EFESIOS, LA EPÍSTOLA DE LA IGLESIA Y LA CRUZ # 6

Desde lo ínfimo hasta lo óptimo, sentados en el trono

Efesios 2: 1-9

Dr. Ernesto Johnson

Seminario Bíblico Río Grande

 La incomparable doxología nos ha bendecido en lugares celestiales, recipientes inmerecidos de la maravillosa gracia de Dios. El Trino Dios ha llevado a cabo el Gran Designio desde antes de la fundación del mundo (Efesios 1:3-14). Es seguido el Gran Designio de la oración magnífica de Pablo en la cual pide que cada hijo adoptado realice en mayor plenitud tal unión con Cristo.

Con tres peticiones Pablo pide que Dios nos dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él: que sepamos la esperanza de nuestro llamado a la santidad,  las riquezas inconmensurables de la gloria de su herencia en los santos y finalmente, cuál la supereminente  grandeza de su poder en resucitar a Cristo (1:18-20). Tal herencia nos corresponde en este Gran Designio.

Pablo termina su oración en destacar la unicidad de Cristo sobre todo principado y autoridad y poder y señorío . . . y sometió todas las cosas bajos sus pies y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia (1:20-22). Pablo también habla de la Iglesia, Cuerpo de Cristo, como una participante en esta exaltación (1:23).

Un  Maravilloso acompañamiento en esta resurrección no vista de inmediato

Por el estilo tan rápido y espontáneo de Pablo, no se toma en cuenta tan fácilmente este maravilloso acompañamiento del creyente con Cristo en su resurrección. Ya que tanto la doxología como la oración consistía en una sola oración en base de los dos verbos claves: “nos escogió” (1:4) y “que Dios os dé” (1:17), Pablo viene agregando muchos participios que hace difícil captar la conexión íntima de la resurrección de Cristo y el acompañamiento del creyente.  Pausa en  la oración para destacar  la unicidad de Cristo  (1:20-22) y sólo hace una mención pasajera a la Iglesia (1:23).

La esencia de la oración es “la cual operó en Cristo resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra . . . y os . . . a vosotros os (os dio vida–verbo suplido por los traductores desde Efesios 2:5) nos dio vida juntamente con Cristo y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús” (combinación de Efesios 1: 20,21 con 2:5,6). Enlazando estos fragmentos separados de la oración con la enseñanza por venir en Efesios 2 captamos la trayectoria gloriosa del Gran Designio.

Lo que le pasó a Cristo ya tomado por sentado, nos pasó directamente a nosotros.  Pablo ahora  confirma la misma obra de la Cruz  revelada tan claramente en Romanos 6 y Colosenses 2 y 3. Cuando Cristo murió al pecado, morimos al pecado (6:6); cuando Cristo resucitó, nos resucitó con él (6: 4) y cuando Cristo se sentó a la diestra de Dios, nos sentamos de igual manera a la diestra de Dios (Efesios 2:6). Esta verdad luminosa cambia totalmente la perspectiva de la salvación.

Pablo desarrollará magisterialmente esta verdad en el resto de Efesios 2:4-9, la porción clásica sobre la  salvación por la gracia.  Pero le queda una verdad fundamental por revelar, el abismo horrendo que existía antes en el primer Adán y lo que ahora nos corresponde en el Postrer Adán. Desde lo ínfimo Dios nos levantó al trono para exhibir la grandeza de su gracia.

La Barrera infranqueable del pecado del ser humano    Efesios 2: 1-3

Hasta ahora en Efesios hemos visto la soberanía del Trino Dios en trazar el Gran Designio desde antes de la fundación del mundo. La oración de Pablo que lo pone todo a la disposición del creyente que cree. Pero quedaba una barrera que solo Dios pudo quitar  Y lo hizo en la Cruz. Pero es indispensable que el ser humano se dé cuenta de su situación crítica bajo la ira santa de un Juez justo (Romanos 1:18).

Pablo deja de pintar el cuadro magnífico de la gracia para descubrir y definir la naturaleza demoníaca del pecado y del abismo del cual Dios nos ha levantado. El Salmista lo describe bien: “Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso luego mis pies sobre peña y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios” (Salmo 40: 1-3).

Pablo escribe a los efesios con este trasfondo real. Éfeso era una de las ciudades más famosas de la antigüedad. La estatua de Artemis o Diana era una de las siete maravillas del mundo antiguo. Pablo dedicó dos años de su ministerio y vida a servir a los efesios, más años que a cualquier otro lugar. Era centro del espiritismo pero en el avivamiento bajo Pablo hubo grande victoria. “Asimismo muchos de los que habían practicado la magia trajeron los libros y los quemaron delante de todos;  y hecha la cuenta de su precio, hallaron que eran cincuenta mil piezas de plata” (Hechos 19:19).

El pecado como Dios lo ve

En Romanos Pablo es más explícito en cuanto al pecado y lanza el evangelio dedicando  64 versículos a la descripción y definición del pecado (Romanos 1:18-3:20). Dice que “la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad” (1:18). Condena agudamente al decir: “No hay  justo, ni aun uno; No hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles (Romanos 3:10-12).

Antes de poder apreciar verdaderamente la grandeza de la misericordia de Dios, es necesario que sintamos la maldad de nuestro corazón. Pero no podemos realizar tal reconocimiento del pecado porque somos ciegos, tan muertos como una pila ya desechada e inservible. Es sólo por la obra del Espíritu Santo que vemos nuestro pecado como Dios lo ve.

 En Efesios 2 Pablo condensa la denuncia en unos versículos pero muy directos y punzantes. “Y él (os dio vida – verbo omitido) a vosotros, cuando estabais muertos en delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que opera en los hijos de  desobediencia” (2:1-2).

Pero Pablo reconoce que la depravación no era sólo de los gentiles sino también de los mismos judíos. La plaga del pecado era mundial. “Entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y del los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás” (2:3).

El mundo filosófico y práctico ve al  hombre como víctima de otros, o un ser que sólo falta la educación para salir avante o peor aún, de buena voluntad.  La Biblia lo ve como rebelde, enemigo incorregible de Dios, perdido y en bancarrota, sin mérito alguno delante de la justicia de Dios. Bishop H. C.G. Moule cita: “Nunca había una herejía sin que tuviera algo que ver con una evaluación insuficiente del pecado.[1]”  No puede haber una “salvación tan grande” sin darse cuenta de que existe un gran mal que aflige a todo ser humano.

Sí que puede haber  algo de lo bueno a nivel horizontal, padre a hijo, madre a hija, cierta bondad y amor humano, pero todo ello se originó sólo en la imagen de Dios en la cual Dios lo creyó. Pero con la entrada del pecado, penetró su ser de tal forma que ante Dios a quien debe su existencia, verticalmente está muerto, inválido y peor aún, hostil. Contra este trasfondo negro brillará la luz del evangelio.

La Porción clásica de la salvación en su esencia y plenitud   Efesios 2: 4-10

 Antes de considerar estos siete versículos que resplandecen como nunca, a mi parece hay una grave error en la mayoría de las interpretaciones. Estos versículos han sido dados, con cierta razón, pero casi exclusivamente cuando oímos por primera vez la buena nueva. Se le da  al nuevo creyente por el entusiasmo del evangelizador. Y de allí se considera como una verdad realizada ya. Pero falta mucho en desarrollar nuestra unión con Cristo y nuestro andar por fe.

Pero  Pablo nos da ahora toda la trayectoria de la salvación en su esencia y en su proyección futura – es decir: la justificación, la regeneración, la santificación (unión con Cristo) y hasta la glorificación. Nos recuerda de Romanos 8:30. “Y a los que predestinó, a éstos llamó, a éstos justificó; a los que justificó, a éstos también glorificó.”

Pido una re lectura de esta porción que realmente abarca “la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales” (Efesios 1:19,20). Lo que sigue en Efesios 2: 4-10 es el desarrollo de la vida cristiana y como es y se ve en el desarrollo de su andar por fe.

Ya estamos listos para comprender y realizar la grandeza del texto clásico. “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús” ¿Ves como  estos versículos son como una paráfrasis de la oración de Efesios?

 Características sobresalientes de esta porción clásica    Efesios 2: 4-9

Primero, en la doxología, la oración y ahora en esta aplicación cae un fuerte énfasis sobre los atributos amorosos del carácter de Dios: 1). rico en misericordia, 2).el gran amor con que nos amó, 3). por gracia sois salvos. No hay ni mención de la ira santa de Dios, ni la justicia la ley en forma de condenación. Todo ello ya no cuenta. Tan completo ha sido el amor de Jesús al morir por nosotros que se toma por sentada la perfecta satisfacción de Dios. Dios quiere destacar la motivación divina desde  la eternidad pasada.

Segundo, Dios el fue iniciador soberano; no nos dio esta salvación poco a poco en base de nuestra andar sino que de una vez nos reunió en su propósito eterno: 1). nos dio vida juntamente con Cristo, 2).  Juntamente con él nos resucitó. 3) y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales, 4). para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia,  Toma nota del tiempo de los verbos tres en el pasado y el último en el futuro asegurado. Todo esto fue una sola obra; todo dependía y procedía de Dios mismo. Esta verdad nos da la plena enseñanza para la vida cristiana.

Tercero, la gracia de Dios sale suprema en todo sentido y en todo el desarrollo en vida  No dimos

nada, ni pudimos, ni pudo Dios dejarlo.1.) por gracia sois salvos – bendito paréntesis, 2).

repite – porque por gracia sois salvos . . . . 3). esto no de vosotros, es don de Dios . . . 4). no por

obras, para que nadie se gloríe. Tanto  la justificación como la santificación es obra exclusiva de

parte Dios y no requiere ningún mérito nuestro.

Cuarto, solo hay una mención de nuestro pecado; “el gran amor con que nos amó, aun estando

muertos en pecado” (v.5) en esta preciosa porción. Hay solo una mención de la fe: “porque por

gracia sois salvos por medio de la fe” (v.8). La fe ni tiene mérito alguno y al fin y al cabo

es el resultado de la operación de Espíritu Santo; es ese medio divino humano  y no es una

aportación nuestra a la operación divina.

La doxología,  la oración y el desarrollo comparados

La doxología (Efesios 1:3-14), la oración (2:15-23) y ahora el pleno desarrollo del Gran

Designo  (2: 4-10) nos presenta el Mensaje de la Cruz en su totalidad. Sobresale en las tres la

iniciativa de Dios desde eternidad pasada, la participación del Trino Dios y la oración de que

Dios  realice en el creyente esta salvación tan grande. En el desarrollo vemos los atributos de

Dios: el amor, la misericordia y la gracia en plena vista. Dios mismo es poderoso para llevarlo a

cabo “mostrando  en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad

para con nosotros en Cristo Jesús” (v.7).

Pero antes de poder apreciar verdaderamente la grandeza de la misericordia de Dios, es necesario que sintamos la maldad de nuestro corazón. Pero no podemos realizar tal reconocimiento del pecado porque somos ciegos, tan muertos como una pila ya desechada y inservible. Es solo por la obra del Espíritu Santo que vemos nuestro pecado como Dios lo ve.

Vale la pena ver en las tres enseñanzas el rol de la fe. Es un rol limitado, pero crucial: es la mano vacía que se extiende y toma lo que se le ofrece al inmerecido. Ni mérito tiene, pero es el medio alcanzador de la gracia abundante.

Toma nota del rol de la fe en la doxología; sólo al final de ella aparece: “habiendo oído de vuestra fe . . .  y habiendo creído en él, fuisteis sellados” (1:13), una sola mención repetida. En la oración una sola mención. “Cual la supereminente grandeza de su poder para con nosotros que creemos (tiempo presente), según la operación del poder de su fuerza’’ (1:19).  En el desarrollo del Gran Designio hay solo una mención de la fe. “porque por gracia sois salvos por medio de la fe”.

 Tuyo en el mensaje de la Cruz,

Ernesto Johnson



[1] H.C.G. Moule, Ephesians Studies, Lessons in Faith and Walk (London: Pickering & Inglis Ltd.) Second edition, p. 70.