¿Cuál es el nombre de Jesús?, o mejor dicho, ¿Cuál de todos sus nombres era el personal?, con el que se presentaba más seguido. Ningun individuo en la Biblia ha tenido tantos nombres y títulos como Jesús. Tan solo en el Apocalipsis se le atribuyen 30 diferentes títulos: Testigo fiel, Primero y último, Rey de reyes, Señor de señores, Estrella brillante de la mañana, El último Adán, El sol naciente, El amén, La luz verdadera, El justo, El León de Judá, El Rey de los judíos, El pan de la vida, etc.
Pero el nombre en tinta roja, de la boca de Jesús, sin duda, es ¨el Hijo del hombre¨. ¿Sorprendido?. Cierto, entre sus nombres, el popular es “Jesus”, el histórico “Jesucristo”, el celestial “Hijo de Dios”. Pero “Jesús”, si acaso, salió una vez de su boca -otros así los llamaron casí 600 veces-, y “Cristo” si acaso 10 veces lo usó. En cambio, má de 60 veces se describió como “El hijo del hombre”.
He aquí el problema. Pues si el conocimiento de una persona dependiera de comprender su nombre, entonces muchos cristianos no conocen a Jesús, al menos como debieran. Si hicieramos el experimento de preguntar el significado del título, algunos no sabrían responder, y otros con intuición teológica responderían: ¡Oh si!, El hijo del hombre es la contraparte del título Hijo de Dios. Este remarca la deidad de Cristo, mientras que aquel su humanidad: dos caras de la misma moneda.
Confieso que suena bien, pero comprendamos que esto es tan solo un tercio de su significado. Para estudiarlo hay que saber que Jesús mismo conectó el título al AT cuando respondió al sumo sacerdote que lo interrogaba: Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios. Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo. Mateo 26:63–66 (RVR60). La conexión es a Daniel 7:13-14 “Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido”. En esencia el Hijo del hombre es el agente escatológico redentivo de Dios que encierra tres cualidades.
El Hijo del hombre es divino
Seguido en el AT se utilizan las nubes como la carroza que Dios utiliza para deplazarse. Deuteronomio 33:26 dice “No hay como el Dios de Jesurún, Quien cabalga sobre los cielos para tu ayuda, Y sobre las nubes con su grandeza.”; y el Salmo 68: 32-33 Reinos de la tierra, cantad a Dios, Cantad al Señor; Selah Al que cabalga sobre los cielos de los cielos, que son desde la antigüedad; Asimismo el Salmo 104:1–4 Que establece sus aposentos entre las aguas, El que pone las nubes por su carroza, el que anda sobre las alas del viento.
R.C. Sproul acertó al decir: “En contraste con el Hijo de Dios, el Hijo del hombre parece referirse a Jesús como un humano. Sin embargo, el Hijo del Hombre implica más claramente deidad que el Hijo de Dios”
Si agregamos a esto que la figura en Daniel corre paralela a la descripción de su contemporaneo Ezequiel de la gloria de Dios, en donde uno en semejanza de hombre está sentado en el trono, nos daremos cuenta que el “Hijo del hombre” habita dentro del círculo de la deidad.
No debe sorprendernos que el Sumo sacerdote que interrogaba a Jesús razgara su ropas y le imputara blasfemia a Jesús cuando se identifico como el protagonista de la profecía de Daniel.
El Hijo del hombre es realeza
La gran comisión es el eco de la profesía de Daniel que describe a los imperios temporales de las bestias suplantados por el reino eterno e universal del “hijo de hombre”. Fue de esta manera que Jesús fue investido con “toda potestad dada en el cielo como en la tierra” Mat. 28:18-19. Poder y autoridad no son decorativos -como el de la reina de Inglaterra- sino un dominio activo que despojará a sus enemigos para que terminen al final bajo el estrado de sus pies.
Esta coronación garantiza el éxito de la gran comisión. Nuestros avances evangélicos en el mundo no deben su éxito al método que adoptamos, sino al impulso divino del Cristo exaltado que abre ojos, transplanta corazones y da oidos para oir mediante la proclamación del evangelio. Sin esto, de poco sirviría vocear las buenas nuevas a una humanidad ciega, sorda y espiritualmente muerta.
El Hijo del hombre es humano
La profesía de Daniél prefigura a un ser real y divino, pero también humano. Uno que excluyendo el pecado, vivío tan humanamente como nosotros y más humildemente que ninguno pues “…Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza”. Lucas 9:58. Pudiera ser que una de las razones por las que se apego más a este nombre fue su deseo de identificarse con nosotros y no deslumbrarnos con su deidad. De hecho, solo una vez en su vida ministerial transfiguró su gloria, y esto, en la privacía de un monte alto. En sus milagros no había exesos. Después de alimentar a los cinco mil, no mando desechar las sobras a sabiendas de que podía repetir el milagro indefinidamente, sino a recogerlas.
Cómo humano, el Hijo del hombre es prototipo y paradigma. Pablo lo llama “El segundo Adán”, a manera de hablar, el molde de para una nueva creación y nuevas creaturas que algun día serán “semejantes a él” I Juan 3:1. Y asimismo el paradigma del hombre ideal. Es decir, Jesús no fue un super-hombre, lo que el hombre no podría nunca llegar a ser, sino lo que el hombre fue intensionado a ser de no haber caído en pecado. Bien lo puso Alexander Macclaren:
“Cuando dice: “el Hijo del hombre”, parece declarar que en Sí mismo están reunidas todas las cualidades que constituyen la humanidad; que Él es, para usar el lenguaje moderno, el Ideal realizado de la virilidad, el Hombre típico, en Quien es todo lo que pertenece a la virilidad, y Quien se destaca como completo y perfecto.”
Esto es un reves contra Nietzsche el fílosofo quien afirmaba que el concepto de Cristo era inhumano e irreal pues constituía algo más haya de lo que el hombre podía lograr con sus propias fuerzas. En realidad Cristo no era una mera vitrina carnal de lo divino, sino el hombre como originalmente fue intencionado por Dios, la imagen de Dios original sin un ápice de corrupción.
Cuál es entonces el significado de “El hijo del hombre”. Es la figura escatológica que Dios Padre utilizará para remediar el impacto total del pecado tanto en la creatura como en toda Su creación. Este agente es deidad, y realeza, pero camina como hombre en humilde humanidad. De ahí que en los evangelios suenan dos melodías en síncopa, una en tonos mayores que desvelan rayos de gloria, y otra en tono menor que remarca su miseria. El Hijo del hombre vendrá en las nubes, pero en la tierra no tiene donde recostar su cabeza, es aquel a quien se le han dado toda potestad y el cetro del un reino eterno y universal, pero en la tierra un carrizo y una corona de espinas y es presentado -por Pilatos-como una caricatura de rey. Es aquel que está sentado a la diestra del trono de Dios como subime dignatario, pero que en la tierra termina cruficificado como vil criminal.
Ante las realidades que moran en este título, solo queda beber del fondo mismo de nuestro ser la grandeza, divinidad y la agonía del Hijo del hombre: Dios velado en carne, Rey escondido en humildad, y compañero redentor de nuestra humanidad caída, el único que merece toda la gloria, la honra y la devoción de nuestro ser.
Por otra parte debemos evitar conducirnos con prepotencia en nuestro ministerio, y andar en humildad como él anduvo, porque llevamos el tesoro del evangelio en vasos de barro para que la excelencia de poder sea de Dios y no de nosotros.