Movimiento Lausana: El compromiso de Ciudad del Cabo (parte 1)

El Tercer Congreso de Lausana para la Evangelización Mundial (Ciudad del Cabo, 16 al 25 de octubre de 2010) reunió a 4.200 líderes evangélicos de 198 países, y se extendió a cientos de miles más que par!ciparon en reuniones en todo el mundo y a través de Internet. ¿Su meta? Plantear a la Iglesia global un desa”o renovado a dar tes!monio de Jesucristo y de toda su enseñanza en cada nación, en cada esfera de la sociedad y en el mundo de las ideas.

El Compromiso de Ciudad del Cabo es el fruto de este esfuerzo. Forma parte de una línea histórica que se apoya tanto en el Pacto de Lausana como en el Manifiesto de Manila. Consta de dos partes. La Primera Parte presenta convicciones bíblicas, que hemos recibido a través de las Escrituras, y la Segunda Parte hace sonar el llamado a la acción.

¿Cómo se dio forma a la Primera Parte? Fue discu!da primeramente en Minneapolis, en diciembre de 2009, en un encuentro de 18 teólogos y líderes evangélicos invitados, escogidos de todos los con!nentes. Un grupo más pequeño, dirigido por el Dr. Christopher J. H. Wright, presidente del Grupo de Trabajo de Teología de Lausana, recibió el encargo de preparar un documento final que estuviera listo para ser presentado al Congreso.

¿Cómo se dio forma a la Segunda Parte? Un amplio proceso de escucha comenzó más de tres años antes del Congreso. Cada uno de los Subdirectores Internacionales del Movimiento de Lausana organizó consultas en su región, donde se pidió a líderes cris!anos que iden!ficaran los principales desa”os que enfrentaba la Iglesia. Surgieron seis cues!ones clave que (i) definieron el programa del Congreso y (ii) formaron el marco para el llamado a la acción. Este proceso de escucha con!nuó durante el Congreso, mientras Chris Wright y el Grupo de Trabajo de la Declaración trabajaban para registrar fielmente todos los aportes. Fue un esfuerzo hercúleo y monumental.

El Compromiso de Ciudad del Cabo funcionará como una hoja de ruta para el Movimiento de Lausana durante los próximos diez años. Esperamos que su llamado profé!co a trabajar y orar lleve a iglesias, agencias de misión, seminarios, cris!anos en el lugar de trabajo y comunidades de estudiantes universitarios a abrazarlo y a encontrar cuál es su parte en llevarlo a cabo.

Hay muchas afirmaciones doctrinales que dicen lo que la Iglesia cree. Nosotros quisimos ir más allá y vincular la creencia con la prác!ca. Nuestro modelo fue el del apóstol Pablo, cuya enseñanza teológica estaba encarnada en instrucciones prác!cas. Por ejemplo, en Colosenses, su profundo y maravilloso retrato de la supremacía de Cristo se traduce en enseñanzas concretas acerca de lo que significa estar arraigados en Cristo.

Dis!nguimos lo que está en el corazón del evangelio cris!ano, es decir las verdades primarias en las que debemos tener unidad, de los temas secundarios, donde cris!anos sinceros discrepan en su interpretación de lo que la Biblia enseña o exige. Hemos trabajado aquí para dar forma al principio de Lausana, de “amplitud dentro de límites”, y en la Primera Parte, se definen claramente esos límites.

Durante todo este proceso, fue un placer colaborar con la Alianza Evangélica Mundial, que se asoció con nosotros en cada etapa. Los líderes de la AEM estuvieron completamente de acuerdo, tanto con la Confesión de Fe como con el Llamado a la Acción.

Si bien hablamos y escribimos desde la tradición evangélica en el Movimiento de Lausana, afirmamos la unicidad del Cuerpo de Cristo y reconocemos gozosamente que hay muchos seguidores del Señor Jesucristo dentro de otras tradiciones. Acogimos a importantes representantes de varias iglesias históricas de otras tradiciones como observadores en Ciudad del Cabo, y esperamos que el Compromiso de Ciudad del Cabo pueda ser de u!lidad para iglesias de todas las tradiciones. Lo ofrecemos con un espíritu humilde.

¿Cuáles son nuestras esperanzas para el Compromiso de Ciudad del Cabo? Confiamos en que se hablará de él, se lo discu!rá y se le reconocerá su importancia como una declaración unida de los evangélicos en todo el mundo; que dará forma a los planes en el ministerio cris!ano; que fortalecerá a los líderes intelectuales en el ámbito público; y que se originarán inicia!vas y asociaciones

Como miembros de la Iglesia de Jesucristo en todo el mundo, afirmamos gozosamente nuestro compromiso con el Dios vivo y sus propósitos de salvación a través del Señor Jesucristo. Por él, renovamos nuestro compromiso con la visión y las metas del Movimiento de Lausana.

Esto significa dos cosas:

Primero, que seguimos comprome!dos con la tarea de dar tes!monio, en todo el mundo, de Jesucristo y de toda su enseñanza. El Primer Congreso de Lausana (1974) fue convocado para la tarea de la evangelización mundial. Entre sus principales legados a la Iglesia mundial se destacan: (i) el Pacto de Lausana, (ii) una nueva conciencia de la can!dad de pueblos no alcanzados; y (iii) un renovado descubrimiento de la naturaleza integral del evangelio bíblico y de la misión cris!ana. El Segundo Congreso de Lausana, en Manila (1989), dio origen a más de 300 asociaciones estratégicas para la evangelización mundial, muchas de ellas, realizadas en cooperación entre diferentes países, en todas partes del mundo.

Y, segundo, que seguimos comprome!dos con los principales documentos del Movimiento: el Pacto de Lausana (1974) y el Manifiesto de Manila (1989). Estos documentos expresan claramente verdades medulares del evangelio bíblico y aplican esas verdades a nuestra misión prác!ca de formas que siguen siendo per!nentes y desafiantes. Confesamos que no hemos sido fieles a los compromisos asumidos en esos documentos. Pero los recomendamos y apoyamos, mientras intentamos discernir cómo debemos expresar y aplicar la verdad eterna del evangelio en el mundo siempre cambiante de nuestra generación.

LAS REALIDADES DEL CAMBIO

Prác!camente todo lo que !ene que ver con la forma en que vivimos, pensamos y nos relacionamos unos con otros está cambiando a un ritmo cada vez más acelerado. Para bien o para mal, sen!mos el impacto de la globalización, de la revolución digital y del cambiante equilibrio de poder económico y polí!co en el mundo. Algunas cosas que enfrentamos nos causan dolor y ansiedad: la pobreza global, las guerras, los conflictos étnicos, las enfermedades, la crisis ecológica y el cambio climá!co. Pero hay un gran cambio en nuestro mundo que es mo!vo de regocijo: el crecimiento de la Iglesia mundial de Cristo.

El hecho de que el Tercer Congreso de Lausana se haya realizado en África es evidencia de esto. Por lo menos las dos terceras partes de los cris!anos del mundo viven ahora en los con!nentes del Sur global y el Este global. La composición de nuestro Congreso de Ciudad del Cabo reflejó este enorme cambio en el cris!anismo mundial durante el siglo transcurrido desde la Conferencia Misionera de Edimburgo de 1910. Nos regocijamos por el asombroso crecimiento de la Iglesia en África, y nos regocijamos porque nuestras hermanas y hermanos en Cristo africanos fueron los anfitriones de este Congreso. Al mismo !empo, no podíamos reunirnos en Sudáfrica sin estar conscientes de los años de sufrimiento del pasado bajo el apartheid. Así que estamos agradecidos por el avance del evangelio y la jus!cia soberana de Dios obrando en la historia reciente, mientras seguimos luchando con el legado de maldad e injus!cia que permanece. Este es el doble tes!monio y papel de la Iglesia en cada lugar.

Debemos responder en la misión cris!ana a las realidades de nuestra propia generación. También debemos aprender de esa mezcla de sabiduría y error, de logro y fracaso, que heredamos de generaciones anteriores. Honramos y lamentamos el pasado, y nos involucramos con el futuro, en el nombre del Dios que sos!ene toda la historia en su mano.

REALIDADES QUE NO HAN CAMBIADO

En un mundo que busca reinventarse a un ritmo cada vez más acelerado, algunas cosas permanecen iguales. Estas grandes verdades brindan la fundamentación bíblica para nuestra par!cipación misional.

  • Los seres humanos están perdidos. La di”cil situación humana subyacente con!núa siendo como la describe la Biblia: nos encontramos bajo el juicio justo de Dios en nuestro pecado y rebelión, y sin Cristo no tenemos esperanza.
  • El evangelio es buenas no!cias. El evangelio no es un concepto que necesita ideas nuevas, sino una historia que debe ser contada de una forma nueva. Es

la historia inalterable de lo que Dios ha hecho para salvar el mundo, en modo supremo, en los sucesos históricos de la vida, muerte, resurrección y reinado de Jesucristo. En Cristo hay esperanza.

  • La misión de la Iglesia con!núa. La misión de Dios con!núa hasta los confines de la !erra y hasta el fin del mundo. Llegará el día cuando los reinos del mundo se conver!rán en el reino de nuestro Dios y de su Cristo, y Dios morará con su humanidad redimida en la nueva creación. Hasta tanto, la par!cipación de la Iglesia en la misión de Dios con!núa, con una urgencia gozosa y con oportunidades nuevas y apasionantes en cada generación, incluida la nuestra.

LA PASIÓN DE NUESTRO AMOR

Esta Declaración está enmarcada en el idioma del amor. El amor es el idioma del pacto. Los pactos bíblicos, an!guos y nuevos, son la expresión del amor y la gracia redentores de Dios que se proyectan para alcanzar a nuestra humanidad perdida y a la creación estropeada. A cambio, reclaman nuestro amor. Nuestro amor se demuestra en confianza, obediencia y un compromiso apasionado con nuestro Señor del pacto. El Pacto de Lausana decía que la evangelización mundial requiere que “toda la iglesia lleve todo el evangelio a todo el mundo”. Esta sigue siendo nuestra pasión. Así que renovamos ese pacto afirmando nuevamente:

  • Nuestro amor por todo el evangelio, como las gloriosas buenas no!cias de Dios en Cristo, para cada dimensión de su creación, porque ha sido arrasada toda por el pecado y el mal;
  • Nuestro amor por toda la Iglesia, como el pueblo de Dios, redimido por Cristode toda nación en la !erra y toda era de la historia, para compar!r la misión de Dios en esta era y glorificarlo por siempre en la era venidera;
  • Nuestro amor por todo el mundo, tan lejos de Dios pero tan cerca de sucorazón; el mundo que Dios amó tanto que entregó a su único Hijo para su salvación.

Al amparo de este triple amor, nos comprometemos nuevamente a ser toda la Iglesia; a creer, obedecer y compar!r todo el evangelio; y a ir a todo el mundo para hacer discípulos a todas las naciones.