Una máxima en nutrición dice: “Tu eres lo que comes”. Pues, de igual manera, en el reino espiritual tú eres lo que lees. Como alguien ha dicho, busque a un cristiano activo, saludable, que está creciendo en gracia y en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo, y verá que en la mayoría de los casos es alguien que posee un buen hábito de lectura (a menos que la persona no sepa leer, o tenga problemas para obtener buena literatura).
Y dado que nos acercamos al fin del 2009 y principio del 2010, este es un buen momento para reflexionar sobre nuestro hábito de lectura y para hacer planes concretos, tanto para la lectura de la Biblia como para la lectura de buenos libros.
Estos principios fueron extraídos de una clase de Escuela Dominical impartida hace unos años por el pastor Albert Martin; así como de un folleto escrito por Sinclair Ferguson acerca del hábito de lectura.
Un cristiano saludable apreciará la lectura de la Biblia por encima de cualquier otro tipo de lectura
El primer salmo del salterio describe a un creyente en buen estado de salud espiritual. En el vers. 1 nos dice que es un hombre bienaventurado, y en el vers. 3 que es como un árbol plantado junto a corriente de aguas; es un creyente que se encuentra dando fruto abundante, y cuya alma se encuentra vigorosa y fuerte. Ahora, noten lo que se dice de este hombre en los versículos 1-3:
“Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado; Sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, Que da su fruto en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace, prosperará”.
La delicia primaria de este hombre es meditar la Palabra de Dios. No se limita a leer la Escritura, sino que medita lo que lee (comp. Sal. 119:15-16, 24, 72, 97, 140).
Cualquier cosa que esté sustituyendo tu Biblia como la fuente primaria para conocer a Dios y Su voluntad, esa lectura se está convirtiendo en un obstáculo para ti. Nada debe sustituir el deleite espiritual que debemos extraer del libro inspirado de Dios. Los libros devocionales son buenos como aperitivos, no como sustitutos.
Un cristiano saludable juzgará los escritos de todo autor humano por la infalible Palabra de Dios
Este hombre dice como Isaías: “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido” (Is. 8:20).
El que no hable conforme a la Escritura es porque la luz de la gloria de Dios no ha iluminado aún su entendimiento. Es con ese criterio que debemos evaluar todo lo que leamos fuera de las Sagradas Escrituras:
“No apaguéis al Espíritu. No menospreciéis las profecías. Examinadlo todo; retened lo bueno. Absteneos de toda especie de mal” (1Ts. 5:19-22).
No todo debe ser menospreciado, pero todo debe ser examinado, y de algunas cosas debemos abstenernos (vers. 22).
Un cristiano saludable hará uso de los dones que Cristo ha dado a Su iglesia, a través de las páginas escritas cuándo éstos estén providencialmente disponibles
Pablo dice en Ef. 4:11 que el mismo constituyó pastores y maestros para beneficio de los creyentes. Esos dones son de la Iglesia, para el beneficio de todos los creyentes (comp. 1Cor. 3:21ss).
Hoy podemos beneficiarnos de aquellos grandes hombres que a lo largo de la historia de la Iglesia han sido grandemente usados por Dios (Agustín, Calvino, Edwards, Owen, Bunyan, Spurgeon).
Hasta el último momento de su vida Pablo quiso seguir adquiriendo conocimiento (comp. 2Tim. 4:6, 9-13); él sabía que debía amar a Dios con toda su mente, sin importar la edad.
Tyndale, a punto de ser martirizado, escribió una carta muy similar; pedía un gorro de lana por el frío, pero pedía también sus manuscritos del AT y el NT, su gramática y su diccionario.
Un cristiano saludable buscará establecer una dieta regular y balanceada de lectura
Muchos de los nutrientes que necesitamos no se encuentran almacenados en nuestros cuerpos. Esos nutrientes están siendo consumidos constantemente, por así decirlo, a través de nuestros procesos corporales. Si tales nutrientes no son continuamente reemplazados, eventualmente sufriremos las consecuencias.
Es por eso que en nuestra dieta debe haber regularidad y balance. No podemos decir, por ejemplo: “Enero será el mes de los minerales, febrero el de los carbohidratos, marzo el de las proteínas, etc.”. Eso no funciona así. Y ese mismo principio se aplica en la vida espiritual.
¿Qué constituye esa dieta regular y balanceada? Notemos que la Palabra de Dios viene a nosotros de diversas formas: historia, biografías, poesía, doctrina, deberes, promesas, etc. Es multiforme y multi intencional:
“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2Tim. 3:16-17).
Algunos pasajes serán para corregirnos, otros para instruirnos, etc. Tomando esto como un patrón, debemos decir que el cristiano saludable no lee únicamente historia, o biografías, o teología, o libros devocionales, etc. Dios no se limitó a una sola forma literaria y a una sola intención; nosotros tampoco debemos limitarnos en ese sentido.
Un cristiano saludable buscará establecer u programa de lectura realista, moderado y consistente
Al hablar de un programa realista nos referimos a uno que toma en cuenta la variedad de responsabilidades que tenemos (como hijos de Dios, como esposos – 1P. 3:7; como padres de familia – 1Tim. 5:4, 8; etc.). Si no somos realistas pronto nos desanimaremos. También debemos tomar en cuenta nuestra condición actual (si no tenemos el hábito de correr diariamente no comencemos con 8 Km.).
Pero también debemos ser consistentes. El fruto del Espíritu comienza con amor y termina con auto-control. Esto incluye el manejo de nuestro tiempo.
Un cristiano saludable modificará su programa de lectura cuando, por alguna razón providencial sea necesario hacerlo
Es útil hacer un plan, tanto para la lectura de la Biblia como para la lectura de otros libros; pero es posible que tengamos que variar ese plan debido a circunstancias inesperadas que llegarán a nuestras vidas por la providencia de Dios.
En esos momentos debemos recordar que los planes de lectura no están escritos en piedra. Tal vez en nuestro plan de lectura teníamos pautado leer La Predestinación, de Loraine Boettner en el mes de marzo; pero al llegar a ese mes notamos algo de frialdad en nuestros corazones; tal vez nos conviene más leer El Alma en Busca de Dios, de R. C. Sproul.
Habiendo dicho esto, es necesario advertir que debemos cuidarnos de la indisciplina y de ceder a los deseos del corazón. Algunos libros no son de fácil de lectura; si nos llevamos de nuestros deseos y de la inclinación de nuestros corazones nunca los leeremos.
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