Con la adoración ocurre lo mismo que con muchos otros conceptos de las Escrituras: Muchas personas presuponen saber lo que es, pero pocos podrían definirlo con precisión. Y si no sabemos en qué consiste una cosa, tampoco podremos saber si lo que estamos haciendo es lo que se supone que estemos haciendo.
Quizás la definición más simple que podemos dar de “adoración” es “rendir honor a un Ser superior”. Puede tratarse de un ídolo o del Dios vivo y verdadero. Pero el meollo, la esencia de la adoración es rendir tributo, honor, reverencia, respeto, alabanza y gloria a un Ser superior.
Las dos palabras que más comúnmente se usan en las Escrituras para referirse a la adoración, tanto en el AT como en el NT, conllevan la idea doblegarse, postrarse, reverenciar. La palabra que se usa en el NT significa literalmente “besar la mano”, como una señal de respeto y reverencia. Implica el reconocimiento de la grandeza de aquel que es adorado. Por eso es que la única adoración digna de ese nombre es la que el creyente tributa a Dios y a nadie más. Cuando atribuimos gloria a otro ser, fuera del Dios vivo y verdadero que se revela en Su creación y en Su Palabra, estamos concediendo una honra inmerecida, porque sólo Dios es digno de ser adorado.
Cuando Satanás tentó a Cristo en el desierto, y le ofreció todos los reinos de este mundo “si postrado me adorares”, el Señor le respondió: “Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a Él solo servirás” (Mt. 4:9-10). Y en Ap. 4, a Juan le fue mostrado en una visión, la adoración que se tributa a Dios en el cielo; y dice que él vio seres celestiales que se postran delante del Señor y le dicen: “Digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tu creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas” (Ap. 4:11). Sólo nuestro Dios posee las características que le hacen digno de recibir este tipo de homenaje de parte de Sus criaturas. “De Él, por Él y para Él son todas las cosas, como dice Pablo en Rom. 11:36, y, por lo tanto, que solo a Él sea la gloria por los siglos”.
¿Qué es, entonces, la adoración? Es el reconocimiento de la grandeza de Dios y la reacción que eso debe provocar en nosotros. Por eso alguien definió la adoración como “la ocupación del corazón, no con sus necesidades, ni siquiera con sus bendiciones, sino con Dios mismo”.
La adoración se enfoca en el Ser de Dios y no únicamente en lo que Dios hace. Nuestro Dios es intrínsecamente digno de toda gloria, toda honra, todo honor y toda obediencia. Y el hombre fue creado a Su imagen y semejanza, poseyendo un alma racional, con el propósito de que pueda tributar a Dios esa adoración que es digna de Él.