Desde muy pequeño crecí viendo en la televisión lo importante que era para “nuestros vecinos del norte” la celebración del día de Acción de Gracias. Como miembro de una familia muy pequeña, me cautivaba la idea de enormes mesas con grandes familias; abuelas, tíos, primos, sobrinos, hermanos, etc. disfrutando juntos de un banquete especial. En ese momento no tenía idea del contexto histórico, social, religioso, cultural… nada en lo absoluto, para mi se reducía a dos cosas: familia y comida.
Con el tiempo llegué a comprender que efectivamente se trata de una de las festividades familiares más importantes para el contexto norteamericano. El presidente Abraham Lincoln incluso decretó el último jueves de noviembre como feriado nacional para la celebración del día de Acción de Gracias y en 1941, el presidente Franklin Roosevelt designó el cuarto jueves de noviembre para que todos los ciudadanos pudieran celebrar con sus familias.
Durante estas fechas es común ver a celebridades tales como actores, jugadores profesionales de la NFL o NBA repartiendo los tradicionales pavos en las comunidades “menos favorecidas” de sus ciudades. Incluso las iglesias hacen lo propio otorgando comidas gratis a miembros de sus congregaciones y personas de sus vecindarios y eso es simplemente fabuloso. Pero no lo es todo.
En esta publicación no hablaré del contexto histórico, sobre si se está de acuerdo o no con cómo comenzó esta celebración o si es algo que los latinoamericanos deberíamos replicar en nuestros hogares, de lo que sí hablaré es de la importante oportunidad que días como este ponen delante de nosotros.
Días como este en donde las personas están “más sensibles” a las necesidades de los demás y a la gratitud por lo que se ha recibido durante el año son oportunidades de oro para proclamar el evangelio. Es una oportunidad para dirigir nuestra gratitud a la persona correcta: Dios.
Agradecimiento es el reconocimiento de que algo ha sido recibido, es valorar el favor de alguien más hacia nosotros, implica entender que aquello que he recibido ha sido provisto o facilitado por alguien más. La Biblia nos enseña en repetidas ocasiones la importancia de agradecer (reconocer) lo que Dios ha hecho por nosotros, desde el principio de la creación hasta nuestros días.
La gratitud es una práctica que Jesús modela en las Escrituras, en Juan 11:41 podemos ver como después de haber resucitado a Lázaro, lo primero que Jesús hace es decir “Padre, te doy gracias porque me has oído”. ¡Jesús mismo toma tiempo para agradecer a Dios!
El apóstol Pablo en la carta a los filipenses (Filipenses 4:6-8) hace la siguiente invitación: “No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias”. Al mismo tiempo que nos enseña cuál es el resultado de vivir con un corazón agradecido: “y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús”.
Podemos decir que el agradecimiento es la cura para un corazón inquieto e inconforme, es la evidencia de un alma que ha pasado tiempo en oración y ruego presentando sus peticiones delante de Dios y como instruye 1 Tesalonicenses 5:16-18 “es la voluntad de Dios para nosotros en Cristo”.
Por favor no me mal entiendan, no hay nada de malo en llevar comida especial a las personas que lo necesitan, al contrario. Quiero animar a nuestra comunidad latina a seguir siendo sensibles a las necesidades de los demás y llevar nuestra gratitud a Dios hacia acciones tangibles que puedan bendecir a otros.
Pero también deseo concientizarnos sobre algo muy importante: hay personas que tienen una clase de hambre que ningún banquete puede saciar. No tenemos porqué elegir entre hacer una cosa o la otra. Debemos ser sagaces y utilizar las oportunidades que tenemos delante de nosotros para compartir la esperanza, amor y gratitud que curan el alma inquieta y sacian las necesidades más profundas del corazón, incluso de aquellos que “tienen de sobra”.
La mayor diferencia con mi conclusión de pequeño es que ahora he entendido que no se resume en familia y comida, la verdadera gratitud se resume en la persona de Cristo.