Tu y yo en algún momento somos tildados de buenos, malos, y hasta pésimos amigos. El apelativo poco o nada tiene que ver con la cantidad de amigos. Algunos somos de temperamento gregario, el bienestar de nuestro día depende de cuanto nos relacionamos, la interacción social nos revitaliza. Otros son más ariscos, retraídos, rehuyen el bullicio social, son tachados de antipáticos cuando no de ermitaños. La amistad entonces, no depende de nuestra idiosincrasia social.
Tampoco se trata del grado de compatibilidad que encontramos en los demás. La compatibilidad es pegamento instantáneo, pero no adhiere a profundidad: con el tiempo se deshace. La compatibilidad es una versión del amor propio, nutrido por las similitudes que encontramos en el otro. Nada deleita como descubrirse en otro como espejo de coincidencias, pues nadie se aborrece a sí mismo (Ef. 5:29).
En el carisma personal tampoco define la clase de amigos que somos. La gente se arremolina en torno de estrellas sociales, íconos de un “super-amigo”, que terminan desilusionando a muchos cuando tras el desengaño aprenden que el interés de ellos es la popularidad, no la amistad a fondo: El que es amigo de todos no es amigo de nadie.
La Biblia no considera la amistad como un tema con fundamento espiritual, no social. No es una manifestación sociológica de la cultura sino la escuela donde se aprende a perfeccionar el amor al prójimo, que a su vez, es el prototipo de toda relación humana, aun del matrimonio.
El matrimonio es indudablemente la relación humana suprema. Pero el matrimonio superior es el resultado de una amistad superior. Ninguna esposa puede decir “mi marido es un excelente esposo pero me es un pésimo amigo”. Al contrario, el cónyuge es el amigo por excelencia, así lo reconoce el Cantar de los cantares: “Tal es mi amado, tal es mi amigo”. Los fracasos matrimoniales son el resultado de la unión prematura de dos personas inmaduras que no supieron desarrollarse en la amistad.
PARA SER UN BUEN AMIGO HAY BUSCAR BUENOS AMIGOS
¿Cómo se logra ser un buen amigo según la Biblia?. Comienza buscando buenas amistades, tal como lo afirma el refrán: ¨Dime con quién andas y te diré quien eres¨; la amistad es un poderoso medio de influencia bilateral. Salomón lo describe como un roce transformador: Hierro con hierro se aguza y asi el hombre aguza el rostro de su amigo (Prov. 27:17). El alma es maleable y absorbe inconscientemente las mañas o virtudes del amigo. La amistad te hace o te deshace.
Por esto debemos guardar distancia de la mala influencia. Es una bienaventuranza no andar en consejo de malos, en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores (Salmo 1:1). Inversamente, debemos buscar la buena influencia: “El que anda con sabios, sabio será…” (Prov. 13:20).
Esta consideración nos advierte a buscar calidad y no cantidad. Solo a los ¨verdaderos amigos¨ llevamos a la zona profunda de la amistad. Esta clase de amigos pueden contarse con una mano, y sobran los dedos. Tal como una madre sabia dijo a su hijo cuando fallecía: “Soy afortunada. Muero con dos amigos, y son muchos.”
EL BUEN AMIGO BUSCA UNA AMISTAD PERDURABLE
Tanto debemos de trabajar por conseguir el buen amigo cómo preservarlo. Los amigos no son productos desechables a descartar después de una temporada de uso. No faltan los que fácilmente inician y fácilmente terminan con la amistad.
En los principios de su reino Salomón tuvo una encomiable disposición. Buscó a Hiram, antiguo amigo de su padre David, poniendo en práctica su propia filosofía: No dejes a tu amigo, ni al amigo de tu Padre; ni vayas a la casa de tu hermano en el día de tu aflicción, mejor es el vecino cerca que el hermano lejos (Prov. 27:10). Lamentablemente, Roboam su hijo ignoró este principio, escogió lo nuevo antes que lo sabio, se rodeó de jóvenes lambiscones cuyo mal consejo le costó la división de la nación de Israel.
Charles Bridges fue atinado al decir: Hay muchas cosas que son mejores cuando nuevas, pero respecto a la amistad. Un amigo es mejor cuando es antiguo y ha sido probado.
Sólo podrás tener una amistad perdurable si no te olvidas o desatiendes a tus amigos. Sin duda, la amistad cambia con las diversas etapas de nuestra vida: Cuando somos reubicados por empleo, cuando contraemos matrimonio o cuando nos convertimos a Cristo. No obstante el verdadero amigo lo es de corazón, no solo de circunstancia, y toma la iniciativa para continuar el cultivo de la amistad antigua en la medida que cabe, pues: “El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo…” (Prov. 18:24).
EL BUEN AMIGO ES ÍNTIMO PERO NO ABSORBENTE
“Juntos pero no encimados”. Como toda bendición, la amistad se puede convertir en un ídolo destructivo. Cuando la órbita de toda tu vida gira en torno a tus amigos; cuando vives para tus amigos; cuando los demás no pueden relacionarse contigo sin tener que relacionarse también con tus amigos, la amistad se ha desvirtuado.
Dios creo la amistad para remediar la soledad, no para disolver la individualidad. Se trata de la unión de dos corazones y no de la fusión de dos destinos. Que la santa trinidad nos sirva de ejemplo. Es un solo Dios, hay una unidad indivisible, pero no una disolución de personas e individualidad. El Padre es su propia persona con su propia función, el Hijo es su propia persona con su propia misión, y el Espíritu es su propia persona con su propia operación. Así nosotros vivimos unidos pero no embarrados a nuestros amigos. Aceptamos que sigan el destino que Dios les señaló aún si eso los aparta de vista (aunque no de corazón).
Existen individuos extremadamente inseguros que no pueden dar un paso sin usar la amistad como muletilla. Otros son dominantes que meten a sus amigos en una jaula de oro y les cortan las alas para que no levanten vuelo alguno si no está autorizado y gobernado por la torre de su control. Los amigos son nuestros compañeros pero son posesión de Dios.
Existen muchas otras cualidades de la buena amistad pero el llamado del creyente es primero tener a Cristo como su modelo, pues en Él todas ellas se encuentran y encuentran su máxima expresión. Cuando tenemos a Cristo como amigo buscaremos tener amigos como Cristo.