡Qué título más fallido! Corresponde a la carrera empresarial pero no a la carrera ministerial. El llamado ministerial no garantiza el éxito en esta vida. El auténtico ministro de Cristo es un irritante social, provoca resentimiento más que reconocimiento; de no ser por la gracia de Dios, todo pastor terminaría como su maestro: ¡crucificado!

La Biblia habla de fieles ministros que terminaron en fracaso. Basta repasar la vida del profeta Isaías, con una grandeza teológica que lo cataloga como el Pablo del AT, pero con un ministerio que no fue un éxito sino un fracaso de taquilla. Fue la intención de Dios para una generación que rebasó el “hasta aquí” divino. Y por supuesto, el gran ejemplar del enigmático efecto de la fidelidad fue Jesucristo. Basándose en métricas a secas: fracasó, pues la mayoría de los judíos los rechazaron: “A los suyos vino pero los suyos no le recibieron”.

Entonces, el éxito no es la finalidad del llamado pastoral, el título apropiado debe ser el “pastor fiel”, correspondiente a las palabra finales de aprobación: “bien buen siervo y fiel”, pues jamás ningún pastor estrella escuchará : “bien famoso y célebre siervo”.

Pastor, es necesario comprender esto, las circunstancias externas de tu ministerio son imprevistas. De Dios depende si te lanza a la multitud o te lleva a la soledad, si llegas a ser famoso o pasas inadvertido. Sirva de consuelo que en la entrega de recompensa final habrá pastores desconocidos recibiendo máximos honores, y reconocidos con mínimas menciones a quienes la plataforma terrenal se les encogerá.

El asunto que te corresponde es ser fiel, lo cual incluye tres convicciones fundamentales —y apenas rasco el tema.

El pastor fiel alimenta a las ovejas en vez de alimentarse de las ovejas

En ámbitos de prosperidad eclesiástica fácilmente el pastor pasa de siervo a estrella. Aquellos que, junto con su elocuencia, saben cantar son canonizados implícitamente  a celebridades y sujetos a un baño cotidiano de elogios que, en algunos, provoca un giro de actitud y de óptica. Ya no se trata de alimentar a las ovejas sino de ser alimentados por las ovejas y la iglesia pasa de ser una congregación a un club de fans del pastor. Antes las alimentaba y se daba a ellas pero ahora existen para su éxito.

Todo comienza de forma inocente, pero existieron y existen casos extremos que reciben la misma condenación correspondiente a estos casos: ¡Ay de los pastores de Israel, que se apacientan a sí mismos! ¿No apacientan los pastores a los rebaños? Coméis la grosura, y os vestís de la lana; la engordada degolláis, mas no apacentáis a las ovejas (Ezequiel 34:1).

Pastor, cuando la ola de popularidad te envuelva, eleva oración para que los aires de grandeza no te confundan y dejes de considerarte lo que desde el principio has sido y no debes dejar de ser: un esclavo de Cristo.

Con todo, esto no significa renunciar al aprecio de la congregación. Las ovejas sanas saben corresponder al fiel pastoreo y deben responderle con estima, gran estima (1 Tesalonicenses 5:13). Esta no se debe racionalizar pues es uno de los vehículos de ánimo de Dios para con sus siervos.

El pastor fiel alimenta las ovejas con alimento sólido

La última comisión que Jesús dio debe ser la primera: enseñar a los discípulos todo lo que Jesús enseñó. Implica tres cosas:

  • Enseñar TODA LA BIBLIA. El pastor es proclamador de Dios, no su editor. No le corresponde omitir o agregar al consejo de Dios. Es decir, no debe predicar: “Solamente lo que no empaña su imagen”, o usar la Biblia como plataforma para apoyar “sus ideas”. Pastor, por más buenas que sean tus ideas nunca serán más importantes que la exposición de un libro probado por los siglos.
  • Enseñar para crecimiento corporativo. El pastor es un arquitecto que debe edificar encima y conforme al fundamento de Cristo. Su dirección, como la del director de una sinfónica, no puede enfocarse en unos cuantos solistas, sino que debe dirigir a toda la orquesta. Dicho de otra manera: su predicación busca tanto la unidad corporativa como la santidad personal.
  • Predicar al corazón de la congregación. El pastor fiel antes de predicar debe diagnosticar. Conoce a su congregación tanto como a su Biblia y como un hábil artesano la expone y aplica a la necesidad espiritual del momento. Es consciente de que el ministerio profético de Cristo continúa activo, guiándolo tanto en la revelación de su Palabra como en la apreciación de las necesidades de la iglesia. Esta fue la forma en que el Cristo ascendido trató con las 7 iglesia del Apocalípsis: inició su sermón con las palabras “yo conozco tus obras”. La instrucción fue CORRESPONDIENTE AL DIAGNÓSTICO DE CADA CONGREGACIÓN. El pastor fiel no tendrá el mismo poder de escrutinio de Cristo, pero debe poder decir de su congregación “yo conozco tus obras”. Todo esto, sin descuidar la instrucción sistemática a la mente de la “sana doctrina”.

El pastor fiel alimenta a las ovejas para la obediencia

Realmente no es complicado. Un maestro busca que sus alumnos entiendan la lección; un pastor que sus ovejas crezcan en obediencia. La labor del maestro termina cuando termina la lección; la del pastor comienza cuando termina el sermón. Sus palabras son semilla diseminada y, como buen agricultor, anhela ver los retoños de obediencia.

La satisfacción del pastor no debe ser la ovación que buscaba Herodes tras su discurso de: “voz de Dios y no de hombres”, más bien la del apóstol Pablo: “No que busque dádivas, sino que busco fruto que abunde en vuestra cuenta”. Predicar así significa dar prédicas que gusten pero que también disgusten. Prédicas que nutran al que camina en obediencia pero indigesten al que se aferra a sus pecados, para que al fin lo vomiten.

Pastor, te hago un respetuoso llamado a evaluar tu ministerio. O corresponde a las palabras “bien buen siervo y fiel” o armoniza más con las palabras “bien famoso y célebre siervo”. La respuesta no es inconsecuente. El primero escuchará: “Sobre poco fuistes fiel, sobre mucho te pondré”. Pero el que edificó heno y hojarasca, sufrirá pérdida (1 Corintios 3:12–15).