No fue tu selección sino Su elección

El amor de Dios por los suyos abarca dimensiones infinitas. Su ilimitada profundidad se ve en la crucifixión de Su hijo, su incalculable longitud en su eternidad. El rastro de ese amor comienza antes del inicio de la historia del mundo y nuestra historia personal se remonta hasta antes de la fundación del mundo.

El palpitar de Dios por el creyente, está descrito con el término “elección”. Un término que seguido nos saltamos en nuestra lectura porque a algunos incomoda, pero, no obstante, encierra un amor inefable.

Te sorprenderá saber que tu biografía espiritual no comienza cuando creíste a Dios para salvación, sino cuando Dios te eligió para salvación. El evangelio es un rótulo en el camino que por el frente anuncia: “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo”, al pasarlo, dice en el reverso “Escogido desde antes de la fundación del mundo”. Es un misterio, pero una verdad que nos encuentra en muchas porciones de la Escritura.

Escojo cuatro verdades refulgentes en el cofre de la salvación, que pocas veces se dan a relucir. Espero que al exponerlas te lleven a postrarte delante de Dios al comprender el rico significado de una salvación, netamente por gracia de principio a fin.

Sin la elección de Dios no puedes conocer a Cristo

En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó. Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. Mat. 11:25-27.

Miles de personas tienen una hermosa Biblia decorando sus repisas. Respetan la Biblia pero se abstienen de quitarle el polvo y leerla. Su corazón carece de apetito por ella y su mente no alcanza a comprenderla. La Biblia, se dicen muchos, es tan sublime como inalcanzable. Solo los religiosos eruditos alcanzan su entendimiento.

Según estos versículos, la llave para entenderla no radica en la mente humana sino en la revelación de Dios. En esta porción Jesús enseña una verdad aparentemente absurda: ¡nadie puede conocer a Dios! Sí, nadie puede conocer a Dios EXCEPTO que Jesús lo de a conocer. Y esto, no es algo inclusivo, es más bien exclusivo. Lo revela a quien él quiera revelarlo.

Si eres creyente, esta verdad debe humillarte delante de Dios en agradecimiento. Considera que no  fue tu inteligencia la que te hizo comprender la Biblia, ni tu interés propio lo que te hizo apetecerla. Fue porque Jesús optó iluminar tu mente para que el evangelio no te pareciera locura, sino sabiduría de Dios para salvación.

La elección de Dios asegura la preservación de tu fe

Nuestra debilidad como personas nos infunde intranquilidad tocante a la fe. ¿Habremos de perseverar en la fe cuando somos acosados a diario por el diablo, el mundo y nuestra propia carne? ¿Perseveraremos sin salirnos del camino cuando falseamos en nuestros pasos con tanta facilidad?

Nuestra ansiedad se aquieta cuando entendemos las implicaciones de la doctrina de la elección. En Romanos 8:29-30, Pablo describe la cadena irrompible de bendiciones que sujetan el destino de los elegidos de Dios. A aquel a quien Dios llama, Él justifica, y a aquel a quien Él justifica, Él glorifica. Por esto debemos estar persuadidos que el que comenzó la buena obra en nosotros, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo. Cristiano, descansa, si tu has genuinamente creído en Cristo el último capítulo de tu biografía se titula: la gloria. Dios lo a escrito, y tocante a esto, no hay vuelta de hoja.

La elección de Dios infunde agradecimiento

No faltan aquellos que aseveran: La salvación es de Dios pero la fe es mía. Es equivalente a decirle a Dios: vamos a medias, tú pones el salvador y yo pongo mi fe. El problema con esta actitud es que produce igualmente una alabanza insípida, a medias, le damos gracia a Dios por proveer a Cristo, pero no por la fe para creer en él.

La elección explica tu salvación en términos radicales. No te eligió Dios al ver tu fe, sino para darte fe. Según Efesios 2:8-10 la fe misma es un don de Dios. Él tanto envió al salvador al mundo, como implantó la fe en tu corazón para creer en él. Es por esto que Pablo estalla en alabanza a Dios (Efesios 1.3-5) cuando descubre que la salvación no tiene ni una hebra de mérito o capacidad humana. Es totalmente por gracia, de principio a fin. No te sorprendas, pero nuestra única contribución al asunto, fue nuestro pecado.

La elección de Dios garantiza el éxito de tu evangelismo

La creencia popular sobre la elección tiene la doctrina como un concepto subversivo al evangelismo eficaz. La lógica corre así: Si Dios ya escogió algunos para salvación, ¿entonces para qué evangelizar?

El apóstol Pablo tenía la perspectiva contraria. En 1 Tesalonicenses 1.4–7 él considera a los convertidos tesalonicenses como “elegidos de Dios” y atribuye el éxito de su predicación a esta verdad. Algunas de sus prédicas surtían un efecto nulo en los oídos de su auditorio. En el caso de los tesalonicenses había sido diferente: la prédica fue acompañada de un poder transformador que los convirtió del culto a los ídolos al servicio del Dios vivo y verdadero.

El día de hoy te invito a que reflexiones acerca de tu conversión. No se produjo cuando optaste escuchar, sino, tal como con Lidia la vendedora de púrpura, cuando Dios abrió tus oídos para que escucharas el evangelio de la salvación. Él te dio “oídos para oír”. Asimismo, cuando ahora compartes el evangelio, él colabora contigo y abre los oídos de aquellos a quienes a destinado llamar a la salvación mediante tú proclamación.

No fue tu selección de fe, sino Su elección de gracia lo que te salvó, ¡Aleluya!