La vida es difícil y, en ocasiones, muy dolorosa. Si estuviera de vacaciones y mi auto se descompusiera en el camino, sería una situación difícil de afrontar. Si fuera víctima de un accidente y quedara discapacitado, sería muy doloroso.
Por supuesto, sabemos que hay diferentes grados de dificultad y, hasta cierto punto, también de dolor. Los problemas se dan en el contexto de las actividades rutinarias de la vida y las responsabilidades cotidianas, pero el dolor es provocado por eventos fuera de lo común. Así que, en este capítulo nos vamos a enfocar en las dificultades de la vida diaria y cómo reaccionamos con frecuencia ante la ansiedad y la frustración.
Hace algunos años busqué en todo el Nuevo Testamento cuáles son las cualidades de carácter cristiano que se enseñan por precepto o por medio de ejemplos. Encontré que son veintisiete. No le sorprenderá saber que el amor es el que se menciona más, pues se repite unas cincuenta veces. Pero sí le sorprenderá saber que la humildad le sigue muy de cerca con 40 menciones. No obstante, lo que en realidad me asombró más fue saber que la confianza en Dios en todas las circunstancias de nuestra vida se encuentra en tercer lugar, pues se menciona un poco más de trece veces.
Lo opuesto de confiar en Dios se manifiesta en alguna de estas dos actitudes: ansiedad o frustración. Jesús dijo muchas cosas acerca de la ansiedad. El pasaje más prominente en el que enseña sobre el tema es Mateo 6:25–34, pues usa la palabra afán seis veces. No debemos afanarnos por lo que comeremos, o beberemos o vestiremos, ni por las circunstancias desconocidas que nos depara el mañana. Otra expresión que el Señor Jesús utilizó en cuanto a la ansiedad es: “No temáis”, o como algunas de las traducciones dicen: “No tengan miedo” (véase, por ejemplo, Mateo 10:31; Lucas 12:7). Pablo reforzó esta amonestación acerca de la ansiedad en Filipenses 4:6: “Por nada estéis afanosos”. Y Pedro nos exhortó diciendo: “Echad sobre él toda vuestra ansiedad, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7).
Cuando usted y yo le decimos a alguien “no te afanes” o “no temas”, tratamos de amonestarlo y darle ánimo. Pero cuando Jesús (o Pablo o Pedro, que escribieron por inspiración divina) nos dicen: “No os afanéis”, lo hacen con la fuerza de un mandato moral. Es decir, la voluntad moral de Dios es que vivamos sin ansiedad. O, para decirlo de manera más explícita, la ansiedad es un pecado.
La ansiedad es pecado por dos razones. Primero, ya hemos mencionado que significa desconfiar de Dios. En el pasaje de Mateo 6:25–34, Jesús dijo que si nuestro Padre celestial tiene cuidado de las aves de los cielos y de los lirios del campo, ¿no cuidará mucho más de nuestras necesidades temporales? Pedro dijo que la razón para echar toda nuestra ansiedad sobre el Señor es que él tiene cuidado de nosotros. Así que cuando somos presa de la ansiedad, mostramos que creemos que el Altísimo no puede cuidar de nosotros y que no lo hará en la circunstancia que nos está preocupando.
Suponga que alguien a quien usted ama mucho le dice: “No confío en ti. No creo que me ames realmente ni que cuidarás de mí”. ¡Esa sería una gran afrenta para usted! Sin embargo, eso es lo que le comunicamos a Dios con nuestra ansiedad.
El afán es pecado porque significa que rechazamos la provisión divina en nuestra vida. La provisión de Dios puede definirse en forma sencilla diciendo que él prepara todas las circunstancias y eventos del universo para gloria de él y beneficio de su pueblo. Para algunos creyentes es difícil aceptar que Dios está al mando de todas las circunstancias, y aun quienes lo aceptamos, perdemos de vista esa gloriosa verdad. En lugar de ello, tendemos a centrarnos en las causas inmediatas que nos provocan ansiedad en vez de recordar que ellas están bajo el control soberano de Dios.
Debo confesar que la ansiedad es una de las tentaciones que enfrento con más frecuencia. Claro que no soy como el personaje de la película Chicken Little que siempre tiene miedo de que el cielo se caiga. No, mi fuente de ansiedad más común es cuando tengo que viajar en avión, cosa que hago muy a menudo. Cuando debo ir a otra ciudad, casi siempre tengo que hacer conexiones con otros vuelos.
A menudo, el primer vuelo que tomo de donde vivo sale tarde, lo cual provoca que tenga muy poco tiempo para tomar el segundo avión en la ciudad de conexión. Así que caigo en la tentación de afanarme. ¿Lograré tomar el vuelo de conexión hacia la ciudad a donde voy? Y por lo general, mi compromiso para dar conferencias siempre está programado al poco tiempo de haber aterrizado, así que es muy importante para mí hacer las conexiones a tiempo. (Obviamente, comparado con todo el transcurso de mi vida, o con los problemas de otra gente, mi problema es pequeño, pero para mí es grande en ese momento).
Así que, según mi agenda, debo llegar a tiempo a mi destino para estar listo para la conferencia. Pero, ¿qué sucedería si la agenda de Dios dice otra cosa? ¿Y si el Señor quiere que llegue tarde a una reunión en especial, o que de plano no llegue? (Me han sucedido ambas situaciones). ¿Qué haré? ¿Sucumbiré ante la ansiedad y me desesperaré? ¿O reconoceré que Dios tiene el control soberano de mis viajes y aceptaré su agenda, cualquiera que sea? Puesto que he tenido que luchar con la ansiedad en esa área de mi vida, he llegado a la conclusión de que mi ansiedad no se debe a que desconfío de Dios, sino a mi falta de voluntad de someterme y aceptar con gozo su agenda para mi vida.
Aceptar la voluntad providencial de Dios no significa que no oremos por obtener resultados. El mandato de Pablo de no estar afanosos va acompañado de la instrucción de orar en cualquier situación que nos tiente a estar ansiosos (véase Filipenses 4:6). Cuando nuestro Señor enfrentó los sufrimientos y la muerte de cruz, que fueron muy superiores a cualquier ansiedad que nosotros podamos experimentar, Jesús oró así: “—Padre mío, de ser posible, pase de mí esta copa. Pero, no sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26:39).
Así que es adecuado orar que el Señor nos libre de cualquier circunstancia que nos provoque ansiedad, pero siempre debemos hacerlo con la actitud de aceptar cualquiera que sea la voluntad providencial de Dios, confiando en que, sin importar cuál sea el resultado, ella siempre será mejor que nuestros planes o deseos.
Puede que usted sea o no tentado con frecuencia a caer en la ansiedad como yo. Pero si así fuera, ¿puede usted reconocer cuáles son las circunstancias que lo hacen ponerse ansioso? ¿Puede estar de acuerdo conmigo en que a veces nos resistimos a aceptar la voluntad providencial de Dios cuando nuestra agenda difiere de la de él?
Si es así, le animo a memorizar y orar sobre algunos de los versículos que he mencionado en este capítulo, especialmente los que tienen que ver con las circunstancias de su vida que le producen ansiedad. Pero sobre todo, pida a Dios que le dé fe para creer que su voluntad providencial para usted en esas circunstancias en particular proviene de su infinita sabiduría y bondad, y que en última instancia es para su propio bien. Y luego pídale que le dé un corazón sumiso a su voluntad cuando sus planes y los de él difieran.
Acerca del libro “Pecados Respetables: Confrontemos esos pecados que toleramos”
¿Qué ha pasado con el pecado? ¿Será que los cristianos estamos tan preocupados por los pecados escandalosos de nuestra sociedad que hemos perdido de vista la necesidad de confrontar nuestros pecados más sutiles? Jerry Bridges retoma su tema favorito de la santidad y describe una docena de pecados específicos que se consideran “tolerables” y que tendemos a consentir en nuestra vida, tales como los celos, la ira, el orgullo, la ingratitud y el juzgar a los demás. Jerry no escribe desde una alta posición ganada por sus logros espirituales, sino desde la trinchera de sus propias batallas contra el pecado.
Jerry Bridges es un renombrado autor y orador, conocido principalmente por su libro “The Pursuit of Holiness” y “Pecados Respetables: Confrontemos esos pecados que toleramos”. Su ministerio ha incluido más de cincuenta años de servicio con Los Navegantes, un ministerio cristiano internacional e interdenominacional enfocado en la mentoría, el discipulado y la construcción de relaciones. Bridges ha escrito más de catorce libros y guías de estudio. Es capaz de comunicar verdades claras y concisas mientras desafía a los cristianos en su caminar espiritual con Dios.