Para el pastor Spurgeon la Biblia no era únicamente la fuente más adecuada para el material de un sermón, sino también era una fuente de material de referencia y de ilustración. A Spurgeon le gustaban mucho los ejemplos, a los que llamaba: “ventanas que dejan penetrar la luz”, según lo comentó en una conferencia conocida como: “El Arte de la Ejemplificación”; estaba convencido además de que, aun cuando hubiera otras fuentes disponibles, ninguna podía ser de más utilidad que la misma Palabra de Dios. Decía:
“La Biblia es su propio mejor ilustrador. Si necesitan una anécdota, un símil, una alegoría o una parábola, recurran a la página sagrada. La verdad escritural nunca se ve más hermosa que cuando está adornada con joyas tomadas de su propio tesoro”.
Como predicador, Spurgeon no estaba muy a favor de largas series de sermones, ni de predicar versículo por versículo de un libro completo de la Biblia, aunque predicó más series de sermones de las que muchos biógrafos modernos y críticos le reconocen. A pesar de su amor por los ‘puritanos’ y sus exposiciones devocionales de la Escritura, nunca favoreció realmente el método utilizado por los puritanos de un estudio de la Escritura versículo por versículo. Por un lado, Spurgeon consideraba que una larga serie de sermones obstaculiza en ocasiones la obra del Espíritu Santo, que conduce a un texto o a un pasaje en especial, si estuviera involucrado en una prolongada serie. Por otro lado, “es seguro que para cubrir una larga epístola se requiere de mucho genio de parte del predicador, y exige un mundo de paciencia de parte de los oyentes”.
Tampoco estaba a favor de que otras personas le pidieran al predicador que predicara sobre un texto o un tema dados por otros. Spurgeon comentaba que si recibiera una petición así, su respuesta sería invariablemente: “Jamás”; pero luego cedía un poco al respecto, y afirmaba: “Si tiene que haber excepciones, que sean pocas”. El pastor ilustraba su punto de esta manera:
“Permítanme recordarles que nadie maneja un taller al que puedan venir los clientes y dar sus propias órdenes. Cuando un amigo sugiere un tópico, reflexionen y consideren si es apropiado y comprueben si llega a ustedes con poder. Reciban la petición con cortesía, pues están obligados a actuar como caballeros y como cristianos. Pero si el Señor a quien sirven no arroja Su luz sobre el texto, no lo utilicen para predicar en ese momento, sin importar quién quiera persuadirlos”.
Hay otra valiosa razón para leer la Biblia, según Spurgeon. Él estaba de acuerdo con John Newton que “leía el periódico para ver cómo gobernaba al mundo mi Padre celestial”, pero iba más allá. Él creía que era útil sostener el periódico con una mano y la Biblia con la otra. Eso nos enseña mucho espiritualmente. Él propio Spurgeon pasó tres meses haciendo eso, y el resultado de ese experimento fue la publicación de una obra en 1878, intitulada: La Biblia y el periódico. En el prefacio de ese pequeño volumen decía:
“Hemos leído el periódico… para encontrar ilustraciones de la enseñanza de nuestro Padre celestial; y creemos que no lo hemos leído en vano, pues hemos recogido ejemplos como prueba y hechos como explicación, que hemos escrito en esas páginas. Los mundos de la naturaleza y de la providencia están llenos de paralelos con las cosas morales y espirituales, y sirven como cuadros que aclaran mucho más el libro inspirado a los hijos de Dios. La misma Biblia abunda en metáforas, y símbolos; es un grandioso libro de ilustraciones; prácticamente no hay una figura poética que no pueda encontrarse en la ley y en los profetas, o en las palabras de Jesús y de Sus apóstoles. Al predicador se le pide que hable como oráculo de Dios, y en consecuencia, debe imitar su método ilustrativo, y abundar en emblemas y parábolas. Un sermón que está lleno del comparativo “como” está lleno de ventanas que iluminan la mente, y de manos que la mantienen cautiva. Los discursos engalanados con símiles no solamente proporcionan placer a los niños, sino que personas más maduras se verán encantadas e instruidas también”.
De esta manera, en La Biblia y el periódico, Spurgeon nos enseña cómo leer las noticias del hombre pecador lado a lado con las noticias de un santo Dios, para que el pecador sea visto a la luz del Dios santo y Dios arroje luz sobre el pecador.