Predicar con poder no comienza con un curso de predicación sino con una compresión y correcta estima de la Palabra de Dios por proclamar.
Se equivocan los predicadores al pensar que el poder de la predicación reside en su cuidadosa preparación, o en su notable don. El poder de la predicación reside en las Escrituras mismas.
Dios ha investido con poder a la Biblia, esta tiene poder inherente, elocuencia propia y es capaz de traer bendición si acaso mediante la predicación de instrumentos falibles y torpes.
Carlos Spurgeon, reconocido en la historia como príncipe de los predicadores, alzaba las manos al cielo y clamaba maravillado:
Con su don titánico Spurgeon podría pensar que el éxito se encontraba en su habilidad propia, pero él mismo reconoce que el poder provenía de Dios y de las Escrituras. Por esto, antes de aprender a predicar bien, tenemos que aprender a estimar la Palabra de Dios y conocer la relación que esta tiene al continuo y actual ministerio del Verbo de Dios. Las palabras del predicador son el eco presente del Verbo de Dios. Y no es un eco muerto, copia disecada de la realidad. Este eco el vehículo de la presencia de Cristo durante la predicación. Pues el ministerio profético de Cristo continúa, y no principalmente en revelaciones, sino en la predicación de aquellos siervos que son fieles a Su palabra.
Juan Calvino dijo:
Esta es una mayordomía que realmente debe ponernos de rodillas. Pensar que mediante la predicación propia, Cristo manifiesta una vivencia fresca de su presencia. Es un tanto un misterio como un privilegio.
¡AHORA DISPONIBLE! SUITE DE PREDICACIÓN
En Logos siempre estamos pensando como dar soporte a los pastores, muchos de ellos, sin oportunidad de haber aprendido de una clase de homilética. Por lo que hemos preparado una Suite de predicación: