La sabiduría comienza con el temor del Señor

Proverbios 1:1-7

El mismo libro indica que el rey Salomón, hijo del rey David, escribió la mayor parte de los proverbios. Y esto es muy relevante porque la Biblia dice que nunca ha existido, ni existirá, un hombre más sabio que él. Cuando comenzó a reinar Salomón era muy joven, pero a pesar de su juventud él amaba y tenía temor de Dios, por eso fue que cuando el Señor le dio a escoger lo que él quisiera, el joven escogió sabiduría para poder gobernar la gran nación de Israel, el pueblo escogido por Dios. Cuando Dios vio que su petición era tan desinteresada, también lo quiso dotar con riquezas y gloria como a nadie antes ni después de él.

Si no conoces su historia te recomiendo que la leas en el primer libro de Reyes del capítulo 1 al 11 o en 2da Crónicas 1-9. Su vida es un ejemplo de la fidelidad y la misericordia de Dios, y con ella podemos aprender, tanto lo que debemos de hacer como lo que no debemos de hacer. Porque, aunque comenzó súper bien, su vida no fue un ejemplo de rectitud y perfección. Cometió muchísimos errores, pero lo peor fue que le dio la espalda a Dios y se apartó de su camino.

De hecho, siendo viejo escribió otro libro de la Biblia que se llama Eclesiastés, en el puedes reconocer a un hombre con mucha inteligencia, rico, poderoso, que vivió como quiso y sin límites, pero que, finalmente concluye que todo en esta vida es vanidad de vanidades, y que, en este mundo superficial, el todo del ser humano es temer a Dios y cumplir sus mandamientos.

Parece que el tener mucha sabiduría y saber correctamente qué, cómo, cuándo, en donde actuar y cómo conducirte sabiamente no nos libra de nuestros errores. Porque saber lo que tienes que hacer es solo el principio, te falta hacerlo.

Miren, a lo largo de su vida, Salomón olvidó el punto más importante y esencial de la sabiduría, en sus propias palabras Proverbio 1:7: “El principio de la sabiduría es el temor del Señor”.

Y vamos a comenzar por definir que es temor y su diferencia con miedo, porque, aunque se usen como sinónimos, no son lo mismo. Según el diccionario de la real academia española, miedo es una angustia o aprensión que anula la capacidad de pensar cabalmente y de tomar buenas decisiones, mientras que temor es algo que te hace huir o rehusar aquello que se considera peligroso o dañino.

Les pongo un ejemplo: tengo temor de quemarme por eso no juego con fuego, tengo temor a quedarme sola, por eso estoy trabajando en mi carácter. Mientras que el miedo qué es incongruente dice: tengo miedo a quemarme por eso no entro a la cocina. Tengo miedo a quedarme sola, por eso alejo a la gente.

Ósea que el temor es algo bueno, mientras que el miedo es algo nocivo. Y la Biblia enseña en muchos lados que los creyentes debemos tener temor de Dios. Pero no temor como el terror de la edad media, al castigo, al juicio, como si Dios fuera un malvado que nada más está viendo en que la regamos para ¡bzz! mandarnos al infierno. Al contrario, si somos hijas de Dios sabemos que nuestro pecado está perdonado, sin embargo, la Escritura siempre dicta que debemos tener un temor reverencial hacia nuestro Padre.

Y eso, en la actualidad, nos hace corto circuito porque no nos gusta reverenciar ni someternos a nadie, comenzando en las familias, los papas de ahora se creen los amigos de sus hijos y los hijos les hablan como si fueran grandes cuates, a veces hasta con groserías.

Pero los padres sensatos que buscan que sus hijos sigan las reglas del hogar y que tengan temor a la consecuencia de romperlas, son padres que provocan en sus hijos no solo amor, sino respeto, admiración y temor.

Y muy parecido pasa con Dios, Él como nuestro Padre quiere que nos rindamos ante su autoridad, que nos sometamos a su dirección, y que sigamos sus reglas. Qué confiemos en que Él sabe lo que está haciendo, que es un Padre bueno, que no se equivoca como cualquier padre terrenal, sino que Él tiene el control de todas las cosas y un plan perfecto para cada uno de nosotros.

Miren muchas veces vamos a estar convencidas de que Dios está en lo correcto, y entonces por convicción, no vamos a hacer “x” cosa. Por ejemplo, Dios dice que no cometamos adulterio y lo entendemos porque sabemos que si lo hacemos lastimaríamos a la gente que más queremos, arruinaríamos nuestro matrimonio, perderíamos la admiración de nuestros hijos, la gente no nos bajaría de mujeres fáciles…en fin lo entendemos y por lo mismo no nos cuesta tanto trabajo obedecerlo… pero, otras veces no lo entendemos y tampoco buscamos entenderlo, como cuando nos dice que respetemos a nuestro marido. Ahí ya comienza el titubeo, a ver… ¿Por qué si mi marido me está hablando feo yo tengo que respetarlo? Ósea Dios ahí si ya no sabes lo que estás haciendo, te tengo que aconsejar tantito… ¿me explico? Sin embargo, es justo ahí en donde, aunque no te haga lógica, no te guste o se te complique, simplemente tienes que obedecer.

Es como cuando ves que tu hijito de cinco años va a cruzar la calle solo y le dices que no lo vaya a hacer. Ahí no te importa si entiende o no entiende tus motivos, si no la cruza por amor a ti o por temor a las tres nalgadas que le vas a dar si no te hace caso. ¡Lo único que quieres es que obedezca! ha pues así con Dios, hay cosas que las debemos hacer solo por temor reverencial, recordando el libro de Hebreos 12:5 “Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor ni te desanimes cuando te reprenda, porque el Señor disciplina a los que ama, y azota a todo el que recibe como hijo”.

Recuerden que el motivo de los proverbios bíblicos es para que seamos más sabias, más prudentes, sagaces, entendidas y aprendamos a discernir si estamos en el camino correcto o si ya de plano “estamos agarrando monte”.

Entonces, te dejo con esto en mente y por favor medita esta semana en cómo le demuestras de manera práctica tu temor reverencial al Señor ya que esto es el principio de la sabiduría.