¿A cuántos de nosotros nos gusta recibir algo cuándo lo pedimos?¿A cuántos nos gusta buscar y encontrar aquello que estamos buscando como locos? También, queremos que la gente nos conteste rápido cuando les solicitamos algo.
En la Biblia, podemos encontrarnos con la hermosa promesa de que Dios responde cuando lo llamamos. Se deja encontrar cuando lo buscamos y nos da cuando pedimos algo (de acuerdo a su voluntad). El evangelio de Mateo dice así:
»Pidan, y se les dará; busquen, y hallarán; llamen, y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
-Mateo 7:7-8 (NBLA)
Este es un texto que ha sido mal interpretado a lo largo de la historia, incluso yo, he sido de aquellos que dicen “puedo obligar a Dios a darme todo lo que quiero porque la Biblia dice que si pedimos el nos tiene que dar”… “El está obligado a cumplir su Palabra”. Muchas veces esto trae frustración, pues quizá, lo estas haciendo con todo tu corazón, eres constante en tu petición, quizá estás buscando una y otra vez y llegas a sentir que no has encontrado nada, pero la Biblia no se contradice, Dios es fiel a sus promesas.
Si este texto en Mateo es una promesa real entonces ¿por qué Dios no nos da todo lo que pedimos? En el capítulo cuatro de su epístola, Santiago responde a esta pregunta: muchas veces no recibimos lo que pedimos porque lo estamos pidiendo mal. No me malinterpreten, hay muchas cosas que podemos pedir que son buenas: un mejor trabajo, un auto que funcione mejor, la sanidad de un ser amado, unas vacaciones, un cambio en el carácter de nuestros hijos o cónyuges, mejores instalaciones y equipos para la iglesia, etc.
Este hermoso texto en Mateo está directamente relacionado con un tema más profundo que el pedir y recibir ciertas cosas materiales, pues para comprender correctamente la relación entre lo que escribe Mateo y lo que enseña Santiago, debemos comprender correctamente la relación que existe entre Dios y nosotros, así como el propósito verdadero de nuestras oraciones.
Mateo 7:9-11 plantea un ejemplo que nos puede ayudar a comprender más a detalle este tema:
¿O qué hombre hay entre ustedes que si su hijo le pide pan, le dará una piedra, o si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si ustedes, siendo malos, saben dar buenas dádivas a sus hijos, ¿cuánto más su Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden?
– Mateo 7:9-11
Mateo plantea preguntas de respuestas aparentemente sencillas, ¿Le darías a tu hijo una serpiente? La respuesta lógica es un no rotundo pero ¿por qué no se la darías? Porque sabemos que sería peligroso para él. Del mismo modo, no le darías a comer una piedra en lugar de un pan, pues podría lastimarse intentando ingerirla. Como un padre amoroso, Dios no va a arriesgar nuestras vidas y corazones cumpliendo peticiones que quizá, en nuestra corta visión, no alcanzamos a entender completamente. Hay veces en las que sin darnos cuenta estamos pidiendo serpientes cuándo lo que realmente necesitamos es un pez, en algunas otras, estamos buscando piedras cuando en realidad esperamos encontrar pan.
Dios no nos va a dar todo lo que pedimos, pero si nos va a dar todo lo que necesitamos. Las escrituras nos muestran en Mateo 6:32-33 que Dios sabe que tenemos necesidades, pero a pesar de ello la invitación del capítulo siete de Mateo es: pide, busca y llama. Esto se debe a que si somos hijos de Dios, debemos entender que nuestras oraciones (pedir, buscar, llamar) no tienen tanto que ver con que Dios haga o nos de lo que queremos sino con el hecho de alinear nuestra voluntad a la suya.
“Desea lo que Dios desea y luego pide lo que quieras”
El verdadero propósito de la oración es aprender a conocer la voluntad de Dios, alinear nuestras peticiones a lo que Jesús enseña en Juan 14:13 o Pablo escribe en Efesios 5:10, aquellas cosas que terminan dando gloria a Dios. Este es el termómetro correcto para medir nuestras oraciones. ¿Lo que estoy pidiendo glorifica a Dios?
Si somos hijos de Dios debemos entender que el principal llamado de nuestra vida no es a lo que hacemos para Dios o lo que recibimos de Dios, sino a disfrutar a Dios mismo como los hijos amados de los que habla Efesios 5:1-2. Cuándo esto se vuelve una realidad en nuestra vida, esta realidad comienza a impactar nuestra vida de oración.
El objetivo de nuestras oraciones es pasar de una vida de peticiones a una vida de devociones, una vida en la que vivimos agradecidos y confiados en que Dios es un buen padre que nos conoce y nos da aquellas cosas que necesitamos para vivir la vida digna de su gloria que nos llamó a vivir.