Los falsos profetas no parecen falsos

Como vimos en el artículo anterior, el Señor nos advierte en Mateo 7:15 que tengamos cuidado de los falsos profetas “que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces”. Estos individuos no llegan con una tarjeta de presentación que dice: “Fulano de tal, falso profeta”. No. Son lobos disfrazados de ovejas; hijos del diablo que parecen hijos de Dios. En la Biblia se usa el símil de la oveja para señalar a los creyentes. Estos hombres parecen ser lo que no son. Externamente lucen como personas mansas, gentiles, inofensivas. Parecen ser ovejas. Pero son como los lobos, animales feroces, carnívoros, que una vez alcanzan su presa la despedazan por completo.

El lobo no existe para otra cosa que no sea para eso. Usted no puede usarlo de mascota en la casa, no puede comer su carne; esa bestia está ahí, y nosotros debemos cuidarnos de ella. Así también debemos cuidarnos de estos hombres, que no existen para otra cosa que para extraviar las almas de aquellos que son despertados por la predicación del evangelio, que se colocan junto a la puerta estrecha, para hacer todo lo que pueden para impedir que los pecadores entren por ella.

Se ven inofensivos, mansos, gentiles, pero el Señor nos advierte aquí que si caemos en sus garras nos devorarán. En Rom. 16:17-18 el apóstol Pablo, no solo advierte, sino que ruega a los hermanos mantener sus ojos abiertos, debido al enorme peligro que representan estos hombres: “Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos. Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos”.

Las palabras de estos hombres son suaves, fáciles de tragar. Pablo usa allí una palabra griega compuesta: chrestologia, de chresto que significa “útil, buena, beneficiosa”, y logia que significa “discurso”. Ellos no vienen a nosotros diciendo: “No creo que la Biblia es la Palabra de Dios”. Vienen encubiertamente, hablando de cosas que nos parecen útiles. Y con esas palabras suaves, dice Pablo, “engañan los corazones de los ingenuos”. ¿Cómo podemos, entonces descubrir a los falsos profetas? ¿Qué distintivo tienen? Eso es lo que espero tratar en el próximo artículo, si el Señor lo permite.