“La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor”(15:1).
Son muy ilustrativas las palabras de Jay Adams aquí:
“Cuando leo el versículo 1 siempre pienso en tenis de mesa. Si alguien le arroja violentamente una bola de tenis de mesa, usted puede responder en una de dos maneras: golpearla violentamente de regreso o devolverla suavemente colocando la raqueta en su camino y dejando que la bola la golpee, retornando así con su propia fuerza. La primera respuesta alejará a su oponente de usted. La segunda le acercará. Lo mismo es cierto de la manera en que reaccionamos a la ira. Una respuesta suave apartará la ira. Una respuesta insensata hará subir el furor, alejando a los demás de usted” (The Christian Counselor’s Commentary: Proverbs, p.115).
Las palabras de este proverbio tienen que ver con la pregunta: ¿Qué queremos lograr con lo que decimos? Si el propósito de lo que vamos a decir es vengarnos, destruir y vencer, entonces el método más efectivo sería devolver con la misma moneda al que nos ataca verbalmente. Pero si el propósito es sanar, edificar y dar gloria a Dios, entonces el camino correcto es responder suavemente.
El vocablo hebreo utilizado para “blanda” transmite las siguientes ideas: tierna, suave, delicada, gentil. Si lo que vamos a expresar en medio de una situación tensa y subida de tono no corresponde con estos adjetivos, entonces el efecto que lograremos no será el que la sabiduría produce. Por “áspera” se hace referencia a aquellas expresiones que causan dolor. “La palabra suave es como aceite en la piel herida para suavizarla y sanarla (Jue. 8:1-3); la palabra dolorosa tiene el efecto del aceite que se echa en el fuego (1 Reyes 12:1-16)” (Bruce Waltke, 1:613).
“La palabra áspera”—¿vemos el impacto que una sola palabra puede tener? Cualquier escenario puede cambiar diametralmente por la enunciación de una palabra o idea. No se necesitan muchas, sino una sola bomba para ocasionar daños irreparables.
Los versículos considerados hasta este punto acerca de la ira en Proverbios nos llaman a no iniciar las contenciones que produce el enojo. En este texto se nos enseña acerca de cuál debe ser nuestra reacción ante la presencia de alguien que se ha airado pecaminosamente. ¿Cómo debemos reaccionar ante la ira? Hay una decisión que tomar entre hablar suave o ásperamente. Dios quiere que lo hagamos suavemente. “Con larga paciencia se aplaca el príncipe” (Prov.25:15).
En 1 Samuel 25 nos encontramos con una ilustración viva de este proverbio. En el mismo pasaje nos encontramos con el efecto de la palabra áspera y el de la suave. Nabal le habló a David insensatamente. El mensaje que envió a David por medio de sus hombres encolerizó al futuro rey de Israel de tal manera que dijo a sus cuatrocientos hombres: “Cíñase cada uno su espada” (v.13). ¿Qué pensaba hacer David? ¿tomar los alimentos que necesitaba e irse? ¿quitarle la cabeza a Nabal? El versículo 22 nos revela cuáles eran sus intenciones: “Así haga Dios a los enemigos de David y aun les añada, que de aquí a mañana, de todo lo que fuere suyo no he de dejar con vida ni un varón.” ¡Qué reacción! ¡Iba a exterminar a toda la casa de Nabal! La insensatez con que Nabal habló (v.25) estuvo a punto de producir una tragedia. No era necesario que se expresara en esos términos.
Observemos, sin embargo, el contraste de las palabras de Abigail (v.24). Ella habló respetuosamente: “Se echó a sus pies, y dijo: Señor mío, sobre mí sea el pecado; mas te ruego que permitas que tu sierva hable a tus oídos, y escucha las palabras de tu sierva.” Subrayó que estaba hablando con actitud de siervo. Al mismo tiempo, llamó a David a no reaccionar incorrectamente a la necedad de su marido. “No haga caso ahora mi señor de ese hombre perverso” (v.25). Le da el argumento de que no es de Dios derramar sangre y vengarse en esta situación (v.26). Le pide perdón (v.28). Le declara su confianza en que él será establecido como rey en Israel (v.30). Y le ofrece el argumento adicional de que si se refrena de derramar sangre pondrá tener una limpia conciencia (v.31). ¿Qué resultado tuvieron sus palabras? David tomó como de Dios que Abigail se interpusiera en sus intenciones vengativas, bendijo al Señor, y la trató a ella con respeto (vv.32-25).
La próxima vez que seas tentado a reaccionar neciamente ante la ira, recuerda la historia de Nabal, porque te ayudará a evitar que cometas el mismo error. O recuerda la historia de Roboam, quien al responder al pueblo ásperamente, despojó al pueblo de Israel del apoyo de diez de sus tribus. ¿Ves el poder de las palabras para edificar o destruir? Cuántas discusiones serían evitadas si este proverbio fuera tomado más en cuenta.
Vivir sin pleitos y en armonía es una habilidad de la sabiduría. Muchos conflictos surgen no porque el asunto en cuestión sea relevante, sino porque los temperamentos involucrados propician la confrontación. Algunas personas no resisten hablar sin sarcasmos. Como bien dice Bridges: “Preferirían perder un amigo, antes que dejar de decir su astuta estocada.” Recuerda: “La suave respuesta aparta el furor, mas la palabra hiriente hace subir la ira” (LBLA). A final de cuentas, el punto no es determinar quién es capaz de lanzar la estocada mortal, sino quién da más gloria a Dios con su sabiduría y dominio propio.