La Biblia enseña lo que podríamos llamar UNA CARDIOLOGÍA ESPIRITUAL. Habla lo suficiente el tema como para que no haya ninguna duda con respecto a su importancia. Así como para el cuerpo existen los que llamamos ‘órganos vitales’, así es considerado el corazón desde el punto de vista espiritual. Podemos afirmar que el estado de nuestras vidas espirituales depende del estado de nuestros corazones.
“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida” (Prov. 4:23).
Del corazón brota lo que adoramos, confiamos, deseamos, seguimos, amamos y servimos.
“El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Lucas 6:45).
Según Heb.4:12, el corazón es el asiento de los pensamientos y de las intenciones. Interpretamos cosas con el corazón. Esa es la razón por la cual no siempre somos objetivos. Dos personas pueden hacer exactamente lo mismo, pero llevarlo a cabo con dos motivaciones completamente distintas. Cuidar el corazón es el corazón de la vida cristiana.
Como dice J. C. Ryle: “El corazón es el hombre. Es el asiento de toda la vida espiritual, salud, fortaleza y crecimiento” (Old Paths, p.341).
Hablar del corazón es hablar del interior del hombre. Tratar con el corazón es tratar con más que la mera apariencia. Si un médico nos dijera que tenemos un problema en nuestro corazón, no vamos a buscar el remedio simplemente cambiando de ropa o poniéndonos maquillaje. Esos toques externos no resuelven el problema. Del mismo modo, la vida cristiana no se trata esencialmente de lo que hacemos externamente, y mucho menos de las apariencias.
Si el corazón es tan vital, si lo externo no es lo más importante, ¿cómo estás cuidando tu salud espiritual?