Ezequiel, un profeta con alto rating

Si un famoso teólogo cristiano graba un CD de música cristiana, ¿piensa que la gente lo compraría? Y si lo compra y lo escucha, ¿dirá ‘qué buena música’? Tal vez su respuesta será ‘eso depende’. Y ¿de qué depende? ‘Pues de tres cosas—dirá usted—: de la calidad de la voz, del contenido de la letra, y de la calidad de la música.’ Tiene toda la razón.

Ahora imagínese el caso contrario. Si un famoso cantante cristiano predica o publica un libro de teología, ¿usted lo escucharía y compraría el libro? Y después de escuchar y leer, ¿dirá ‘qué buena predicación y qué buena teología’? Tal vez la respuesta de mucha gente no será ‘eso depende’, sino que tenderá a estar de acuerdo y aprobar lo que dice el famoso cantante. ¿Por qué no dice ‘eso depende’? Probablemente por la misma razón que se usan los famosos para hacer propagandas de toda clase y porque sus vidas parecen interesarle a todo el mundo.[1] La gente les cree nada más porque son famosos. No hay más criterios. Su credibilidad y su autoridad radican en su fama. Es decir, los cristianos tenemos más criterios para decidir sobre la música, porque sabemos más de ella que de la teología y por la emoción y sentimientos que la música produce. Eso para la iglesia es lamentable.

Hubo un profeta, digamos ‘el teólogo,’ que tuvo una brillante idea y dijo: ‘si música es lo que quieren, música les daré.’ Así, Ezequiel se convirtió en una ‘estrella del pop’ y alcanzó el rating más alto de cualquier profeta bíblico. ¡Cómo lo disfrutó Ezequiel![2] Pero, ante el éxito Dios le dijo: ‘En realidad, tú eres para ellos tan sólo alguien que entona canciones de amor con una voz hermosa, y que toca bien un instrumento; oyen tus palabras, pero no las ponen en práctica’ (Ezequiel 33:32). ¿Y por qué es esto así? Por lo que dice el versículo anterior: ‘Y se te acercan en masa, y se sientan delante de ti y escuchan tus palabras, pero luego no las practican. Me halagan de labios para afuera, pero después sólo buscan las ganancias injustas.’ En otras palabras, ‘señor predicador y señor cantante, no se confunda, no se deje engañar por el rating.’ En el reino de Dios, fama y fans no sirven si no hay obediencia y práctica de la justicia.

Así las cosas, sería trágico que al cantante cristiano se le juzgara sólo por las ventas de CDs, MP3 y por el estadio lleno. Recordemos que el cantante cristiano no sólo canta, predica. Por tanto, debe ser estudioso tanto de su música como de las Escrituras y la teología. En otras palabras, lo más importante para el músico cristiano debe ser el mensaje que conduce a la obediencia. Si lo que busca es otra cosa, entonces que se vaya con su música para otra parte.

Un musicólogo africano dice que “el tema seleccionado para una composición musical cristiana debe ser tratado bíblicamente y en profundidad.” El compositor cristiano debe tener un conocimiento teológico de los asuntos espirituales que trata en sus canciones. Si lo que distingue a la música cristiana de la secular es la letra, entonces así debe ser. Si el compositor desconoce en profundidad la Biblia y la teología, corre dos serios riesgos, o decir herejías o no decir nada.[3] Sobre esto último, vale la pena añadir que lamentablemente existe música cristiana que no sólo es pobre teológicamente, sino pobre también la calidad artística, tanto de la poesía como de la música en sí. En ocasiones preocupan más las “imágenes de éxito, admiración y bienestar económico,”[4] que lo que se dice y cómo se dice.

‘Entonces—dirá usted con tono irónico—¿cuanto más aburrido el predicador, mejor?’ No. Igual tragedia sería que al predicador por el contrario nadie quiera oírlo por lo aburridor, como también es peligroso que sólo lo oigan porque ‘ay, es que habla tan bonito.’ Un músico baladí, coco seco, es tan lamentable como un predicador aburrido. Claro está, ¡el músico vivirá mejor por sus ventas! Pero para el reino de Dios no habrán hecho mucho ninguno de los dos. Aprendamos de Ezequiel.