Indignos de la vida eterna

De una manera u otra, todos hemos experimentado lo que es perderse una buena oportunidad. Dejamos pasar la fecha y todavía no hemos renovado el marbete de nuestros vehículos. Se nos pasa la fecha del especial de un producto. Se agotan las taquillas o ya no hay espacio en el teatro. Se nos olvidó la fecha de una inscripción o se llenó el último asiento disponible en un avión justo antes de nosotros.
Si estamos conscientes de lo que nos hemos perdido, podemos sentir dolor y frustración. Pero si no estamos conscientes de la oportunidad que tuvimos delante de nosotros y que se fue, seguiremos indiferentes como si nada hubiera pasado.
Algo así sucede con la Palabra de Dios y el anuncio de la salvación que ella contiene.
Quisiera que consideráramos el caso del apóstol Pablo durante su primer viaje misionero. El Señor Jesucristo y sus apóstoles predicaron el evangelio principalmente en Jerusalén y sus alrededores. Cristo no había sido predicado en la mayor parte del mundo conocido. Pero el Señor levantó a un hombre que fue su instrumento para que el evangelio llegara a personas que nunca habían escuchado el evangelio de salvación.
Jesús se apareció a Pablo, quien había sido un perseguidor de los primeros cristianos y lo convirtió en su principal instrumento de evangelización.

Hechos de los Apóstoles 26.16–18 (LBLA) — 16 “Pero levántate y ponte en pie; porque te he aparecido con el fin de designarte como ministro y testigo, no sólo de las cosas que has visto, sino también de aquellas en que me apareceré a ti; 17 librándote del pueblo judío y de los gentiles, a los cuales yo te envío, 18 para que abras sus ojos a fin de que se vuelvan de la oscuridad a la luz, y del dominio de Satanás a Dios, para que reciban, por la fe en mí, el perdón de pecados y herencia entre los que han sido santificados.”

Cumpliendo con esta encomienda, recorre varias ciudades de Asia Menor, lo que hoy conocemos como Turquía, predicando el evangelio. La estrategia que utilizó fue ir a las sinagogas y hacer contacto primeramente con los judíos de esos lugares.
Así llegó a Antioquía de Pisidia (Hch. 13:14), donde en la sinagoga le pidieron que si tenía alguna palabra de exhortación, que hablara al pueblo. Como se pueden imaginar, Pablo no iba a desperdiciar semejante oportunidad.
En unos instantes repasaremos lo que Pablo les dijo. Por ahora lo que quiero es llamar vuestra atención a Hechos 13:46.

Hechos de los Apóstoles 13.46 (LBLA) — 46 Entonces Pablo y Bernabé hablaron con valor y dijeron: Era necesario que la palabra de Dios os fuera predicada primeramente a vosotros; mas ya que la rechazáis y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles.

Otra edición de la misma LBLA traduce “os juzgáis indignos de la vida eterna”.
Nos encontramos delante de personas que estaban teniendo la oportunidad de obtener lo más grande que podían alcanzar jamás: la vida eterna en Cristo Jesús. Es muy posible que esas personas no volvieran a tener otra oportunidad así.
Pablo les mencionó:

  • Primero, la necesidad de la predicación de la Palabra. No es una opción. Eran judíos. En un sentido ya tenían la Palabra del AT. Pero necesitaban escuchar de su cumplimiento en la persona de Jesús.
  • Segundo, también les habló de cómo ellos estaban rechazando el mensaje del evangelio. Ellos eran responsables de las consecuencias de ese rechazo. Por eso les dice que era como si ellos se estuvieran considerando indignos de entrar en la vida eterna.
  • Tercero, les anunció que ya no les volvería a hablar a ellos, sino que se iría a los no judíos, a los gentiles.

Frente a una gran oportunidad de salvación

Antioquía de Pisidia era una ciudad de importancia en la región. Por el nombre podemos ver que es de origen griego en honor a Antíoco I, hijo de uno de los sucedores de Alejandro Magno. Pero a pesar de este origen, aparentemente no muchos griegos quisieron establecerse allí.
Los romanos quisieron aprovechar ese vacío cultural y establecer una colonia romana allí, colocando así un centro de mando para el área; es por ello que había incluso un templo en honor a Augusto César. Se habla de que plantaron una élite de unos 3 mil romanos con veteranos del norte de Italia.
Para cuando Pablo llega lo que hay es una amalgama de tradiciones frigias, latinas y griegas. Aunque había una comunidad judía, como podemos leer en el contexto del pasaje, tampoco era que había una presencia dominante. 
Nos podemos imaginar a Pablo llegando a un área en el que las personas estaban dominidas por una gran diversidad de creencias paganas. Allí llegaron Pablo y Bernabé a compartir el evangelio, y buscando un punto de contacto, se dirigen a la sinagoga de los judíos de aquella ciudad. Es aquí que leemos del discurso más largo de Pablo registrado por Lucas en el libro de Hechos; eso no significa que fue el más largo que él predicó, pero evidentemente Lucas lo consideró importante como para incluir tanta información sobre el mismo.
Pablo y Bernabé pudieron congregarse allí durante dos sábados consecutivos.  Cuando lo hicieron por segunda vez, dice el v. 44 que se congregó allí casi toda la ciudad para oír la palabra del Señor; lo cual implica que aun los no judíos fueron a escucharlos. 
Veamos un breve recuento de lo que el apóstol Pablo les estuvo enseñando.

  • 13:16-22 ➔ Un recuento de la historia del pueblo de Israel hasta David.
  • 13:23-25 ➔ Jesús es el Mesías prometido de la descendencia de David. A éste preparó el camino Juan el Bautista.
  • 13:26 ➔  “Varones hermanos, hijos del linaje de Abraham, y los que entre vosotros teméis a Dios, a vosotros es enviada la palabra de esta salvación”.
  • 13:27-29 ➔ Muerte de Jesús a mano de las autoridades, según las Escrituras.
  • 13:30-37 ➔ Resurrección de Jesús; demostración con las Escrituras. “Dios le levantó de los muertos” (v. 30).
  • 13:38-41 ➔ Predica perdón de pecados y justificación por medio de la fe en Jesús. “Por medio de Él os es anunciado el perdón de los pecados” (v. 38). ¿Saben por qué se anuncia el perdón de pecados? Porque somos pecadores. Las demás religiones no anuncian esto, porque tratan con otras cosas. Dejan el problema principal de toda la humanidad sin tocar, que es el problema que tenemos con Dios —el problema en el que estamos metidos por causa de nuestros pecados. Sólo el evangelio de Jesucristo anuncia la gran solución al problema principal de los hombres. Somos pecadores y merecemos por eso, de parte de Dios, separación de Él y condenación. En el caso de los judíos, ellos trataban de salvar la situación por medio de la obediencia a la ley de Moisés. Por ello Pablo les dice en el v. 39 que por esa ley nadie puede ser justificado delante de Dios, sino solamente creyendo en Jesús, al cual ellos rechazaron.

Pablo les enseña que el Mesías prometido ya había venido, y que había sido rechazado por la mayoría de los judíos. El evangelio es el cumplimiento de las promesas que Dios había dado a Israel, pero ellos no lo vieron así, sino como una amenaza.

Hechos de los Apóstoles 13.42–52 (LBLA) — 42 Al salir Pablo y Bernabé, la gente les rogaba que el siguiente día de reposo les hablaran de estas cosas. 43 Y terminada la reunión de la sinagoga, muchos de los judíos y de los prosélitos temerosos de Dios siguieron a Pablo y a Bernabé, quienes, hablándoles, les instaban a perseverar en la gracia de Dios. 44 El siguiente día de reposo casi toda la ciudad se reunió para oír la palabra del Señor. 45 Pero cuando los judíos vieron la muchedumbre, se llenaron de celo, y blasfemando, contradecían lo que Pablo decía. 46 Entonces Pablo y Bernabé hablaron con valor y dijeron: Era necesario que la palabra de Dios os fuera predicada primeramente a vosotros; mas ya que la rechazáis y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles. 47 Porque así nos lo ha mandado el Señor: Te he puesto como luz para los gentiles, a fin de que lleves la salvacion hasta los confines de la tierra. 48 Oyendo esto los gentiles, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor; y creyeron cuantos estaban ordenados a vida eterna. 49 Y la palabra del Señor se difundía por toda la región. 50 Pero los judíos instigaron a las mujeres piadosas y distinguidas, y a los hombres más prominentes de la ciudad, y provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé, y los expulsaron de su comarca. 51 Entonces éstos sacudieron el polvo de sus pies contra ellos y se fueron a Iconio. 52 Y los discípulos estaban continuamente llenos de gozo y del Espíritu Santo.

Pablo les explica la prioridad de que el evangelio fuese predicado en primer lugar a los judíos. “Era necesario que la palabra de Dios os fuera predicada primeramente a vosotros” (v. 46).
Estamos frente a lo que en teología se ha llamado “la libre oferta del evangelio”. Nosotros sabemos que no todos los que escuchan el evangelio de salvación se salvan. Sin embargo, en su inmensa bondad, Dios usa el medio de la proclamación libre e indiscriminada del evangelio para salvar a los pecados.

Isaías 55.1–3 (LBLA) — 1 Todos los sedientos, venid a las aguas; y los que no tenéis dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad vino y leche sin dinero y sin costo alguno. 2 ¿Por qué gastáis dinero en lo que no es pan, y vuestro salario en lo que no sacia? Escuchadme atentamente, y comed lo que es bueno, y se deleitará vuestra alma en la abundancia. 3 Inclinad vuestro oído y venid a mí, escuchad y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros un pacto eterno, conforme a las fieles misericordias mostradas a David.

Nuestra labor es anunciar el mensaje de salvación. No es nuestra responsabilidad averiguar quiénes van a responder al mensaje o identificar a los escogidos de Dios para entonces hablarles del evangelio.
Aquí Pablo nos está dando ejemplo de esto. Que no es otra cosa que el mismo ejemplo que Jesús nos dejó.

Mateo 11.28–29 (LBLA) — 28 Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar. 29 Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallareis descanso para vuestras almas.

Es la misma invitación que hallamos en los últimos versículos de la Biblia…

Apocalipsis 22.17 (LBLA) — 17 Y el Espíritu y la esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que desea, que tome gratuitamente del agua de la vida.

Los judíos a quienes Pablo y Bernabé hablaron en Antioquía de Pisidia se encontraban frente a una gran oportunidad de salvación. Era la primera vez que escuchaban una explicación del evangelio, y para muchos posiblemente fue la última.