El poder de la resurrección en el Pueblo de Dios (Jn 20:1-18)

“No llores, no tengas miedo” ¡Cristo ha resucitado! (Mt 28:5).  La resurrección de Jesucristo nos da suficientes motivos, razones y certezas para confiar y seguir a Jesús. La escritura nos dice que “el primer día de la semana, muy de mañana, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro…” (Jn 20:1). En medio de cualquier oscuridad, desilusión o frustración debemos volver a recordar que hay un nuevo día y un amanecer. La luz triunfa sobre las tinieblas, la vida sobre la muerte, la justicia sobre la injusticia, la verdad sobre la mentira y el amor sobre el odio.

Aparentemente el propósito que tenían las mujeres de ir al sepulcro era llevar especies aromáticas (Mc 16:1, Lc 24:1). Quizás no sabían el trabajo realizado por Nicodemo y José de Arimatea (Jn 19:38-42). Para sorpresa de María Magdalena habían quitado la piedra que cubría la entrada. La piedra era muy grande (Mc 16:4). Ella se fue corriendo a ver a Simón Pedro y al otro discípulo. Les dijo: ¡Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto! (Jn 20:2).

Ambos discípulos fueron corriendo al sepulcro. Al entrar, Pedro vio las vendas y el sudario que había cubierto la cabeza de Jesús. El sudario aparece prolijamente enrollado en un lugar aparte. No se trataba de un robo humano. El otro discípulo que llegó primero y entro después “Vio y creyó. Hasta entonces no habían entendido la Escritura, que dice que Jesús tenía que resucitar” (Jn 20:8-9).

Nosotros como ellos también nos encontramos en un proceso de entender la escritura y poder progresar. Sin entender todo, se nos llama a creer y avanzar. La única manera de conocer a Jesús es caminar con él. En medio del camino las dudas son aclaradas y viene la certeza.

María Magdalena se quedó llorando junto al sepulcro (Jn 20:10-11) y busca a Jesús como alguien que está muerto (Lc 24:5). No ve a Jesús resucitado. Lo mismo puede suceder en nuestras vidas cuando hay cosas que nos dejan esclavizados y áreas de carácter que no han sido redimidas. Somos tentados a pensar que la resurrección de Jesucristo no puede ayudarnos en nuestras luchas, dudas y temores. Jesús nos invita a cambiar nuestro criterio y manera de entender las cosas.

Necesitamos conocerle y experimentar el poder que se manifestó en su resurrección como el apóstol  Pablo lo expresa en su carta a los Filipenses (Fil 3:10-11). “Sin cambios morales y éticos en nuestro diario vivir, nuestra participación en actividades religiosas no vale nada. Es decir, nuestra asistencia a los cultos y vigilias no puede tomar el lugar de las transformaciones que Dios espera encontrar en nuestra vida diaria”  [1].

El evangelio no es un anuncio vacío y tiene relación directa con una transformación que va ocurriendo en nuestras vidas. El Evangelio de Juan enfatiza un proceso de crecimiento. El creer es proceso de desarrollo. Jesús nos invita a formar parte de este proceso donde nos cuestiona, consuela, anima y acompaña.

Jesús ya resucitado se le aparece a María Magdalena y la cuestiono ¿Por qué lloras? Quiere que veamos su presencia en medio de toda circunstancia. Ella solo podía ver al que cuidaba el huerto (Jn 20:15) y no se dio cuenta que era el Señor resucitado. A nosotros nos puede pasar lo mismo. Como seguidores de Jesús somos llamados a tener amplitud y no quedarnos con respuestas cerradas.

Jesús no dejo sola a María Magdalena y la llama por su nombre. Ninguna situación está fuera del control de Dios y es su voz inconfundible la que nos hace recapacitar, tener esperanza y reconocer su presencia (Jn 10:3-4,16). Ella y las otras mujeres le abrazaron los pies y lo adoraron (Mt 28:9) pero su mandamiento fue de animar a los hermanos, salir al mundo y no privatizar la misión. No podemos detener a Jesús sino soltarlo y estar en su seguimiento.

Somos llamados cada día a vivir una nueva experiencia con el Señor y no quedarnos detenidos en el ayer. Experimentar la resurrección de Jesucristo es seguirle espiritualmente, viviendo sus palabras, llevando a cabo sus mandamientos. “Vivir de acuerdo con la resurrección de Jesucristo es permitir que su voluntad sea la guía para todo aspecto de nuestra vida” [2].

En nuestra lucha contra el pecado y la muerte afirmamos: “¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo! Por lo tanto, mis queridos hermanos, manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano” (1 Co. 15:57-58).  “Por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia que él me concedió no fue infructuosa” (1 Co. 15:10)

Demos a conocer esta noticia ¡He visto al Señor! (Jn 20:18) y que la resurrección del Señor este comprobada por la actividad y práctica de la Iglesia que se proyecta en la tarea inconclusa. No busquemos solo a Jesús para nosotros mismos sino para unirnos a su misión. Salgamos con una misión de amor compartiendo todo el evangelio con toda la humanidad

Preguntas para la reflexión

¿Ha resucitado Dios en mi vida? ¿Hay algún cambio que se debe a la resurrección? ¿Es un anuncio vacío o corresponde a una transformación que va ocurriendo en nuestro ser?

¿Buscamos al que vive entre los muertos? ¿Cómo solemos enfrentar los desafíos que se presentan a nivel personal, familiar y como iglesia? ¿Nos proyectamos con una mente amplia para servir a la sociedad, la nación y el mundo?

¿Qué implicación practica tiene para la vida de la iglesia ¡He visto al Señor!?

Carlos Scott

Misión Local y Global (GloCal)



[1]Slade, Stan: Evangelio de Juan, Comentario Bíblico Iberoamericano, p .379, Ediciones Kairos 2006

[2]Ibíd.,  p 383,  Evangelio de Juan, Comentario Bíblico Iberoamericano, Ediciones Kairos 2006