Mucho se piensa que el cristiano no debe de planear sino sencillamente vivir día a día. Jesús mismo dijo que no debemos de afanarnos del día de mañana, que cada día trae su propio afán. Sin embargo, del resumen de todos los versículos sobre la planificación se conjugan dos ideas inseparables: Planear, sin afanar.
El instinto básico del hombres es, como dijera el poeta, ser arquitecto de su propio destino. Se afana por tomar el futuro en sus manos, acapara el control de su destino. En contraste, el creyente, si ha de ser dichoso, bosqueja ideas abiertas a la edición y aprobación de Dios antes de convertirlas en planos oficiales.
La planeación -sin afan- es un mandamiento apostólico. Pablo lo imparte acompañado de un profundo concepto: “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos” Ef. 5:15-16. La frase: “Porque los días son malos”, encierra mucho. Revela que el tiempo fue uno de las componentes desquiciados por la caída del hombre y que a menos que sea ordenado “sabiamente”, no resulta en momentos edificantes ni muchos menos en logros constructivos.
Para “andar sabiamente” tus planes deben reflejar ciertos principios cardinales de la Escritura. Déjame sugerirte algunos:
Evita hacer planes contrarios a Dios
El creyente ingenuo piensa que el mero hecho de ser cristiano garantiza el sello de aprobación de Dios sobre todo lo que se le ocurra hacer, aun si contradice la tinta negra de la Biblia o la la tinta gris de las advertencias providenciales.
Jonás fue la personificación de esta insensatez. Se embarcó en un navío con un compás que marcaba en dirección opuesta a la expresa dirección divina. Pronto se encontró en las aguas tenebrosas del inexistente favor de Dios. Al hacer un recuento de los horrores que vivió, él mismo exclamó: “Los que siguen vanidades ilusorias, Su misericordia abandonan”. Jon 2:8.
Planear en contradicción a la Palabra de Dios, es chocar de frente con Él. Jonas sobrevivió para nuestra enseñanza, pero no todos viven para contarlo.
Evita hacer planes independientes de Dios
No todos son de carácter fiero como para abiertamente llevarle la contraria a Dios. Algunos de nosotros somos más sutiles. Amablemente buscamos dar de baja a Dios de su trono soberano para que no se fije en nuestros planes futuros. Nos persuadimos de que Dios está tan ocupado en asuntos mundiales de mayor envergadura, que lo mejor es darle una manita y hacer planes independientes, para aligerar Su carga.
La Escritura no pasa por desapercibido esta tontería. Santiago, ilustra elocuentemente la falacia de la planeación independiente: ¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello. Stg 4:13–16.
El rey Acaz es un buen mal ejemplo del espíritu independiente. Isaías lo incentivó a confiar en Dios y no en sus planes para protegerse de sus enemigos. Él le respondió: “No pediré, y no tentaré a Jehová”. Is 7.12–13. A primera vista Acaz pareció mostrar cordura espiritual, respondió con la Biblia en boca. Sin embargo, la cita de versículos no siempre certifica nuestros planes delante de Dios. El diablo mismo citó la Escritura para persuadir a Jesús de ir en sentido contrario a la voluntad de su Padre.
No siempre que acertamos bíblicamente acertamos en lo espiritual. Dios es el gran intérprete de cómo dar el sentido correcto de la Escritura a cada situación de nuestras vidas. Todo esquema bíblico debe ser sometido a Dios en oración para recibir su confirmación. Toda planeación independiente sea abierta o disimuladamente no contará con la bendición de Dios. Su soberanía excluye de nuestras vidas todo compartimento independiente.
Evita hacer planes espirituales sin Dios
Moises encaró este dilema. Tenía la bitácora de la jornada para el pueblo de Israel bien definida. De hecho, Dios mismo la había trazado. Sin embargo, Moisés se abstuvo de dar paso adelante inseguro de si Él habría de acompañarlos: “Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí” Ex. 33:15.
Más importante en nuestra vida es la compañía de Dios que la ruta que seguimos, pues después de todo, Dios es nuestra destinación final.
Seguramente esta fue una de las lecciones más amargas en la vida de David. Por muchos años recaudo materiales preciosos para la construcción del templo, la ilusión de su vida. Un día llegó el momento esperado. Todos sus enemigos habían sido subyugados, le rodeaba la paz. Era el momento oportuno para realizar el anhelo en su corazón.
David compartío con Natan su ardiente ilusión. Frente a la estatura espiritual y militar de David, Natán no lo pensó dos veces, respondió: “haz todo lo que está en tu corazón”. Nunca imaginó que esa misma noche Dios les daría la respuesta contraria. La obra del templo no le había sido asignada a él. No armonizaba con su perfil de guerrero. De aquel hombre “que había derramado demasiada sangre”.
Al encarar este nuevo año. Elaboremos planes, y planeemos a la grande, pues nuestros Dios es inmenso. Pero sean nuestros planes conforme a la palabra de Dios, en dependencia de Él y confirmados por su providencia, pues solamente estos garantizan tener su bendición oficial.
“Conozco a Jehova que el hombre no es Señor de sus caminos, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos”. Jer. 10:23