Si tuviera hambre no te lo diría

El Salmo 50 dice que Dios no come; que no come de los sacrificios que Israel le ofrece. Y añade, con tono irónico, “Si tuviera hambre, no te lo diría, pues mía es la tierra y todo lo que hay en ella” (v. 12).[1] El salmo dice eso porque la gente piensa que Dios sólo está interesado en los sacrificios que le ofrecen los creyentes. Por eso, Israel y Judá en muchos momentos de su historia llegaron a desobedecer a Dios en todo, menos en los sacrificios (v. 8). Pensaron: “Dios con barriga llena, tendrá el corazón contento. Si culto es lo que quiere, culto le daremos.”
El problema no son los sacrificios en sí, sino creer que eso es todo lo que cuenta en la relación de Dios con su pueblo. El segundo problema es la forma de hablar, tener siempre en la boca versículos bíblicos (v. 16). Pero, al tiempo que ofrecen los sacrificios y citan la Biblia, participan de adulterios, robos, engaños, murmuraciones, infamias y males sin cuenta (vv. 18-20). Por eso Dios les pregunta, “esto haces ¿y me voy a quedar callado? ¿crees que soy como tú?” (v. 21); he aquí el tercer problema.
A la luz de lo anterior, nos parece que una mejor traducción para la palabra todah (תוֹדָה) en los vv. 14 y 23 no es “gratitud” o “alabanza”, sino “confesión”, la cual está dentro del campo semántico del término. De hecho, en la larga historia de la lengua hebrea, el sentido de confesión del término parece ser exclusivamente bíblico.[2] Así pues, el problema no es de alabanza o de gratitud, sino de reconocer que se ha actuado mal. El creyente está más presto y dispuesto a cantar que a confesar. Por eso es más fácil hacer culto, ceremonias y celebraciones que obedecer a Dios en la cotidianidad. Este problema, propio de todos los creyentes, es el que señala el Salmo 50.
En resumidas cuentas, este problema es natural y es teológico; lo que muestra que hay cosas que pueden ser naturales, pero no por eso están bien. A los seres humanos nos es natural hacer el mal, ver las cosas de manera distorsionada y todavía pensar que todo está bien. La tarea de este salmo, y de la palabra de Dios en general, es hacernos ver eso, porque de cuenta nuestra no podríamos.
Si a esto que es torcido, pero natural, le sumamos predicadores que lo refuerzan, pidiéndole a la gente que den y hagan cosas para Dios, pero pasando por ellos, entonces tenemos la unión del hambre con la comida. No tendrá que esforzarse mucho en ganar adeptos el dueño de un micrófono que invita a ofrecer sacrificios a Dios, a hacer más cultos y a cantar. Pero cuesta arriba es la tarea de quien predica que Dios no come de sus sacrificios, que exhorta a la confesión de pecados y que le dice a la gente que deje de ser hipócrita. Así pasa porque detestamos la disciplina (v. 17)


Hablando de otra cosa, la supervivencia del Salmo 50 muestra lo contrario de lo que dicen los revisionistas, pues a pesar de contener la perspectiva de los perdedores, de no ser popular y de tener el menor número de seguidores, sobrevivió. ¡Buen provecho!©2015Milton Acosta

[1]Las traducciones del texto hebreo son todas del autor. Num 28:2 Dios le dice a Moisés que la ofrenda que el pueblo de Israel le presenta es “mi comida”. Num 28:8 dice que esa ofrenda quemada con fuego es “de aroma grato al Señor.” En las instrucciones para los sacrificios de la pascua dice que “es un alimento que consiste en una ofrenda presentada por fuego, de aroma grato al Señor” (Num 28:24). Suponemos que se tomaron en serio algunas metáforas de la Escritura.[2]Como lo traduce la Biblia del Peregrino. Véase Luis Alonso Schökel, Diccionario bíblico hebreo-español (Madrid: Trotta, 1994), 793–794. Véase también Judit Targarona Borrás, Diccionario hebreo/español: bíblico, rabínico, medieval, moderno (Barcelona: Riopiedras, 1995), 1350.