Dios de Amor—Conoce al Dios de la Biblia

¿Alguna vez te has puesto a pensar en el misterio de un amor tan grande? ¿Por qué el mayor amor de Dios no les fue otorgado a los ángeles fieles que nunca pecaron y que durante siglos se han mantenido fieles para amar y adorar al Dios que los creó? En resumidas cuentas, ¿por qué Dios nos ama, y por qué pagó un precio tan alto para demostrarnos su amor? Francamente, la respuesta todavía está envuelta en misterio y es una maravilla inmensa, incomprensible.
¿Alguna vez te has puesto a pensar en el misterio de un amor tan grande? ¿Por qué el mayor amor de Dios no les fue otorgado a los ángeles fieles que nunca pecaron y que durante siglos se han mantenido fieles para amar y adorar al Dios que los creó? En resumidas cuentas, ¿por qué Dios nos ama, y por qué pagó un precio tan alto para demostrarnos su amor? Francamente, la respuesta todavía está envuelta en misterio y es una maravilla inmensa, incomprensible.

¿Por qué escogió Dios amar a seres humanos finitos, caídos y pecadores al precio de la vida de su propio Hijo? ¿Por qué simplemente no nos expulsó como pecadores malvados ni nos hizo objeto de su ira ni desplegó su gloria en juicio contra nosotros? Realmente es un misterio que hasta a los ángeles deja perplejos.

Además, ¿por qué Dios nos prodiga con las riquezas de su bondad? ¿Acaso no podría haber mostrado su misericordia de una manera menos drástica que el dar a su Hijo para morir por nosotros? ¿No podría Dios habernos dado una posición de menor jerarquía después de redimirnos y habernos garantizado la entrada al cielo? Sin embargo, nos ha hecho coherederos con Cristo, nos ha elevado a las alturas espirituales.

De hecho, Dios ya nos ha dado lo mejor de lo mejor, ya ha entregado la bendición más valiosa y eterna de todo el universo: su propio Hijo amado. Por tanto, podemos tener absoluta confianza que Dios no nos negará ninguna bendición: “El que no eximió ni a su propio Hijo sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará gratuitamente también con él todas las cosas?” (Rom. 8:32).

¿Alguna vez te has puesto a pensar en el misterio de un amor tan grande? ¿Por qué el mayor amor de Dios no les fue otorgado a los ángeles fieles que nunca pecaron y que durante siglos se han mantenido fieles para amar y adorar al Dios que los creó? En resumidas cuentas, ¿por qué Dios nos ama, y por qué pagó un precio tan alto para demostrarnos su amor? Francamente, la respuesta todavía está envuelta en misterio y es una maravilla inmensa, incomprensible.

No sabemos las razones de Dios para amar a pecadores caídos. Yo debo confesar, junto con todos los verdaderos hijos de Dios, que no sé por qué él eligió amarme; solo sé que es para su propia gloria y ciertamente no porque le parezco merecedor de su amor. En otras palabras, las razones de su amor se han de encontrar solo en Dios y no en aquellos a quienes él ama.

Lo que la Biblia revela es que la voluntad de salvar es intrínseca a la esencia de Dios: “Dios es amor” (1 Jn. 4:8, 16). Salvar no es algo extraño a su naturaleza esencial, buscar y salvar al perdido, porque Dios es un Salvador por naturaleza. El primer versículo de 1 Timoteo se refiere al Padre como “Dios nuestro Salvador…”. Una de las imágenes orales más intensas que Jesús expresó para describir a Dios es el anhelo del padre en la parábola del hijo pródigo: ese padre espera intensamente el retorno de su hijo perdido, corre a recibir al muchacho extraviado cuando regresa y le prodiga no solo de regalos, sino también de una posición inmerecida. Ese es el carácter del Dios que adoramos: es un Dios que salva.

Siempre ha sido conocido como Salvador. Los teólogos liberales han tratado de crear un abismo entre el Nuevo Testamento y el Antiguo Testamento, pues suelen afirmar que el Dios del Antiguo Testamento es una deidad iracunda, vengativa, envidiosa, cáustica, hostil, castigadora, mientras que el Dios revelado en el Nuevo Testamento es diferente: compasivo, amoroso y salvador. Eso es una locura y una corrupción deshonesta de las Escrituras.

El Dios del Antiguo Testamento fue conocido por su pueblo como un Salvador. Israel conocía a Dios como Salvador: un Dios que salva. También se usa otra palabra, libertador, pues él rescata al pueblo de la esclavitud y la muerte. Por supuesto, las cosas no son iguales en la ciencia de la etnología y el estudio histórico de las religiones y deidades. Si estudiamos las religiones del antiguo Medio Oriente, no vamos a encontrar dioses que salvan.

Prácticamente todos los sistemas religiosos hechos por el ser humano tienen alguna forma en la que el practicante puede salvarse por sus propios esfuerzos o, al menos, mejorar su condición; pero no encontraremos un dios hecho por el ser humano que sea por naturaleza un Salvador, un rescatador.

Por ejemplo, en tiempos del Antiguo Testamento los cananeos llamaban Baal a sus dioses. La expresión hebrea ba’al proviene de una palabra fenicia que significa “señor”, y cuando el nombre se usaba solo usualmente se refería al dios del sol. Todas las tribus cananeas, según su ubicación geográfica, tenían su propio dios local.

Por ejemplo, Baal-zebub, el nombre del dios de Ecrón (2 Rey. 1:2, 3, 6, 16), significaba “señor de las moscas”, pero al ser un dios tan completamente necio y sucio su nombre se adaptó y se convirtió en un juego de palabras, de ahí que en tiempos del Nuevo Testamento se usara como calificativo para Satanás: Beelzebul, que significa “señor del estiércol” (Mar. 3:22). Los baales cananeos no estaban interesados en salvar a nadie y podían ser manipulados mediante sacrificios para obtener favores, así que imaginarse que una deidad ofendida tomaría la iniciativa de proveer salvación, perdón o liberación a quien había ocasionado su ira o el disfavor de las deidades era algo totalmente contrario a la idea misma de deidad.

La diversidad pagana va desde la indiferencia hasta la hostilidad. Los amonitas del Antiguo Testamento adoraban a un dios llamado Moloc, una deidad enfurecida y airada, tan mala que la única manera de aplacarla era con sacrificios de niños. Su imagen era un gran ídolo de bronce que era hueco y estaba diseñado para que adentro se pusiera una fogata; se calentaba como un horno y se arrojaban los bebés a las llamas como sacrificio. El Antiguo Testamento considera el asesinato de esos bebés sacrificados a Moloc como el más grotesco de todos los males humanos.

Todos los dioses del mundo se encuentran ubicados entre los extremos de apatía a hostilidad, y ni uno es un salvador como Jehová. A diferencia de todos ellos, el Señor es compasivo, misericordioso, de corazón tierno, lleno de bondad y dispuesto a salvar al ser humano. Esta es la lección que se edifica sobre el significado de la Pascua, del éxodo, del Mesías prometido, de toda la liturgia sacerdotal y del sistema de sacrificios.

Observemos la frecuencia con la que la Biblia enfatiza su fidelidad e inmutabilidad cuando el sujeto es la misericordia de Dios. De hecho, Dios, como Salvador de su pueblo, es la única constante real en todo el universo, por eso redime a su pueblo en lugar de destruirlo sumariamente cuando peca: “¡Porque yo, el SEÑOR, no cambio; por eso ustedes, oh hijos de Jacob, no han sido consumidos!” (Mal. 3:6).

Su ira contra el pecado es real, pero eso no le hace alterar su palabra, modificar su voluntad, revocar sus promesas o cambiar de opinión: “Dios no es hombre para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no lo hará? Habló, ¿y no lo cumplirá?” (Núm. 23:19).

Lo que implica la inmutabilidad de Dios es que él no está sujeto a humores cambiantes, episodios de mal genio, disposiciones fluctuantes o temporadas de desaliento. En términos teológicos, Dios es impasible, lo que significa que no puede conmoverse por emociones involuntarias, sufrimiento, dolor o heridas. En palabras de la Confesión de Fe de Westminster, Dios es “infinito en su ser y perfecciones; espíritu purísimo, invisible, sin cuerpo, miembros o pasiones”.

Acerca del libro “No hay otro: Descubre al Dios de la Biblia”

Si Dios tiene el control de todas las cosas, ¿podemos tomar decisiones libres? Si Dios es bueno y todopoderoso, ¿cómo podemos explicar los desastres naturales y las atrocidades morales?

Las respuestas a estas preguntas sueles estar llenas de vocabulario técnico y de suposiciones personales que no toman en cuenta la verdad bíblica en toda su dimensión. En No hay otro: Descubre al Dios de la Biblia, el doctor John MacArthur nos muestra que la mejor manera de descubrir al único Dios verdadero es mediante el estudio cuidadoso de las Escrituras, en las que Dios ha elegido revelarse a sí mismo.

John MacArthur (n. 1939) es un teólogo calvinista, autor, editor y maestro. Es un conferencista popular y presidente tanto de The Master’s College como de The Master’s Seminary. También ha servido como pastor-maestro de Grace Community Church en Sun Valley, California desde 1969. Mejor conocido por su exégesis expositiva de la Biblia, Logos Español ha recopilado más de 900 de sus sermones en el Archivo de Sermones y ofrece una valiosa contribución a la interpretación y aplicación del texto bíblico a través del Comentario MacArthur del NT (13 Vols).