Ayudas para desactivar la lujuria

Creo que nunca me he topado con un homo sapiens que no se haya visto derrotado por la tentación sexual. En esto, ni los cristianos son exentos. Cuando el predicador menciona “la lucha contra la tentación”, la mujer piensa en varios frentes. Para el varón, la inmoralidad sexual es el concepto más apegado a la palabra “tentación”.

Es común preguntarse en el calor de la batalla de donde es que el monstruo de la lascivia recoge el poder para tiranizar a tantos hombres. La respuesta al enigma se encuentra en los anales de la historia bíblica.

Nos remontamos al libro de Génesis en el cual encontramos el deseo sexual como algo inocente. ¿Inocente?. Sí, natural. ¡¿Natural?!. ¡Sí!, resulta que este deseo no fue sembrado por el diablo en el Edén sino por Dios en el hombre. El el sexo es el recinto en donde el hombre y la mujer celebran un éxtasis de comunión conyugal. Antes de permitirnos pensar en este deseo como una vulgar tentación, debemos de reconocerlo y afirmarlo como una bendición: todo lo que vino de la mano creativa de Dios fue declarado “bueno en gran manera”.

El deseo sexual es además potencia en el cumplimiento de la gran comisión original de: “fructificar, multiplicarse y llenar la tierra” (Gen. 1:28). En el mundo original esta pasión nunca fue censurada por Dios.

El capítulo 3 de Génesis cambió la historia. El pecado entró, permeó y desvirtuó toda la creación.  A ese inocente deseo de amor, se le hechó gasolina. Surgió un nuevo término en el vocabulario humano: la lascivia. El amor se pervirtió y desde entonces ha dejado un rastro de innumerables calamidades: fornicaciones, matrimonios destrozados, adicciones, perversiones, abusos, crímenes pasionales, etc.

La temperatura de esta pasión ha subido ahora más que nunca en la era en la que vivimos. Los anticonceptivos han removido límites que antes limitaban el desenfreno.  La pornografía ha insensibilizado las conciencia de miles de hombres que ahora se exponen sin chistar a aberraciones antes inadmisibles.

El varón de hoy no puede ser victorioso sin la lucha. Aquél que no se propone y dispone a tomar medidas diariamente en esta guerra terminará siendo una víctima de las estadísticas.

A continuación ofrezco algunas reflexiones bíblicas que debemos de instalar en nuestra mente, para poder desalojar el acoso lascivioso que no descansa hasta que no haya terminado de invadir nuestra mente.

Cultiva pureza de raíz

Proverbios 4:23–26 (RVR60) — 23 Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida. 24 Aparta de ti la perversidad de la boca, Y aleja de ti la iniquidad de los labios. 25 Tus ojos miren lo recto, Y diríjanse tus párpados hacia lo que tienes delante. 26 Examina la senda de tus pies, Y todos tus caminos sean rectos.

Pocos hombres tuvieron tanto que proteger como Salomón. Sus vastos tesoros seguramente eran custodiados por una élite de centinelas. Sorprendentemente no eran los tesoros lo que Salomón consideraba más dignos de su protección sino el corazón, pues de este, “mana la vida”.

Jesús claramente enseñó que la verdadera espiritualidad no comienza con los actos externos, o en los pensamientos de la mente, sino en las motivaciones del corazón. Es del corazón de donde provienen las fornicaciones, el adulterio, la inmundicia…” y por ende, es lo que debemos proteger de la corrupción ante todo.

Salomón cita tres sencillas recomendaciones para lograrlo. Debes evitar que tus conversaciones decaigan, debes cuidar que tus ojos se distraigan, debes cuidar que tus pies no se desvíen. Si esto lo practicas hoy, habrás guardado tu corazón.

Toma medidas radicales contra la impureza

Mateo 5:27–30 (RVR60) — 27 Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio.28Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.29 Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.30 Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.

En el tema de la impureza sexual, la Biblia choca de frente con el mundo. No es considerada como una travesura común a los hombres, sino como un pecado capaz de arrojar al juicio eterno. Es más, lo que se condena en estos versículos no es el abandono sexual público, como Absalón lo perpetró con las concubinas de David su padre, sino los actos sexuales practicados dentro del recinto del corazón, en donde solo Dios es testigo.

Dice el refrán: “a grandes males, grandes remedios”, el remedio que Jesús recomienda a la impureza es radical.  No se trata de que literalmente te saques los ojos, o te cortes la mano, pero sí que tomes medidas recias para evitar que la impureza se convierta en una costumbre, en una tradición, en una vida, en un infierno.

El día de hoy proponte tomar medidas radicales. Instala un filtro anti-pornografía en tu computadora, atrévete a confesar tus debilidades a otros cristianos maduros para beneficiarte de su ayuda, evita aquellas influencias que te incitan a este pecado. Sólo tú sabes lo que “medidas radicales” son, para librarte de este pecado.

Regula el apetito por la tentación

Romanos 13:13–14 (RVR60) — 13 Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, 14sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.

Tú no puedes controlar cuándo la tentación te visite, pero sí cuánto apetito tengas por ella. Cuando nos hemos acercado a situaciones que abren el apetito de nuestra carne, la tentación parece irresistible, imposible de vencer.

La Biblia nos da el remedio para reducir ese apetito. Antes de resistir la tentación, debemos de velar para no toparnos con ella. Es decir, existe un campo de batalla más favorable que nos brinda espacio para evitar ser acorralados por la tentación.

El dia de hoy proponte velar y evitar situaciones que son el aperitivo que le abre el apetito a la carne, y así habrás de crecer en pureza.

Cuida tu trato con el sexo opuesto

1 Timoteo 5:1–2 (RVR60) — 1 No reprendas al anciano, sino exhórtale como a padre; a los más jóvenes, como a hermanos;2 a las ancianas, como a madres; a las jovencitas, como a hermanas, con toda pureza.

Tu pureza no solo se cultiva en tu mente, sino también en el trato con el sexo opuesto. En el mundo muchos tienen a las mujeres jóvenes como juguete de su lujuria, y el trato con ellas como la sala de sus juegos. Su conversación con ellas está sazonada de indirectas sensuales diseñadas a descubrir si la lujuria que sienten es recíproca.

En esta porción somos exhortados a tratar con el sexo opuesto en un marco fraternal. Las mujeres creyentes son nuestras hermanas espirituales, y por ende nuestras conversaciones con ellas deben buscar la protección de su pureza, tal como lo hacemos con nuestras propias hermanas en la carne.

El día de hoy, proponte tratar al sexo opuesto con tal decencia que las deje convencidas de tu respeto por ellas.

Recuerda que aun los hombres más santos participan de esta lucha

Job 31:1–12 (RVR60) — 1 Hice pacto con mis ojos; ¿Cómo, pues, había yo de mirar a una virgen? 2 Porque ¿qué galardón me daría de arriba Dios, Y qué heredad el Omnipotente desde las alturas? 3 ¿No hay quebrantamiento para el impío, Y extrañamiento para los que hacen iniquidad? 4 ¿No ve él mis caminos, Y cuenta todos mis pasos? 5 Si anduve con mentira, Y si mi pie se apresuró a engaño, 6Péseme Dios en balanzas de justicia, Y conocerá mi integridad. 7 Si mis pasos se apartaron del camino, Si mi corazón se fue tras mis ojos, Y si algo se pegó a mis manos, 8 Siembre yo, y otro coma, Y sea arrancada mi siembra. 9 Si fue mi corazón engañado acerca de mujer, Y si estuve acechando a la puerta de mi prójimo, 10Muela para otro mi mujer, Y sobre ella otros se encorven. 11 Porque es maldad e iniquidad Que han de castigar los jueces. 12 Porque es fuego que devoraría hasta el Abadón, Y consumiría toda mi hacienda.

La lujuria no ha caducado, ni tampoco comenzó en nuestra época. Si nos remontamos milenios atrás encontraremos al patriarca Job, descrito como un hombre sin igual, y que sin embargo, no estaba exento de esta lucha. Esta porción nos muestra cómo se propuso ganar esta batalla.

Job no esperaba a que la tentación llegara para comenzar a luchar. Él tenía ganada la batalla de antemano. Comenzaba haciendo un pacto consigo mismo para que sus ojos no divagaran hacia la doncella. Sabía que la segunda mirada puede terminar en un adulterio consumado. Asimismo, estaba persuadido de que Dios no se hace la vista gorda cuando se trata de la inmoralidad, sino que la castiga con severidad, no sólo en la eternidad, sino incluso en esta vida.

Los tiempos en los que tú vives son diferentes, pero no las consecuencias de este pecado. Jesús recetó fuertes remedios para evitar la inmoralidad, y no habrá forma de preservar tu pureza a menos de que estés persuadido de las calamitosas consecuencias que esta engendra.

Vence la lujuria al primer golpe

1 Corintios 6:18–20 (RVR60) — 18 Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca. 9 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? 20 Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.

La tentación sexual difícilmente es vencida en el décimo round si no es vencida en el primero. Más bien, al primer golpe del primer round. Si registras poca victoria ante esta tentación, pudiera ser que esperas demasiado a reaccionar a ella. Cuanto más te acerques a esta tentación, más difícil será escapar de su órbita. Cuanto más tiempo pases forcejeando con ella, más fuerza cobrará y más fácilmente terminarás en la lona.

Por esto, el Apóstol Pablo no solo recomienda apartarse de la tentación a paso ordinario, sino a paso urgente, a huir como si fuésemos perseguidos por esta. No debes de tachar su recomendación como exagerada, José en Egipto tomó esta misma medida para librarse de la seducción de la esposa de Potifár.

El día de hoy debes considerar el costo de este pecado, pues tanto dañará tu ser como profanara el templo del Espíritu Santo, el cual es tu cuerpo.

No pienses que la tentación a la impureza cesa con el matrimonio

1 Tesalonicenses 4:2–8 (RVR60) — 2 Porque ya sabéis qué instrucciones os dimos por el Señor Jesús;3 pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación;4 que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y honor;5 no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios;6 que ninguno agravie ni engañe en nada a su hermano; porque el Señor es vengador de todo esto, como ya os hemos dicho y testificado.7 Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación.8 Así que, el que desecha esto, no desecha a hombre, sino a Dios, que también nos dio su Espíritu Santo.

Mejor es casarse que estarse quemando. Cientos de cristianos jóvenes miman su lujuria pensando que el matrimonio será el extinguidor de su exceso sexual. El matrimonio en realidad es el vehículo para tener comunión íntima entre esposos, y así satisface el deseo sexual ordinario, pero no sacia el extraordinario.

En esta porción se da una advertencia a creyentes casados en contra de la fornicación. Se les recuerda que el llamado de Dios es uno a la santificación y no a la fornicación; a que la santidad, y no la concupiscencia, debe motivar la relación entre esposos tanto como controlar la relación hacia los cónyuges de sus hermanos o hermanas creyentes.

La lección para ti el día de hoy es cultivar la pureza a tiempo y fuera de tiempo. Debes comenzar a hacerlo en tu soltería y continuar en tu matrimonio; pues el matrimonio no es garantía de pureza. Ten presente, que antes de casarte la concupiscencia buscará protagonizar en la arena de la fornicación, y después de casado, en la arena del adulterio.