¿Mi trabajo importa para Dios?

Mi trabajo importa para Dios

El cristiano debe poder servir a Dios en su trabajo, y el trabajo mismo debe ser aceptado y respetado como medio de creación divina. […] ¿De qué sirve todo eso si, en el centro mismo de su vida y de su ocupación, está insultando a Dios con una mala carpintería? Me atrevería a jurar que, del taller del carpintero de Nazaret, no salieron jamás patas de mesa torcidas ni cajones desajustados.

¿Es el trabajo en la iglesia más importante que el trabajo secular?

El movimiento evangélico norteamericano ha engendrado lo que podría denominarse «neomonasticismo». Al igual que su homólogo medieval, el neomonasticismo da la impresión de que el trabajo religioso es más agradable para Dios que otras tareas y deberes asociados con la vida en el mundo.

De acuerdo con esta mentalidad, el creyente que hace un llamamiento evangelístico, sirve en un comité congregacional, o realiza una lectura durante el servicio de la iglesia, está llevando a cabo un trabajo espiritualmente más significativo que la madre cristiana que atiende a sus hijos o el cristiano que trabaja con integridad en una fábrica. Para el creyente, todo trabajo es santo porque él mismo es santo y es justo mediante la fe en Cristo.

George Will dijo una vez que el fútbol americano representaba todo lo que estaba mal en Estados Unidos: violencia e incesantes reuniones de coordinación. Me pregunto qué piensa de la iglesia. Puede llegar a ser un lugar muy agitado y bullicioso. Sin embargo, como dijo en broma Aidan Nichols, «Por desgracia, la “iglesia más viva de la ciudad” tiene poco que ver con la vida de la que habla el evangelio».

¿Cómo puede un predicador subir al púlpito, predicar sobre la importancia de ser un buen padre, y luego, después del servicio, anunciar una docena de eventos o reuniones a las que los mismos padres deben asistir? Eso implica que hay dos tipos de actividades: las actividades de la iglesia y todo lo demás.

Lo uno es de importancia eterna, y lo otro es de poca importancia. Aunque es cierto que una sola cosa es necesaria (Lc 10:42), no significa que la vida cotidiana no tenga sentido. Piensa en la culpa que un boletín de la iglesia puede acumular sobre los fieles. “Haz esto”, “Ven a esto otro”, “Dona a aquello”, “Sé voluntario para lo de más allá”. Y todo lo anterior, además de ser trabajador, miembro de una familia, y ciudadano. Olvídate de equilibrar vida y trabajo: también debes equilibrar iglesia y vida, y la iglesia te necesita. ¡Jesús te necesita! Esta es la fórmula perfecta para la desesperación.

O lo que es igualmente malo, una fórmula para la piedad autocomplaciente: una oportunidad para complacerte y deleitarte en tu piedad personal; una oportunidad para sentirte bien contigo mismo — espiritualmente bien contigo mismo—. Tienes todo en orden, puedes guiar una familia y hacer que la iglesia prospere. ¡Qué suerte tiene Jesús de contar contigo! Yo digo que cierren las puertas de esa iglesia con llave.

O, mejor, manténganlas abiertas para orar, estudiar, consolar y predicar el evangelio, pero hagan que el incesante voluntario salga al mundo. No me malinterpreten; la iglesia necesita voluntarios, pero no tenemos que hacer que sus miembros trabajen para que se sientan espirituales.

¿Mi trabajo puede ser espiritual?

Ser mamá es espiritual. También lo es trabajar en una charcutería y asistir al recital de flauta de tu nieta. Esas cosas importan mucho más que la reunión de un comité. ¡El trabajo se hará! De eso puedes estar seguro. Cuando te necesitemos, te llamaremos. Pero solo cuando te necesitemos. Ve al mundo; ahí es donde debes estar. Tras el ajetreo de la iglesia se esconde algo terrible.

Tropezamos con nosotros mismos para ser más justos que el de al lado. Pareciera que, a veces —y algunas veces, a menudo—, en lugar de hacer algo en particular por amor al prójimo, los cristianos asumen tareas en la iglesia para culpar a otros miembros de la congregación que no comparten el mismo nivel de fervor justo.

En el mundo se predica mucha ley; de hecho, es todo lo que se predica. En la iglesia debería predicarse el evangelio, no más ley farisaica. El mundo vive en el primer sistema (justicia por la ley); la iglesia vive en el otro sistema (justicia por la fe). Si la iglesia es el lugar para sentirse justo (y más justo que todos los demás), entonces no se diferencia del mundo: «Por desgracia, la “iglesia más viva de la ciudad” tiene poco que ver con la vida de la que habla el evangelio».

El neomonasticismo —es decir, la idea de que el trabajo de la iglesia es más importante que el trabajo regular— implica que a Dios le interesa más lo espiritual que lo físico. Esto no es nada nuevo. Los religiosos siempre han necesitado escapar de este mundo; enclaustrarse para ser hiperespirituales. Estando lejos del mundo, pueden realmente hacer la obra divina de orar y alabar.

Aquello puede convertirse rápidamente en el lugar donde los hiperespirituales son percibidos como mejores que las masas materialistas. También puede llegar a ser condenatorio si esos «héroes espirituales» creen que su sacrificio es meritorio delante de Dios. Pero ¿es realmente un sacrificio? Es un sacrificio hecho por el hombre. Una buena acción hecha por el hombre.

Yo diría que ser padre o trabajar en una fábrica semana tras semana es mucho más complicado y difícil. Imagino que muchos contadores sobrecargados de trabajo han soñado con una apacible vida de contemplación. El escapismo religioso sigue siendo escapismo. Jesús dijo que los cristianos no son de este mundo, pero dijo también que están en el mundo (Jn 17:14–15). Es el lugar al que pertenecemos.

Distorsiones teológicas acerca del trabajo

En lo que respecta a una teología del trabajo, Os Guinness hace una distinción entre la «distorsión católica» y la «distorsión protestante». La distorsión católica eleva el trabajo espiritual de los monjes y sacerdotes muy por encima de los llamados ordinarios de los cristianos.

La distorsión protestante simplemente deja lo espiritual fuera de lo ordinario. Y de manera algo irónica, la palabra vocación, arrebatada alguna vez a los monjes, ahora solo se refiere al trabajo secular, como en el término «escuela vocacional».

Guinness, un protestante, considera acertadamente que las dos distorsiones corresponden al mismo error. La distorsión protestante «traiciona por completo el propósito del llamado, e irónicamente, activa una reacción contraria que regresa a las distorsiones católicas».

Ambas devalúan los llamados para el trabajo de la iglesia, ya sea que lo realice el clero, buscando mérito (monjes y sacerdotes medievales), o el resto de la gente, para sentirse espirituales (laicos en la iglesia).

Dios se interesa por lo físico tanto como por lo espiritual. Él creó todo. Eso significa que no hay nada que él no reclame como suyo. Dios se interesa por las cosas pequeñas. Por supuesto que sí. Nos lo dijo cuando declaró que somos más importantes que los gorriones y que él sabe cuántos cabellos hay en nuestra cabeza (Mt 10:29–31).

Tu trabajo importa, no importa cuál sea; a Dios le importa

Dios quiere un cuarto de baño limpio y una fábrica productiva. Quiere coches que funcionen bien y planes de estudio bien pensados en nuestras aulas. Por supuesto que sí. Nuestro trabajo importa.

La novelista y dramaturga Dorothy Sayers relaciona el trabajo con la verdadera piedad:

El trabajo importa. El trabajo de calidad importa. Es importante para Dios. Lutero dijo que los ángeles sonríen cuando un padre cambia un pañal sucio. ¡Dios quiere traseros limpios! Por supuesto que sí. ¿Por qué a Dios le importan esos pequeños detalles? Porque ama, por eso. Quiere que los niños sean enseñados, y para ello utiliza directores, maestros y padres.

Por no hablar de todo el personal que se necesita para dirigir una escuela. Dios quiere que la gente esté protegida, y para ello utiliza bomberos, policías y toda una serie de funcionarios del gobierno. Dios quiere que se controlen las enfermedades, y utiliza médicos, enfermeros e investigadores para llevar a cabo esta monumental tarea. También le importa enormemente el trabajo del conserje, por la misma razón.

Dios lo quiere todo, y quiere que se haga bien. Utiliza personas para hacerlo. Libera a los cristianos de trabajar para él para que puedan trabajar para el prójimo.


Acerca del libro “Vocación, el escenario del florecimiento humano”

La doctrina de la vocación responde de manera única la antigua pregunta: ¿Cuál es la buena vida?. Dios libera al cristiano de la carga de justificarse a sí mismo por medio de la obra redentora de Cristo. Luego él «se hace presente» a los cristianos de manera providencial con el fin de amar al mundo. Lo ordinario de la vida se vuelve extraordinario, incluso divino. Dios libera al cristiano y luego usa al cristiano.

El Dr. Michael Berg explora las nociones de vida buena, shalom, florecimiento humano, y felicidad para mostrar que en la vocación el cristiano encuentra su llamado más elevado: la vida verdaderamente buena, floreciente y feliz.

“Vocación, el escenario del florecimiento humano” es un refrescante recordatorio de esta verdad esencial. Encuentra esta obra y más dentro de la Gran Colección Proyecto Nehemías (33 vols.)