« Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña que Jesús les había indicado. Cuando lo vieron, lo adoraron; pero algunos dudaban. Jesús se acerco entonces a ellos y les dijo: Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por tanto vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo» Mt. 28:16-20
Es interesante observar que el encuentro de los discípulos con Jesús se caracteriza por la adoración y la duda. La palabra adoración es reverenciar con sumo honor o respeto a un ser, considerándolo como cosa divina: significa e implica caer postrado. Pero la palabra duda tiene que ver con la falta de determinación acerca de una creencia; por lo tanto es la indeterminación del ánimo acerca de un hecho o noticia. Es vacilar e implica incertidumbre, irresolución e incredulidad. «Al poner juntos adoración y duda, este texto adquiere una dimensión profundamente humana y realista. El grupo de discípulos que sale al encuentro de Jesús resucitado es una pequeña comunidad humana, con conflictos y dudas». [1] Por lo tanto adoración y duda caracterizan el encuentro de los discípulos con Jesús.
Entre la adoración y la duda, el conflicto y la tensión, ésta comunidad de discípulos es recibida por Jesús. Hay palabras de consuelo, ánimo y esperanza. De ninguna manera Jesús los rechaza porque algunos dudaban. Jesús nos anima a todos a seguir adelante, por lo tanto nuestras dudas no deben excluir la obediencia. Es a esta comunidad de discípulos y a nosotros que se nos encomienda la gran comisión. Se nos concede un mandato de confianza donde Jesús establece que toda autoridad se le ha dado en el cielo y la tierra. Es la autoridad amplia e ilimitada de Jesús. Podemos descansar y confiar en las palabras de Jesús: «Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra».
Pero lo cierto es que Adoramos y a su vez Dudamos. Dudamos muchas veces sobre la dirección que debemos tomar y lo que debemos hacer. Otras veces dudamos sobre la protección del Señor ante las diferentes circunstancias como la enfermedad, la falta de empleo, los problemas familiares, los principios y valores que debemos mantener. La duda puede tener semejanza con una noche muy oscura donde no sabemos por donde caminar. Pero en medio de las circunstancias Dios no deja solo a sus hijos y tampoco nos rechaza. Es precisamente en esos momentos donde necesitamos aferrarnos a una palabra del Señor. En el Sermón del Monte Jesús habla de nuestro presente y nos dice: «No te atormentes, no tengas miedo»[2] y ante el desafío que tenemos el profeta Isaías nos recuerda: «Yo te pongo ahora como luz para las naciones, a fin de que lleves mi salvación hasta los confines de la tierra»[3].
Los discípulos en su momento recibieron una palabra: «Este es mi hijo amado. Escúchenlo»[4]. Es precisamente ahí donde el camino del creyente se ilumina por una palabra. «Tu palabra es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero»[5]. Alessandro Pronzato nos comparte que si bien la lámpara no elimina la noche nos permitirá caminar. Podemos encontrar el sendero por el cual transitar por medio de su palabra y presencia. Ante nuestras dudas, sufrimiento y dolor debemos mantenernos mirando al Invisible[6] que todo lo puede y nos dice: “estoy aquí”. Siendo así debemos arriesgarnos y seguir en fe[7]. La gran comisión es una invitación a experimentar la obediencia con carácter Universal e Integral.
Lo más hermoso en este relato bíblico es que Jesús de ninguna manera nos rechaza. Nos recibe con amor y esta dispuesto acompañarnos en nuestro caminar. Nos recuerda cual debe ser nuestra labor por más adversas que sean las circunstancias y nos da una promesa: «Y les aseguro que estaré con ustedes siempre hasta el fin del mundo» Mat. 28:20. Esta promesa del Señor debe ser nuestra gran motivación para la obediencia. Su presencia, provisión y consuelo van junto a la tarea que tenemos por delante y no separadas de la misma.
Entre la adoración y la duda consideremos fiel al que nos ha hecho la promesa[8] para seguir a Jesús.
Carlos Scott
[1]Valdir R. Steuernagel, La misión de la Iglesia, Visión Mundial, Pág. 92, 1992, S. Jose, Costa Rica.
[2]Lucas 12:29-32
[3]Isaías 49.6
[4]Marcos 9:7
[5]Salmo 119:105
[6]Hebreos 11:27
[7]Hebreos 11:1, 6
[8]Hebreos 11:11