Heridas de oveja

No pasa mucho tiempo en una iglesia hasta que el pastor o un líder termina herido. Creemos que, en el ministerio, los lobos les infligen heridas en su lucha por proteger a las ovejas. Pero al hacer recuento, vemos que la mayoría de las heridas no son de garras, sino de pezuñas de oveja. Sí, existen esas dóciles pero rapaces ovejas que llegan a herir al pastor que vela por ellas.

Numerosas y diversas son las heridas, pero entre las que los pastores manifiestan, destacan:

Las heridas de ovejas chismosas

Pocos se han salvado de estas. El gran predicador Spurgeon dijo: “Habla de los defectos de tus hermanos cara a cara, y a sus espaldas, solo sus virtudes”. Pero hay ovejas que se especializan en lo contrario. Basta con que el pastor se asome a las redes sociales para descubrir quejas, chismes y rumores; secretos publicitados que hieren. Ovejas que prefieren el chisme destructivo antes que la crítica constructiva amorosa.

Las heridas de ovejas insurgentes

No solo en la política se dan los golpes de estado; ocurren también en la iglesia. No falta aquel que, cuando el pastor decide guiar a la congregación por una ruta incómoda (que implica cambios o que no se apega a la tradición) se levanta como por llamado divino, para ser cabecilla de un grupo que trame derrocar y reemplazar al pastor.

Conozco personalmente casos de ovejas que han causado tales daños que han llevado al pastor de la iglesia al hospital.

Las ovejas desertoras

No faltan aquellos cristianos punteros, orgullo de su pastor, compañeros de sus labores, su mano derecha; pero que de repente… ¡ya no están! Se fueron sin dar explicación.

Algunos surgieron como una llamarada inicial que se apagó tan rápido como se encendió. Otros avanzaron fogosos en el ministerio, pero en cuanto escucharon el silbido de las balas, corrieron. Pensaron que la vida cristiana era solo “vida abundante”; nunca imaginaron que incluía el sufrimiento. Incluso otros fueron atraídos a la gloria del evangelio, pero, igualmente, fueron seducidos por las vanidades del mundo.

Todo pastor, sin importar su denominación, llevará heridas de ovejas desertoras que dejan en el aire un misterio indescifrable, y los hace padecer de una culpa auto-impuesta al preguntarse si de alguna manera habrían podido prevenir esa calamidad.

Las heridas de ovejas irreprensibles

Con esto no quiero decir intachables, sino intocables. Ovejas que siempre están presentes en el redil pero evitan la cercanía con su pastor. Se posicionan fuera del alcance de las amorosas reprensiones de él: ¡son irreprensibles! Se especializan en el estancamiento, no tiene interés de crecer y se satisfacen con hacer acto de presencia en la iglesia. Confunden el cristianismo con el eclesianismo.

Son un dolor al alma del pastor, pues lo hacen sentir como un factor nulo en sus vidas, un “extra” innecesario en su cristianismo; su estancamiento evidencia la impotencia ministerial de su pastor.

Las heridas de ovejas secas

Una palabra de aliento a tu pastor en el desánimo, una nota de aprecio personal, un reconocimiento de la obra del siervo de Dios, provocan que aumente en él su dedicación y lo revigorizan para ser aún más efectivo, pues más se logra con miel que con hiel.

Pero si la salud espiritual del pastor dependiera del aliento expresado por algunas ovejas, moriría de inanición. Existe ese género de oveja estoica, convencida de que el pastor solo debe depender de Dios, y que su aliento solo se debe descargar del cielo. No consideran el ministerio como una calle de doble sentido, en la que la atención pastoral circula hacia la oveja y el aprecio de la oveja circula hacia el pastor. Cierto es que del pastor a la oveja el carril es más amplio, pero nunca es de un solo sentido.

Y así muchos pastores se marchitan por indiferencia ovejuna. En momentos de desánimo se acercan a las ovejas para respirar alguna brizna de aprecio humano, pero igual se retiran tan vacíos como se acercaron. Sufren una lesión parecida a la de las esposas de maridos inexpresivos, que viven años de incertidumbre porque rara vez escuchan palabras de aprecio de los labios de sus maridos, y cuando ellas se lo reprochan, ven cómo ellos responden haciéndolas sentir culpables de haber dudado de su amor inexpreso.

Consuelo para el pastor herido

Muchos de los que estamos en el ministerio hemos encontrado consuelo en las biografías de los líderes de las Escrituras que chorrean sangre, sudor y lágrimas. Sí, porque nada repara más nuestro dolor que unirlo al dolor de los demás. Aquellos que nos son modelos del líder ideal no tuvieron a su cargo ovejas ideales que solo reciprocan amor, sino que, muchas veces, y como en el caso del apóstol Pablo, cuanto más las amaron, menos fueron amados (2 Corintios 12:15).

Pablo fue una notable víctima de la oveja chismosa que voceaba a sus espaldas: “… las cartas son duras y fuertes; mas su presencia corporal débil, y su palabra menospreciable”. Aquel que consideramos un líder ideal fue criticado como un líder pusilánime que se escondía detrás de duras cartas (2 Corintios 10.11).

Incluso otros torcían sus palabras a sus espaldas para tacharlo de hereje: “Y por qué no decir (como se nos calumnia, y como algunos, cuya condenación es justa, afirman que nosotros decimos): Hagamos males para que vengan bienes?” Romanos 3.8.

Cuando nos topemos con el chisme debemos atajarlo con amor y entereza, pero no desmoralizarnos, pues todo pastor que se proponga ser fiel a la verdad, será calumniado, porque la verdad no hiere a las ovejas, pero en seguida las incomoda.

Tanto Jesús como Pablo sufrieron complots de sus ovejas. Jesús vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron. Se deshicieron de él con un alarido homicida y humillante: ¡Fuera con este, y suéltanos a Barrabás! Lucas 23.18.

Ante las mismas ovejas que engendró en su ministerio, Pablo tuvo que defender su liderazgo y contrarrestar las preferencias de algunas ovejas por Pedro, por Apolos, o por querer ser ovejas independientes (aquellas “de Cristo” podían prescindir de un líder humano (1 Corintios 1.12). Pablo atajó la situación con humildad, sin minar a los otros maestros, pero tuvo que reestablecer su primacía ante su rebaño recordándoles: “Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio” (1 Corintios 4.15).

Te preguntarás: ¿Cómo es que Pablo, del que se han escrito miles de libros, quien ha sido el fundamento teológico más consultado en la historia pudo sufrir tantos intentos de derrocamiento? La verdad fue expresada por Jesús: ¡Ay de vosotros, que edificáis los sepulcros de los profetas a quienes mataron vuestros padres! Lucas 11.46–47. Los líderes difuntos reciben coronas de flores, pero los presentes coronas de espinas.

¿Y qué hay de las ovejas irreprensibles? Aquellas con una maestría en el estancamiento. Solo hace falta escuchar el eco de las voces frustradas del nuevo testamento: “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros, quisiera estar con vosotros ahora mismo y cambiar de tono, pues estoy perplejo en cuanto a vosotros” (Gá 4.19–20); “Acerca de esto tenemos mucho que decir, y difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír. Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido” (He 5.11–12).

De las ovejas secas, que poco aprecian a sus líderes y que aun los menosprecian: tenemos el paralelo del fiel Timoteo a quien Pablo consideraba un ejemplo de probada abnegación (Filipenses 2.20), pero que las ovejas corintias culpaban del pecado de “falta de carisma personal”. Pablo tiene que exhortarlos a que no lo “tuvieran en poco” (1 Co 16.11).

El llamado pastoral requiere a un hombre espiritual. Pero ni aun Pablo consideró que su madurez espiritual lo volvía autosuficiente, o lo constreñía a depender únicamente de Dios. Consideraba que el ministerio de sus ovejas no era un beneficio innecesario sino entrañable (Filipenses 1.19; Filipenses 1.5; Filemón 7), se gozaba cada vez que revivía el interés de ellas por él (Filipenses 4.10).

¡Terrible pero cierto! Ha habido pastores que cometieron suicidio, y en la nota de despedida señalaron la falta de amor de las ovejas como la razón mayor por la cual se quitaron la vida. Aunque estos actos son reprobables, muestran la importancia de no confundir el ministerio con el cielo. Allá, los pastores fieles escucharan “bien, buen siervo y fiel, sobre poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré”, pero acá está el campo de batalla, y la fidelidad no solo se paga con honor, incluye también heridas tanto de lobos como también de las propias ovejas.