Un caos ético-lingüístico

Hoy día cualquiera puede ser editor de las entradas de un diccionario de ética. Para ser más preciso aún, cada quien puede crear su propio diccionario de ética. La pregunta ya no es tanto “¿qué significa la verdad?”, sino: “¿qué significa la verdad para ti?” o “¿cuál es tu definición de verdad?” Nos colocamos a nosotros mismos como autoridades en asuntos éticos. Lo que aparece como vicio en un diccionario, puede aparecer como virtud en el de otra persona.

Esto ha afectado asuntos tan importantes como el género de los individuos. Lo que siempre ha sido considerado masculino porque a todas luces así lo muestra, ya no puede ser catalogado de esa forma… al menos no tan apresuradamente. Ahora se aboga que cada quien puede escoger a qué género pertenecer. Esto no es mera teoría. Es lo que se ha estado debatiendo en el estado de Maine en los Estados Unidos con el caso de un niño cuya familia está abogando por el derecho a entrar al baño de las niñas porque él (o ella) se siente niña. ¡Locura! Al nacer fue declarado varón; física y visualmente es varón; pero el niño(a) insiste que pertenece a otro género. Cuando la escuela sugirió que debía entonces usar el baño de los empleados, la familia decidió demandar a la escuela. ¿De qué diccionario dependemos? Ya ni siquiera estamos hablando de dos géneros (las únicas dos opciones con las que se puede nacer), sino que ahora Facebook está brindando un buffet de opciones. ¡Cuánto cambiarán estas casillas en los formularios!

Bajo este mismo orden de ideas podemos hacer la pregunta: ¿Qué es el matrimonio? Hasta hace poco los diccionarios estaban unificados en cuanto a esto. Todavía, gracias a Dios, el Diccionario de la Real Academia define matrimonio como la “unión de hombre y mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales.” Pero ésta ya no es la definición que muchos albergan en sus mentes. Como un dominó gigante, los estados de la unión americana están cayendo uno a uno a merced de una nueva definición de lo que el matrimonio es. La nueva acepción del término ahora incluye que puede ser una unión entre dos hombres o entre dos mujeres.

¿Quién define estas cosas? ¿Tienen las personas la misma libertad para definir el matrimonio como la unión de más de dos personas? ¿Qué impide que mañana no se hable del matrimonio de cuatro mujeres? Total, algunos utilizan como argumento que cada quien puede hacer con su vida lo que quiera. ¿Por qué no definir el matrimonio como la unión de varios hombres y varias mujeres? ¿Quién podrá prohibir a alguien de casarse con su mascota? ¿En base a qué razón lo impedimos? ¿No tienen los unos y los otros los mismos derechos de definir el término a su conveniencia? El caos está planteado; sólo que no queremos admitirlo. Preguntamos, como Pilato: “¿qué es la verdad?” (Juan 18:38), y al igual que él, damos la espalda sin esperar la respuesta.

Podemos cambiar las definiciones de las cosas; llamar a lo bueno malo y a lo malo bueno. Lo que nunca podremos hacer es cambiar la naturaleza moral de ellas ante los ojos de Dios. Redefinir no borra la culpa. Puede anestesiar la conciencia por un tiempo, pero tarde o temprano el efecto pasará, y las cosas seguirán siendo como Dios dice. No importa cuántos diccionarios inventemos, sólo el léxico de la ética divina permanecerá.

“Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien” (Isaías 1:16-17a).