El deleite en el matrimonio debidamente calificado

A. El deleite en el matrimonio posee diversas facetas:

Cuando hablamos del deleite en el matrimonio nos referimos a muchas cosas a la vez y no únicamente al deleite sexual (que, por supuesto, está incluido como vimos en los textos que citamos anteriormente).

Es el deleite de compartir tu vida con alguien que amas, el deleite de abrirle tu corazón y de que ella pueda abrirte el suyo, el deleite de servir a esa persona y dejarte servir, el deleite de ver a esa persona haciendo algo bien, o de verla gozarse en algo particular.

Es un deleite entre dos seres humanos creados a la imagen de Dios y, por lo tanto, no solo involucra todo nuestro cuerpo, sino también toda nuestra personalidad: el intelecto, la voluntad, las emociones.

Y si ambos son cristianos, entonces la relación involucra también todo un conjunto de facetas que tienen que ver con la relación que cada uno de ellos tiene con Dios y con Su reino.

No nos casamos con un cuerpo, sino con una persona. Si nuestra relación con esa persona no va más allá de lo físico, tarde o temprano toda la relación se resentirá, incluyendo la relación física.

B. El deleite en el matrimonio es compatible con las dificultades de vivir en un mundo caído:

En 1Cor. 7:28 Pablo dice que los se casan tendrán aflicciones de la carne, y aunque es muy probable que se esté refiriendo a una dificultad particular por la que estaban atravesando o iban a atravesar los corintios en el futuro cercano, la enseñanza de este texto es de aplicación universal.

El matrimonio es deleitoso, pero no es el paraíso. En ocasiones tendremos que enfrentar problemas económicos, problemas de salud; tendremos que lidiar con nuestros pecados y los pecados de nuestro cónyuge. No siempre estaremos en el mismo estado de ánimo.

La vida real no es como se presenta en algunas películas, donde nadie se despeina y no hay que cepillarse los dientes por la mañana. El Señor nos advirtió que en el mundo tendríamos aflicción, y los casados no están exentos de esa realidad.

Hay muchos ajustes que hacer, cosas en las que tendremos que negarnos a nosotros mismos para complacer al otro y adaptarnos al otro. Pero aun así, podemos experimentar deleite en la relación matrimonial, a pesar de esas dificultades.

No es lo mismo tener que enfrentar una aflicción en soledad, que encararla con alguien que te ama y al que amas. Como no es lo mismo tener que resolver un problema con alguien que ha pecado contra ti o contra el cual tú has pecado, si hay una relación de verdadera intimidad y de respeto mutuo en la generalidad de los casos.

No siempre experimentaremos el mismo grado de deleite y satisfacción en nuestros matrimonios, pero eso no elimina la realidad de que la relación matrimonial puede y debe ser una relación deleitosa.

C. El deleite en el matrimonio no sustituye, sino que presupone nuestro deleite en Dios:

El Catecismo Menor de Westminster nos enseña en su primera pregunta que fuimos creados para glorificar a Dios y gozarnos en Él por siempre. Todos los deleites que el hombre habría de disfrutar en este mundo dependían de ese deleite primario del hombre con Dios, incluyendo el deleite matrimonial.

Cuando el hombre pecó y se apartó de Dios, todas las demás relaciones quedaron trastornadas. Y es de suprema importancia que entendamos esto: Si quieres que tu matrimonio funcione, dedícate primero a cultivar tu relación con Dios.

El hecho de tener una buena relación con Dios no asegura que tendrás una buena relación matrimonial; pero no podrás tener una buena relación matrimonial sin tener primero una buena relación con Dios.

Por eso Pablo encierra su exhortación a los matrimonios en su carta a los Efesios entre la llenura del Espíritu y vestirse toda la armadura de Dios (comp. Ef. 5:18 y 22-32 y 6:10ss). Ambas cosas son imprescindibles para tener un matrimonio deleitoso.


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