A los pobres, que Dios los bendiga

En la iglesia somos muy espirituales. Adoramos, predicamos, y a los pobres ignoramos. Los dejamos que se estén ahí, o los encaminamos a la asistencia pública. Cuando somos acorralados por su necesidad, la reportamos a los ancianos de la iglesia para que “hagan algo”.

Conciliamos el sueño persuadidos que el evangelio no pretende ser una panacea para males sociales, ni la iglesia una agencia de beneficencia. Desechamos la teología de la liberación que confunde la salvación con la erradicación de la pobreza, y relega lo espiritual a un segundo plano cuando no a la insignificancia.

Relatos como el del valioso perfume de nardo puro en los evangelios nos convencen de la reducida prioridad de este ministerio. ¿No fue el apóstata de apóstatas: Judas, a quien se le ocurrió su venta para ayudar a los pobres?, ¿No fue el mismo Jesús que afirmó rotundamente: “a los pobres siempre los tendréis con vosotros”.

Con todo, en el fondo sospechamos que esta perspectiva es tan superficial como incompleta. Comenzando porque la barrabasada de Judas no fue sugerir la ayuda a los pobres, sino la HIPER-SACRÍLEGA humillación de Cristo al valorar la ayuda práctica por encima de Su adoración. Judas desvalorizaba a Jesús -30 piezas de plata, precio de un esclavo muerto- al ver la unción con Nardo puro -sueldo de un obrero por todo un año- como un verdadero derroche. El mandamiento superior no es ayudar a los pobres, sino adorar y amar a Dios. Judas tenía los mandamientos profanamente tergiversados.

La armonía de estas prioridades se contempla en Jesús. El nunca fue predicador de podio, interesado en el discurso de ideas sólamente. Proclamaba el evangelio y llamaba al arrepentimiento mientras sanaba enfermos, y alimentaba a multitudes. En verdad levantaba la mirada de los afanes de la tierra a las realidades celestiales, más nunca fue tachado de ser el virtuoso celestial, inútil en la tierra. No vivía enajenado de la vida real, ni asqueado por las necesidades más viles.

Los apóstoles se movían con ese mismo espíritu. Cuando Pablo ascendió a Jerusalén para obtener la diestra de compañerismo, subía con la santa determinación, de que nada sería añadido al evangelio que estorbara la libre proclamación de la libre gracia de Dios; aún si por recomendación apostólica. Pero en ningún momento resistió la recomendación apostólica de “acordarse de los pobres”. Predicaba y ayudaba, y entre estos dos impulsos, llevó a cabo su ministerio (Gálatas 2.10).

Por esto, no podemos darnos el lujo de desarticular la ayuda a los pobres del evangelio. Antes, debemos de renovar nuestro entendimiento para que nuestro ministerio sea completo como lo el de ellos.

Te invito a que consideres 4 principios pertinentes a la ayuda práctica.

Ninguno es llamado a la prosperidad como fin, sino como un medio para la ayuda

Pablo menciona un dramático imperativo en la epístola de Efesios hacia aquellos que anteriormente se dedicaban a robar. Dejar de hacerlo, no era la mejor forma de santificarse. Pablo no recomienda la mortificación a secas, sino la substitución de la desobediencia con obediencia: “El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad.” Ef 4.28.

Por instinto, cuando prosperamos trazamos planes para escalar y dejar cubiertos nuestros etcéteras, antes de condescender para ayudar a los que sufren falta. Se nos abre mayor apetito por los entremeses del lujo, que por darles a otros la primera probada de la porción básica. Y en realidad no es que no tengamos lo suficiente, sino que vivimos abandonados al apetito de nuestras ambiciones, las cuales nunca se pueden saciar, pues las vida es siempre mucho más pequeña que los sueños de la carne.

No delegues a la iglesia las necesidades que tu puedas cubrir

Casi como reflejo, escuchamos de alguna necesidad, nos compadecemos externamente, pero por dentro esperamos que pase a otros, que alguien más la cubra. Nosotros, por supuestos, nos dedicaremos a orar por la persona.

Sin duda existe un llamado colectivo de amparar algunos necesitados (Hech 6.1, Timoteo 5.16). No obstante, además de esto, dos porciones del NT, con dos autores diferentes, confrontan al creyente individual a demostrar la autenticidad de su fe cubriendo las necesidades de sus hermanos. No pudo el apóstol Juan ser más claro: “…el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? 1 Jn 3.17. Ver asimismo Santiago 2.14.

No te sientas obligado cuando no es debido o posible ayudar

En el libro de Proverbios Dios nos dice: No te niegues a hacer el bien a quien es debido, cuando tuvieres poder para hacerlo (Pr 3.27). Ninguna necesidad por más apremiante que parezca es un llamado automático a actuar. Primero debemos de filtrarla con la doble pregunta: ¿Tengo lo que toma para ayudar a esta persona?, y asimismo, ¿Concuerda esta necesidad con las definidas por las Escrituras?

Esta  puede ponerse espinoso. Tener lo que toma para cubrir una necesidad a la que hemos sido cláramente convocados por el Espíritu de Dios, no es cuestión de tener de sobra, sino estar dispuesto a que nos falte, por dar sacrificialmente. Debemos estar dispuestos a entrañar riesgos para dar así, para darnos así. Si no movemos un dedo a menos que nuestro esquema financiero, nuestro 401k y nuestros ahorros no se vean afectados, desconocemos la zona de sacrificio.

Por otra parte, hay algunos que piensan que Dios nos llama a tener una billetera siempre abierta y no resistir la rapiña de toda clase de buitre persinado nos busca dejarnos desposeídos. ¡Cómo me revienta el abuso de los ancianos en este asunto!. Después de toda una vida de trabajo, ahorro y manejo responsable de sus bienes, son expuestos a la decenas de llamadas telefónicas por parte de ministerios cuya voracidad se aprovecha de las mentes débiles y conciencias sensibles de estos santos de Dios, para extraer lo que ya no pueden reponer por falta de fuerza laboral.

Entendamos que hay pedidos y contribuciones que Dios detesta. Jesús condenó a los fariseos que enseñaba un método de evadir la ayuda práctica a los padres para poder consagrarla al templo -y al clero (Mateo 15.5).

Dicho sea de paso que ¡NO TODAS LAS PERSONAS SON LEGÍTIMAMENTE POBRES! Existen pobres por un revés de la fortuna, otros por una escasez impuesta por Dios mismo como el castigo de su ilustre pereza. El libro de Proverbios reporta los de esta índole. A tales personas lo único que les debemos, es la exhortación de que: “el que no trabaje, tampoco coma”.

Trata en lo que sea posible que tu ayuda sea secreta

Abundan en este mundo personas como Trump que dan MUCHO MÁS que nosotros, pero siempre haciendo ruido para ser detectado. Su asistencia es glamorosa campaña de autopromoción para merecer el título de filántropo de filántropos. Sus contribuciones, son la forma de justificar su inagotable codicia por este mundo.

El camino de Jesús es secreto: No sepa tu derecha, lo que ha hecho tu izquierda. Sacrificamos secretamente, para recibir públicamente gran recompensa en el cielo.

Tal vez este blog te encuentre con escasos deseos, poco dinero y nada de abnegación. Anímate al considerar que la esencia de la gracia de Dios, es dar, y darse. Para esto la gracia de Dios jamás será insuficiente. El es poderoso es para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundemos para toda buena obra (2 Co 9.8).

Cuando Dios te tope cara a cara con una necesidad o un necesitado, aprende a no reaccionar como si se estuviera profanando tu bienestar. Atrévete a responder y a abundar en esto más y más. Cada ves que tu das, tanto desahogas necesidades como te desprendes de tu egoísmo. Aún más, participas de uno de los más exquisitos gozos que únicamente los iniciados en este ministerio experimentan pues: “más bienaventurado es dar que recibir”.