Sobre la música en la iglesia: algunas puntualizaciones

Una de las cosas que aprecio de este blog es que sus lectores se sienten motivados a comentar. Eso enriquece las entradas y permite a los autores corregir falsas impresiones en aspectos que tal vez no han quedado claros. En ese sentido quisiera llamar vuestra atención sobre la entrada anterior sobre la música en la iglesia.

Cuando se argumenta sobre un tema trayendo a colación principios bíblicos, no debemos presuponer de inmediato que la posición del autor responde a preferencias personales. Mis gustos en la música son muy variados, aunque siento una gran predilección por la música barroca (sobre todo de J. S. Bach).

Sin embargo, en el tema de la música en la iglesia he estado tratando de discernir cuáles son los principios generales que Dios nos ha dejado en Su Palabra para guiarnos en lo tocante a su adoración, pues es un asunto que Dios toma muy en serio. Es posible que mi interpretación de los principios bíblico sea incorrecto y necesite ser corregido, pero la corrección debe provenir de una mejor interpretación de los textos bíblicos pertinentes al tema.

Cuando asumimos que el autor está argumentando en base a sus preferencias personales, corremos el peligro de desestimar rápidamente sus opiniones sin haber sopesado el peso de la evidencia bíblica. Permítanme poner un ejemplo. Hace tiempo he venido analizando con preocupación que mucha de la música que hoy se denomina cristiana posee una fuerte carga de sensualidad. Y ¿cómo podemos distinguir eso en la música?

Creo que en el libro de Proverbios encontramos una clave, cuando se nos advierte que nos cuidemos del hablar sensual de la mujer ramera:

Porque los labios de la mujer extraña destilan miel, y su paladar es más blando que el aceite (Pr. 5:3).

Para que te guarden de la mala mujer, de la blandura de la lengua de la mujer extraña (Pr. 6:24).

Para que te guarden de la mujer ajena, y de la extraña que ablanda sus palabras (7:5).

Lo rindió con la suavidad de sus muchas palabras, le obligó con la zalamería de sus labios (7:21).

La palabra “zalamería” puede traducirse también como “deslizadero” (comp. Sal. 73:18). Esta mujer sabe qué palabras usar y cómo usarlas; las desliza suavemente para que sean insinuantes y provocadoras. Y esa misma zalamería puede emplearse en el canto causando el mismo efecto. Si a eso añadimos una voz susurrante y aireada (no “airada”) el efecto se potencializa.

En The Art of Rock and Roll, Charles Brown dice lo siguiente acerca de los trucos vocales que usaba Elvis Presley: “Al suavizar la voz en ciertos pasajes él podía crear un efecto personal, que hacía que las mujeres del auditorio sintieran que les cantaba directamente a ellas”. Esto se hizo posible con la aparición del amplificador electrónico, el cual permite al cantante susurrar sus canciones y aún así ser oído como si realmente estuviese a nuestro lado.

Este estilo fue popularizado por los cantantes de boleros y baladas que explotaron esta nueva sensualidad en el canto; hombres como Juan Arvizu que fue conocido como “la voz de seda y terciopelo”, Pedro Vargas con su forma particular discreta y dulce de “decir” las canciones, o Leo Marini al que llamaban “la voz que acaricia”.

Esa clase de sensualidad es totalmente inapropiada en la adoración de un pueblo santo dirigida a un Dios santo y sumamente peligrosa por el efecto que causa en los oyentes.

Pero lamentablemente “el mismo método empleado por el mundo para hacer el sonido sensual está siendo ahora empleado por muchos reconocidos vocalistas cristianos contemporáneos. Todavía muchos cristianos, o no comprenden o ignoran deliberadamente, el hecho de que esto ha dejado de ser un ministerio, pare venir a ser simplemente un entretenimiento sensual y carnalmente gratificante” (Garlock, Frank y Woetzel, Kurt; Music in the Balance; pg. 93).

Aún si la lírica de esas canciones fuera apropiada bíblicamente hablando (que en muchos casos no lo es), tanto el estilo como el género musical están haciendo estragos al mensaje que las letras intentan comunicar.

Ahora, noten que el argumento descansa en una consideración de ciertos pasajes de las Escrituras (por causa del espacio debo limitarme a unos pocos), pasajes que, aunque no tratan directamente el tema de la música, aún así son pertinentes. ¿Es posible que haya otros pasajes que sean también relevantes al tema y que no estén siendo debidamente considerados? Si el Señor lo permite, espero contribuir con algunos artículos más en el futuro referente al tema. Gracias de nuevo por sus comentarios.