Algunas personas se excusan de lo poco que leen diciendo que no tienen hábito de lectura. Pero al igual que cualquier otro hábito, éste puede ser desarrollado. He aquí algunos consejos prácticos. 1. Lea. Esto parece muy obvio, pero nadie podrá desarrollar un buen hábito de lectura con solo desearlo (Pr. 13:4). Tiene que leer. 2. Comience poco a poco. Si no tiene hábito de lectura, trace una meta pequeña al principio, como leer de 3 a 4 páginas al día (eso le llevará menos de diez minutos; de manera que, en la mayoría de los casos, los que dicen que no leen por falta de tiempo, en realidad carecen de interés). Ahora, piense en esto: leyendo 3 ó 4 páginas al día, podrá leer 1095 a 1460 páginas al año, el equivalente de 5 a 7 libros de 200 páginas cada uno. Por supuesto, 3 ó 4 páginas al día es sólo un comienzo; luego puede añadir algunas más poco a poco. 3. Comience con libros cortos, preferiblemente de menos de 200 páginas. Cada vez que pueda terminar un libro alimentará su esperanza de continuar esforzándose. Por el contrario, cada vez que comience un libro y lo deje por mitad se desanimará de seguir intentando (y el diablo sabe aprovechar el desánimo para que desistamos de nuestros propósitos piadosos). 4. Lleve siempre un libro con Ud. Nunca sabemos en qué momento tendremos tiempo disponible para leer (haciendo fila, en una sala de espera, aún en los embotellamientos – al menos en nuestro país, etc.). 5. Busque a un amigo (o amiga, según el caso) para que lean un libro juntos (no necesariamente al mismo tiempo, sino coordinadamente); así se pueden animar el uno al otro a llegar a la meta, a la vez que pueden beneficiarse mutuamente al comentar la lectura. Recuerde la enseñanza de Eclesiastés 4:9ss: “Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero !ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante… y cordón de tres dobleces no se rompe pronto”. 6. Ore por eso. Al igual que con cualquier otro hábito piadoso, necesitamos de la ayuda del Espíritu de Dios para poder cultivar un buen hábito de lectura. Puede que le cueste al principio remplazar malos hábitos por los buenos (por ejemplo, ver menos televisión, hablar menos por teléfono o dejar a un lado la computadora para ponerse a leer un buen libro), pero bien vale la pena pagar ese precio.
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