“Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado” (Hebreos 11:24-25).
Según este pasaje, cuando Moisés tomó la monumental decisión de renunciar a los privilegios de la casa de Faraón ya era ‘grande’. Sin embargo, ¿cuándo fue sembrada la semilla de su identificación con el pueblo de Dios? Lo hicieron sus padres en sus primeros años de infancia. Ni todos los años posteriores de influencia pagana pudieron contener el impacto de la educación piadosa que Amram y Jocabed le dieron.
Podemos sembrar con esmero y esperanza, y dejar los frutos en las manos de la fiel misericordia del Señor. Sólo podemos conjeturar lo que pudo ser la adolescencia de Moisés. Pero el hecho de que después tomara la decisión de no gozar de los deleites temporales del pecado puede indicar que por un tiempo sí los saboreó. ¿Vieron eso sus padres? Si fue así, experimentaron gran dolor y angustia. Pero el trabajo en el Señor no es en vano. Llegó el día en que Moisés se rindió ante Dios y escogió identificarse con Él y con su pueblo. Lo que hicieron sus padres tuvo algo que ver en todo esto. ¡Qué esperanzador! Siembra con gozo, que Dios es un experto labrador.